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SUPERACIÓN

Andar por La Patagonia en pleno tratamiento contra el cáncer: "Me he sentido viva"

La turolense Laura Villa ha coronado la cumbre del Cerro de Gorra Blanca con el proyecto 'Reto Pelayo Vida', que tiene el objetivo de divulgar los beneficios de realizar ejercicio físico

SILVIA ROMEO /
La turolense Laura Villa, la cuarta por la derecha, junto con el resto de integrantes del Reto Pelayo Vida, en la montaña Cerro de Gorra Blanca en La Patagonia.
icono foto La turolense Laura Villa, la cuarta por la derecha, junto con el resto de integrantes del Reto Pelayo Vida, en la montaña Cerro de Gorra Blanca en La Patagonia.

"Yo sabía que estaba viva, pero he sentido la vida. He disfrutado desde el minuto uno, aunque ha sido durísimo. Cuanto peor se ponían las cosas, más disfrutaba, porque más viva me sentía". Son tres frases de Laura Villa que podrían definir la travesía que recientemente ha vivido en La Patagonia. La turolense de Cella, de 39 años, lucha desde hace tres contra un cáncer de mama. Una enfermedad agresiva, que le ha tenido muchos meses sentada en un sillón, con dolores "infernales", pero que ahora le ha permitido vivir una de las experiencias más "brutales" de su vida. Junto a cuatro mujeres supervivientes de cáncer como ella, Villa ha recorrido más de 70 kilómetros andando y ha coronado la cumbre del Cerro de Gorra Blanca, de 2.920 metros de altitud, como participante del 'Reto Pelayo Vida'. 

Con la expedición, la turolense ha hecho historia dentro y fuera del proyecto, cuyo objetivo es reflejar los beneficios de hacer deporte antes y después del diagnóstico de esta dura enfermedad. Villa ha completado la primera expedición en la placa de hielo continental llevada a cabo por un equipo formado solo por mujeres supervivientes de cáncer y es la primera en superar un 'Reto Pelayo' cuando todavía está en tratamiento. Un dato del que debe sentirse orgullosa, ya que empezó bastante floja de energía: "Empecé muy malita porque dos días antes comencé el tratamiento después de mi cuarta operación. En la tercera, los médicos dijeron a mi familia que me moría. Ha sido como renacer", cuenta la protagonista.

Laura Villa ha recorrido 70 kilómetros andando y ha coronado la cumbre del Cerro de Gorra Blanca.

Villa asegura que ha pasado momentos muy difíciles con la enfermedad, y que siempre ha valorado su vida. Aunque nunca de esta manera. Para ella, hacer esta travesía de alta montaña, que se ha prolongado más de 15 días, ha sido "sanador". Una oportunidad para tomar conciencia de lo que había vivido y de hacer las paces con su cuerpo, que tantas veces la había castigado. "Ha sido vivir, pero vivir a lo grande. Había días de tormenta, en los que pasábamos más de seis horas andando en silencio, porque era imposible hablar con las compañeras. A veces, ni nos veíamos por la niebla. Así que eran seis horas pensando. Eso me ha permitido mirar lo que me rodeaba, encontrarme a mí misma", explica. En uno de esos días más difíciles, recuerda la turolense que un guía le preguntó "¿por qué sonríes?", a lo que respondió: "Me ha gustado tanto que me han faltado horas de tormenta". "Y nos reímos", menciona. 

Descubrir la libertad

En la cordillera de los Andes, entre Chile y Argentina, las participantes han disfrutado de un paisaje único y cambiante según ascendían metros hacia la cima. Sus pies han pisado el verde de la vegetación, el rojo de las rocas, el negro de las piedras y el blanco de la nieve. Sin embargo, el mayor hallazgo para Villa es algo que precisamente no se puede ver ni tocar y que desconocía que había perdido, la libertad. "Durante los años en los que he estado enferma en España solo pensaba en sonreír para ponérselo fácil a mi familia y que no sufrieran por mí, aunque estuviera en un infierno de dolor o no pudiera coger a mi hijo pequeño. Me dediqué a vivir en automático. Así yo también llevaba mejor la enfermedad. Pero en La Patagonia solo tenía que pensar en mí, porque allí solo estaban mis compañeras y a ellas les podía decir que estaba mal porque han pasado por lo mismo, y me entendían. A ellas no les tenía que mentir, y eso me hizo sentir tan libre que empecé a entender la carga que había asumido sin saberlo", relata.

Del aeropuerto de Madrid, Villa y sus compañeras salieron sin móvil y con una mochila ligera de equipaje que las acompañó todo el trayecto. No tuvieron apenas contacto con la familia en los 15 días de expedición, salvo lo que les iba contando parte del equipo que las guiaba. "Así, solo me tuve que centrar en mí y en la gente que me rodeaba en ese momento. Encontré el 'aquí y el ahora' que no pude ver durante el resto de la enfermedad", añade. Un preludio de esa sensación de independencia fueron las 30 semanas de entrenamiento que las cinco mujeres tuvieron que realizar antes de partir de España.

El 'Reto Pelayo Vida' duró del 23 de octubre al 7 de noviembre de 2023.

Hasta llegar a la cima, las participantes durmieron en refugios y en tiendas de campaña. Bebieron café hecho con hielo derretido y anduvieron durante horas. Pero lo peor fue el frío en los pies. "Con la quimio la circulación de por sí ya es mala, y nuestra temperatura corporal es más baja. En las manos, como soy de Teruel, no necesité ni guantes gordos, que mis compañeras alucinaban, pero en los pies era horroroso. Subiendo sentía dolor. No los podía doblar. Hicimos cima y estuve horas sin sentirlos. Cuando bajamos empecé a notarlos, pero los golpes con las uñas en la punta de la bota todavía fueron peores", confiesa. 

Más que una amistad

A menos de una semana de la vuelta, ya en su casa de Teruel, Villa dice que siente dolor "hasta en las pestañas". Sin embargo, volvería a repetir la aventura. "Lo repetiría todo, aunque lo haya pasado mal, porque ha habido momentos muy duros: caídas, deshidratación, edemas, etc. Pero lo repetiría mañana mismo", insiste. Todo el equipo que viajó con ellas ha creado un grupo de WhatsApp donde mantienen el contacto porque esta excursión ha sido como un hermanamiento. "Solo hacia falta una mirada para saber lo que nos pasaba", afirma.

Entre los objetivos futuros de la turolense está volverse a encontrar con el grupo e incluso hacer alguna otra excursión, y no olvidarse de ella misma nunca más ni dejar de valorar su entorno: "A veces vas caminando por la calle y no te fijas a tu alrededor. Lo que me da miedo es vivir la vida sin sentirla, y esto después de lo que he vivido no voy a permitirlo. Cada pequeña cosa es un sentimiento y a veces por nuestro nivel de vida, de estrés, no lo disfrutamos", alecciona.