Publicidad
CULTURA

Máximo Huerta: "Quien me enseñó a leer fue la hermana Teresa, una monja de Zaragoza"

El escritor presentará este miércoles su última novela en la capital aragonesa. Una historia personal e íntima del comunicador valenciano que califica como "profundamente sincera"

A. BEGUÉ /
Máximo Huerta presenta 'Adiós pequeño' este miércoles en Zaragoza./ Editorial Planeta.
icono foto Máximo Huerta presenta 'Adiós pequeño' este miércoles en Zaragoza./ Editorial Planeta.

Las relaciones familiares, los silencios en casa o la infancia son parte de los ingredientes principales de 'Adiós pequeño', la última novela del comunicador valenciano Máximo Huerta, que presenta en primicia este miércoles en Zaragoza, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, a las 19:00 horas. El periodista y ex ministro de Cultura firmará ejemplares tras el acto, que estará presentado por la periodista y escritora madrileña Marta Fernández Vázquez. 

Mientras cuida de su madre enferma en la casa familiar del pueblo, el protagonista se ve asaltado por sus recuerdos de infancia, con los que trata reconstruir su universo familiar. Huerta se 'abre' como nunca para contar una historia que es la suya, pero podría ser la de muchas otras personas de la misma generación. 

Esta novela se lanza al mercado con el premio Fernando Lara bajo el brazo. ¡Enhorabuena por el primer éxito!

Para mí, es mi mejor novela y los lectores, de forma generalizada, la están recibiendo como nunca. Eso me hace muy feliz, más allá del premio, que es un honor. El recibimiento gigantesco de los lectores y el cariño está siendo impresionante.

Es un libro muy personal y reflexivo.

En el fondo es una novela más, cuando los libros ya tienen cubiertas, por muy personales e íntimos que sean, ya son para los lectores. Pero es verdad que es un libro verídico y profundamente sincero. Todos los libros son personales.

¿Es duro sincerarse tanto? ¿Cómo ha sido ese proceso?

He disfrutado muchísimo construyendo este libro. En el fondo habla de todas las familias de la España de un tiempo, habla de nuestros padres y de nuestros abuelos. Habla de esos matrimonios que se conocían poco y tuvieron que ir conociéndose mientras construían su familia. Es una manera de celebrar la vida y es un espejo para todas esas familias. 

¿Los lectores se pueden sentir identificados? 

Sí. Es la historia de esta España y esas parejas que pagaron el peaje para meterse en la autopista del matrimonio y luego no había manera de salir. Y allí construyeron su familia, a su manera. Es la historia de una familia que ha tenido que guardar historias y secretos para poder ser feliz, y es la historia de muchas familias.

¿Cómo se siente después de hacer este ejercicio de sinceridad? ¿Sientan bien estas reflexiones?

Es una novela con protagonistas y con final rotundo, no son reflexiones. De la misma forma que el inicio es rotundo, el final también es muy potente. Solo que hay historias que no hace falta ir a buscarlas, vienen a ti porque están dentro de uno mismo, ya estaban escritas y lo que hay que hacer es pasarlas a papel. En este libro me he dejado invadir por una historia que estaba muy cerca.

"Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido". ¿Este comienzo es ya una declaración de intenciones?

Es una manera de poner las cartas sobre la mesa y de decir, nuestros padres y abuelos, antes de nosotros, eran hombres y mujeres. ¿Qué fue de sus sueños, de sus inquietudes? ¿Qué fue de todo lo que quisieron hacer cuando, de pronto, se vieron convertidos en un matrimonio? Los padres no son solo padres, sino que son hombres y mujeres que antes fueron libres de soñar. ¿Qué pasó con sus aspiraciones? Es una invitación para que quien lo lea se imagine qué quiso ser su madre antes de ser madre, dónde bailaba su padre... Es una forma de mirarlos antes de que fueran padres. 

En esta historia vemos a un Máximo niño... ¿Qué le diría ahora a ese Máximo?

