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TERMORREGULACIÓN

¿Por qué unas personas llevan mejor el calor que otras?

La capacidad de regular la temperatura interna en función de la externa marca la diferencia a la hora de sobrellevar una ola de calor (o de frío)

TERESA P. ALBERO /
Dos chicas caminan cerca de un termómetro que marca 47 grados. / Europa Press
icono foto Dos chicas caminan cerca de un termómetro que marca 47 grados. / Europa Press

La última semana se ha caracterizado por un intenso calor, no en vano se ha registrado la primera ola de calor del verano antes de la llegada del mismo. Ante la subida de los mercurios, llama la atención que no todas las personas sufren de igual manera los rigores de las altas temperaturas, que ya empiezan a remitir. Unos se han sentido muy agobiados y sofocados, y otros lo han tolerado sin mayor problema, pero ¿por qué unos llevan el calor mejor que otros?

Cada persona percibe el calor de un modo distinto. La edad, el sexo y la genética son factores que influyen a la hora de mantener equilibrada la temperatura corporal. Es lo que se conoce en los círculos médicos como termorregulación o, lo que es lo mismo, la capacidad del cuerpo de regular la temperatura interna. 

"Si el metabolismo está mejor adaptado a los cambios, es más fácil sobrellevar el calor y el frío", indica Luis Manuel García, presidente de la Sociedad Aragonesa de Medicina de Familia y Comunitaria, quien ejemplifica este hecho con la fiebre: "Hay quien con 37 grados está bien y quien con la misma temperatura no puede levantarse de la cama". 

A eso se suma la temperatura normal de cada cuerpo, aunque es una teoría que todavía está en estudio. Una persona que tiene una temperatura habitual de 35 grados tiene más horquilla térmica ante un golpe de calor que alguien con 36,5.

En el caso del zaragozano Fernando Martín, el verano es sinónimo de calor y de engorro. "Yo siempre lo he pasado relativamente mal en verano por el calor. Los veranos en Zaragoza se me hacen muy duros, al tener un calor tan seco y con temperaturas tan altas", indica. 

Como él, una parte de la población sufre con la subida de las temperaturas y, en especial, con las olas de calor prolongadas. "Lo único que me salva es un buen ventilador o aire acondicionado. Lo tengo encendido siempre, desde el punto de la mañana. Eso y tirarme a la piscina en cuanto puedo", explica el joven de 31 años.

Para Martín, el verano implica incomodidad, mientras que para algunos de sus amigos supone disfrutar de su estación del año favorita. "Noto mucha diferencia de termostato corporal con otros amigos, que en verano no sienten tantísimo calor como el que pueda sentir yo y eso muchas veces me parece un problema", recalca.

"Hasta los 35 grados lo llevo bien y lo disfruto"

En el extremo opuesto está Sara Pérez. Para ella el calor comienza cuando se superan los 35 grados en la calle. "Hasta los 35 o 36 estoy bien. Noto el calor, como todos, pero lo llevo bastante bien e, incluso, lo disfruto. Mis amigos y familia me dicen que tengo el termostato roto", asegura.

Lo que se conoce comúnmente como el 'termostato personal' no es más que la capacidad de autorregulación de la temperatura corporal en relación al exterior. "Sudar es una forma de regular. Con la transpiración, el cuerpo busca bajar la temperatura interior para aclimatarse a las circunstancias del entorno", aclara el presidente de la Sociedad Aragonesa de Medicina de Familia y Comunitaria. 

Esa capacidad de equilibrar la temperatura se pierde con la edad, lo que explica que las personas más mayores sean más sensibles a los golpes de calor. "Como no notan tanto los cambios, ni el frío ni el calor, no sienten la necesidad de llevar ropa más fresca, no sudan y no se hidratan lo suficiente", alerta Luis Miguel García. 

Todos esos factores contribuyen a la deshidratación, uno de los síntomas más comunes y peligrosos de una insolación. Para evitar llegar a ese punto, los sanitarios recuerdan que es importante mantener hidratadas a las personas de más edad y asegurarse de que llevan ropa adecuada para las altas temperaturas. "Muchas personas mayores llegan a urgencias con golpes de calor y picos de insulina. Al no hidratarse, se acumula el azúcar en sangre y tienen descompensada la glucosa. Normalmente con goteros de suero se suelen estabilizar", ilustra García. 

Una problemática que también padecen los lactantes. "Su cuerpo y su sistema nervioso todavía no está maduro y no pueden gestionar el calor como lo hacemos los adultos", indica el médico.

Pese a lo que pueda parecer, la población general también puede sucumbir a los efectos del calor, lleve mejor o peor las altas temperaturas. Los expertos recuerdan que deben ingerirse unos dos litros de agua al día o la cantidad necesaria para reponer los líquidos perdidos con la sudoración. Café, alcohol o bebidas azucaradas no son recomendables para paliar la sed, puesto que favorecen la deshidratación.