Publicidad
TRADICIÓN

Las castañas asadas resisten en otoño pese al calor y las plagas

En Zaragoza sobreviven ocho puestos y en Huesca, dos. En Teruel hace muchos años que se dejaron de emitir licencias para la venta de castañas en la calle

I. A. /
José Antonio, junto a su puesto de castañas en la calle Alfonso de Zaragoza.
icono foto José Antonio, junto a su puesto de castañas en la calle Alfonso de Zaragoza.

Pocos aromas son tan reconocibles en la calle en un día de otoño como el de las castañas asadas. La llegada del frío saca a la calle los puestos de venta, en los que la tradición se sigue haciendo hueco. En Zaragoza, ocho castañeros mantienen sus casetas y en Huesca, otros dos. En Teruel hace tiempo que no se percibe ese olor en sus calles. En cualquier caso, la producción de castañas en este 2023 ha sufrido un revés, ya que a las falta de lluvias y frío se une un hongo que afecta a buena parte de los castaños de Europa.

Trabajar de castañero no es fácil. Es una tarea estacional, que vive en otoño su temporada alta y cae pasada la navidad. José Antonio, durante estos meses, pasa los días en la intersección de la calle Alfonso y la Plaza Sas, en Zaragoza. Hace 33 años heredó el puesto de una señora que vendía las castañas en la entonces denominada plaza del Carbón, hoy rebautizada como Salamero. Regenta uno de los ocho puestos que se mantienen con licencia en la ciudad. 

Este año las ventas no terminan de despegar. "La cosa está floja, aunque estamos en las mejores fechas, cuando la gente coge el producto con ganas", reconoce José Antonio. También se han resentido las castañas. "Ahora llegan de Galicia, en Aragón hay poca tradición", reconoce mientras enciende la 'cachela' donde las asa, y se lamenta de que el calor y la falta de lluvias "han matado al producto", algo que le obliga a buscar las mejores de una en una.

No tantos años, pero va camino de ellos, lleva Sara Giménez al frente de una de las dos casetas que hay en Huesca. Desde hace 19 temporadas se sienta en los Porches de Galicia para despachar castañas. "Comencé porque era joven y una amiga me animó a coger el trabajo", dice la castañera, a pesar de que en su casa nadie trabaja en el sector. A ella las ventas "le van bien", en parte, porque la temporada es efímera, "de solo tres meses". Y eso que este año la castaña ha salido "regular, por no decir que mal" debido a la falta de lluvias en Galicia.

Sara Giménez en el puesto de castañas que regenta.

Una empresa al servicio de las castañas

Sara, a diferencia de José Antonio, no es propietaria del puesto en el que trabaja. Lo hace para El Castañero, una empresa localizada en el riojano municipio de Alesón, que desde 1982 trabaja con este fruto. En todos estos años su gerente reconoce que la evolución en el consumo ha cambiado. "La gente ahora es mucho más exigente, y eso nos obliga a buscar el mejor producto", reflexiona Santiago Palacios. Una situación que no es fácil, porque el producto ha empeorado de un tiempo a esta parte. Galicia, zona de referencia en la recolección de castañas, también se ha visto afectada, como casi toda Europa, por la plaga de hongo que ataca a este árbol. "Es un microorganismo que no se detecta", se lamenta este profesional.

Por eso, prácticamente, se ven obligados a "revisar castaña por castaña" para asar las mejores. Además, buscan producciones lejos de las zonas más infectadas. Problemas como este han hecho que en El Castañero hayan pasado de "comprar frutos por tráileres a hacerlo en pequeños paquetes de no más de 2.000 kilos cada uno", y en distintos lugares, incluido Turquía. 

Palacios lamenta que en España haya poca "profesionalidad" en torno a la castaña, un producto que cultiva gente mayor que no presta la atención y cuidados que necesita este fruto. Tampoco es fácil que la gente joven se sume al negocio: "Hacen falta diez años de espera desde que se planta un castaño hasta que se recoge su fruto", sentencia.