Publicidad
PRIMER PREMIO

La mejor miel de romero de España es aragonesa

Gonzalo Ferrer, un ingeniero industrial reconvertido a apicultor, cultiva este néctar en el valle de Chistau (Huesca)

L.SAAVEDRA /
Imagen de un tarro de miel de romero. / Fotografías: La abella chistabina
icono foto Imagen de un tarro de miel de romero. / Fotografías: La abella chistabina

Con 87 puntos sobre 100, la miel de romero de La abella chistabina, cultivada en los parajes cercanos a San Juan de Plan (Huesca), ha logrado el primer puesto en el concurso nacional organizado por el portal web Miel Adictos. Un jurado profesional ha sido el encargado de evaluar las decenas de muestras que se presentan a esta competición y tras un examen degustativo, olfativo y visual, el 'oro' aragonés de romero ha destacado con la mejor valoración.

Al frente de esta explotación se encuentra Gonzalo Ferrer, un ingeniero industrial que dejó Zaragoza para regresar a su pueblo natal, donde se dedica de forma profesional, y desde el año 2015, a la apicultura. Es la primera vez que este emprendedor llevaba sus productos a un concurso y "la satisfacción no puede ser mayor". Con plena confianza en su miel, el apicultor confiesa: "Puede haber mieles igual de buenas, pero mejor -que la suya- ninguna".

Ferrer trabaja solo, aunque en ocasiones su mujer y otros miembros de la familia le ayudan en alguna de sus labores diarias. Suma 300 colmenas a las que cuida con "mimo y esmero". Entre las variedades de mieles que cultiva este ingeniero en el valle de Chistau están la ya popular miel de romero, mil flores, alta montaña, tomillo y encina.

El secreto del éxito 

En el caso de la miel de romero la clave del éxito puede estar en su 'pureza': "Intentamos tener una explotación manejable, sin muchas colmenas. Cosechamos en la primera floración, para que no se mezcle con otras flores". Este sistema ha hecho que la miel de La abella chistabina tenga carácter y sello propio.

Sin página web, ni apenas redes sociales, Gonzalo Ferrer vive de la miel gracias al "boca a boca". "La aceptación de la gente es lo que está haciendo que el producto se conozca y que crezca el número de clientes", asegura el apicultor. 

La producción de esta pequeña empresa es de entre 3.000 y 4.000 kilos de miel al año, que se reparten en tarros de medio kilo y de un kilo. Preguntado sobre cómo valora la situación actual del sector en la Comunidad, este profesional de las abejas lo tiene claro: "En cuanto a ventas y valoración del cliente está bien porque es un producto natural ligado al medio rural. La gente lo valora y cada vez nos compran más a los apicultores". No se muestra tan optimista de cara a la conservación de abejas: "Cada día están más limitadas en sus hábitat. Vamos a peor, porque mueren muchas, así que es un tema que tendrían que tener en cuenta para que tuvieran una mejor y mayor protección". 

Ya lo decía el físico Albert Einstein "si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a la humanidad le quedarían cuatro años de existencia", ya que los cultivos de alimentos no tendrían quien los polinizara.

Si tomamos nota de las advertencias de Gonzalo Ferrer y hacemos caso de las afirmaciones de Albert Einstein, las abejas deberían ocupar un lugar muy importante en nuestra vida. Más si cabe, tendiendo en cuenta los beneficios que este producto tiene sobre nuestra salud y las alegrías que ofrece al cosechar éxitos como el premio nacional de este néctar creado a partir de flores de romero.

Aragón y su tradición apícola

En Aragón, con una flora y un clima privilegiados, la apicultura es una actividad de gran tradición, existiendo indicios de la relación entre hombres y abejas en la región desde la Prehistoria. Actualmente hay censadas 1.219 explotaciones apícolas con un total de 104.082 colmenas, según los datos registrados en 2021 por Gobierno de Aragón.

La mayoría de la explotaciones (68%) tienen un carácter lúdico, constituyendo una actividad que suele transmitirse de padres a hijos, se trata de explotaciones pequeñas que engloban solo el 30% del censo, y representan el 10% de la producción total de miel. El resto, son explotadas comercialmente, bien de forma complementaria a otras actividades (30% de explotaciones, 60% de colmenas) o de forma exclusiva (2% de explotaciones, 20% de colmenas, 30% de producción).

Gran parte de los apicultores dedican sus colmenas a obtener miel, teniendo el resto de las producciones (cera, polen, veneno, jalea real o propóleos) un carácter residual. Más de la mitad (55%) se comercializa al por mayor, y solo el 20% se envasa directamente por los apicultores. El resto se vende a granel en el propio domicilio.