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SALUD

Cuando el sonido se convierte en ruido y por qué no afecta a todos por igual

Este miércoles se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Más de 1.000 millones de personas en el mundo tendrán problemas auditivos en 2050

IBAN ANSA /
icono foto Una estudiante con auriculares.

¿Es el 'heavy metal' ruido?, ¿y el llanto de un bebé?, ¿molesta el sonido que se desprende de una bulliciosa calle de una gran ciudad? La respuesta a todas las preguntas puede ser sí y no. Aquello que distingue un sonido de un ruido es la relación directa que, en un determinado momento, una persona mantiene con su entorno. Por eso, decidir si se supera la frontera de la tolerancia no es fácil, ya que se trata de un ejercicio de subjetividad que varía en cada uno. Este miércoles se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, un problema que generará, advierte la Organización Mundial de la Salud, afecciones auditivas a 1.000 millones de personas en todo el mundo para el año 2050.

El ruido se define como todo sonido no deseado. Los expertos coinciden en señalar que la intensidad del mismo, por subjetivo que sea, suele delimitar la frontera entre lo que es tolerable y lo que no. Pero no en todos los casos. El neuropsicólogo Javier Llopis reconoce que el entorno en el que uno vive juega un papel importante en la relación con los sonidos. Una persona que vive en pleno centro de una gran ciudad, asegura, tiene una mayor tolerancia al ruido que alguien que se ha criado en un pequeño pueblo. Aunque la tolerancia tambien fluctúa entre los individuos de un mismo entorno, Llopis se refiere al tema como la "integración al sonido desagradable".

En terminos similares se expresa Jose Manuel Morales, vocal de la Comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl), cuando se refiere al "condicionamiento del entorno".

¿La percepción de un sonido es innata o adquirida?

Pero más allá de esa cercanía que el individuo frecuenta, existe la incertidumbre de saber si la aceptación de los sonidos es algo innato al ser humano o se adquiere en la vida. Llopis sí percibe una causalidad biológica directa, por ejemplo, en la unión que se crea entre un bebé y su madre a través del sonido, desde que lo está gestando hasta después de su nacimiento. Desde la Seorl suman a este reconocimiento el que se produce con el llanto de un bebé y su aceptación entre sus progenitores. Una cualidad adquirida "filogenéticamente", dicen. Si el llanto de los niños no fuese desagradable no activaría una señal de alarma en el cerebro de los progenitores para ir a ver qué ocurre.

Para lo demás, la influencia cultural externa es básica en toda asimilación de un sonido. Cómo reaccionamos ante la risa, el llanto y sobre todo la música guarda relación con la vida que rodea a la persona. Forma parte de la esfera de lo emocional, de su psicología, señalan ambos expertos. Por eso, el abanico de gustos es tan amplio y tan dispar.

¿Cómo funciona el sonido?

El ser humano tiene un rango de frecuencia auditiva que fluctúa entre los 20 y 20,000 hercios. Por encima y por debajo de esas cifras, los sonidos son prácticamente inapreciables. El habla se ubica entre los 500 y los 2.000 hercios. Por abajo, graves y por arriba, los agudos. Los agudos identifican en la audición aspectos como los matices de las conversaciones. Aunque sin ellos se pueda entender el mensaje de manera global, su ausencia provoca la pérdida de parte de la información. Por ejemplo, sin agudos se corre el riesgo de no escuchar fonemas determinados o no entender adecuadamente las conversaciones en ambientes ruidosos.

Por el contrario, al prescindir de los graves, el sonido se vuelve enlatado. La sonoridad que aportan en una charla es clave para su correcta y fácil comprensión.  

El volumen en una conversación se encuentra en el entorno de los 60 decibelios (dB). La escala logarítmica, que se usa en sus análisis, es como la de la temperatura. Por ejemplo, con un aumento de 5 grados no supone el mismo cambio en percepción térmica pasar de 0 a 5 que de 20 a 25. Del mismo modo, un aumento de 5 dB es un cambio mucho mayor a intensidades altas que a intensidades bajas. Los otorrinos critican que la sociedad está sobreexpuesta al sonido recreacional, más allá del mundo laboral, que genera mucho ruido. El vocal de la comisión de Otología reconoce que se hace un uso abusivo de los auriculares sin ser el usuario consciente de que una exposición prolongada a un sonido que supere los 85 decibelios pueden generar daños irreparables.  

Proteger el oído

Siempre se debe evitar estar por encima de los 100 decibelios. A 120, en cuestión de segundos, se producen lesiones permanentes. De nacimiento, el ser humano dispone en el oído de un número de células determinado llamadas ciliadas, que nunca se regeneran. Son las q se encargan de transformar la energía mecánica en impulsos eléctricos que, a través del nervio auditivo, llegan al cerebro. Su reducción en número deriva en una pérdida de audición. Morales invita a todos a que protegan su audición con una simple regla: evitar la intensidad superior al 60% en unos auriculares conectados a un aparato de sonido y con una exposición superior a la hora.