130 años del derribo de la Torre Nueva: faro de los zaragozanos y vigilante de los Sitios
Una orden municipal acabó con ella por su inclinación, pero, según algunos expertos, no corría ningún peligro
Hace 130 años que una orden municipal obligó derribar la Torre Nueva, situada en la plaza de San Felipe de Zaragoza. Una construcción gótico-mudéjar que databa de 1504, con más de 80 metros de altura que se irguió en el centro de la capital aragonesa para albergar un reloj mecánico, una de las tecnologías más avanzadas para la época. Un mecanismo que, a comienzos del siglo XVI, sería lo equivalente en la actualidad al 5G o a la inteligencia artificial, indica la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Carmen Gómez Urdánez. Por ello, se convirtió en un símbolo de poderío y modernidad para la ciudad.
La Torre Nueva formaba parte del 'skyline' de Zaragoza como un elemento identificativo. Servía de reloj, de faro y fue una de las torres más valiosas para los zaragozanos durante los Sitios debido a su gran altura, pero no encajaba con la idea de urbe que trajo el siglo XIX para algunos poderosos de la ciudad. Fueron ellos, según los expertos, quienes con sus influencias políticas y mediáticas obligaron a algunos arquitectos a realizar informes sobre el peligro de derrumbe de la torre al estar inclinada. Frente a estos documentos, otros, realizados también por arquitectos, exponían lo contrario. Que la Torre Nueva no corría peligro, con sus tres metros de cúpula y base y su compactado perfecto.
Desde el llamado 'turricidio' de 1893, la familia Montal (Casa Montal) ha recopilado numerosos objetos pertenecientes o relacionados con la torre, como el reloj, azulejos, dibujos o fotografías. Con ello, han creado un museo que gestiona Nacho Montal. Cuenta que hasta Zaragoza llegaban visitantes de Italia, Francia o Alemania solo para visitar la torre, ya convertida en monumento en la ciudad.
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