No lo sé... El libro es la mejor máquina del tiempo, no existe otra. Es la única manera que hay de visitar el pasado. Lo que sí he descubierto es que la edad hace que te vayas acostumbrado a todo y pierdes la espontaneidad, la intuición y el asombro que son tan fáciles de niño. De mayores dejamos de entrenar la imaginación y creo que deberíamos, como si fuera un ejercicio de gimnasia, seguir entrenándola.

¿Qué otros elementos importantes hay en la novela?

Esta novela habla de los secretos que esconden las familias para ser felices. 'Adiós pequeño' es todos esos silencios que mantienen las familias, conscientemente o no, para sobrevivir. No hay manual de instrucciones para las familias, no somos lavadoras, y las instrucciones de una familia de Zaragoza no le sirven a la de Teruel, y esta novela muestra eso. 

¿El título es un adiós a la infancia y al punto de vista del niño?

En el fondo, cada día es una despedida y el título es así porque cada día consiste en despedirse: de tu casa, de la universidad, de tu ropa, de tu cama en la que ya no cabes, aquellos amigos que fueron íntimos... La vida consiste en, poco a poco, ir despidiéndose de un montón de cosas y la despedida más importante es la de la niñez, aunque a veces te pilla de viejo. El arte de ser nosotros mismos en una despedida constante, cada día.

Zaragoza aparece en la novela... 

Es el primer gran viaje que hace la familia protagonista y marca su destino. Es algo que sucedió de verdad, algo profundamente sincero, pero la memoria es muy novelera y todo lo que recordamos siempre está contaminado por el tiempo. Lo que no está idealizado está mitificado y lo que no, es pura ficción. Todos adornamos mucho nuestra infancia.

Entonces, ¿tuvo una relación con Zaragoza y Aragón desde pequeño?

Quien me enseñó a leer fue una monja de Zaragoza, por ejemplo. Mis primeros cuentos me los regaló la hermana Teresa... Zaragoza se ve en la novela, los lectores lo descubrirán.

¿Cómo le acoge el público aragonés?

Muy muy bien, tengo muy buenos amigos en Aragón. Hay dos lectores súper cariñosos y fieles, Víctor y Arturo, que siempre me diseñan zapatillas con las portadas de mis novelas, aunque esta es un poco complicada. Tengo en una parte del armario todas las zapatillas que representan todas mis novelas, hechas por estos dos artistas de Zaragoza.

¿Cómo se ve en esta etapa profesional? ¿En qué momento se encuentra ahora?

Este es mi mejor libro y estoy muy orgulloso. No solo porque el premio Fernando Lara me ha permitido reconectar con mi faceta de escritor, que es la que más me satisface, sino que además recupero las sensaciones de creador y de contador de historias y es un reconocimiento que me gusta. Es una satisfacción, estoy muy a gusto.

¿Es un reencuentro con la escritura?

Escribo desde niño y al volver al pueblo me doy cuenta de que tenía cuentos escritos y los tengo todavía, y es bonito ver la letra de niño. Desde niño siempre lo hacía, me parecía un buen refugio. La biblioteca era mi lugar favorito del pueblo y luego tenía los libros que me compraba mi madre o los que me regalaba la hermana Teresa de Zaragoza.

La temática familiar es algo que ya había trabajado, aunque no sé si de la misma manera... 

Es mi favorita. Escribir bien no es difícil, lo difícil es encontrar tu mundo literario propio, encontrar aquello que solo tú puedes contar, lo intransferible, lo único... Y creo que ahí lo he conseguido, me doy cuenta que en mis novelas siempre giro alrededor de la familia una y otra vez. Me parece el universo más importante que existe. Sean más o menos felices, más o menos afortunadas, pero es el universo más interesante. 

¿Es terapéutico?

No lo sé... Para mí, terapéutico es leer. Pero haber encontrado ese mundo en el que me siento a gusto me ha servido para darme cuenta de que, al cabo de muchos libros, siempre busco en el mismo escenario. La familia es inagotable porque no hay familias iguales ni parecidas. En un edificio de siete plantas, hay siete novelas.