La dura tarea de ser padres de nuestros padres
Cuando empiezan a manifestarse las patologías asociadas a la edad, los hijos han de asumir el papel de cuidadores de aquellos que les cuidaban. Una transición llena de retos y dificultades, y que suele tener resistencias por ambas partes
En España, la esperanza de vida en buenas condiciones de salud se sitúa en los 69 años para los hombres y de 66 para las mujeres. A partir de ese momento, el envejecimiento se hace más patente, y empiezan las pérdidas de visión, audición o movilidad, y la aparición de ciertas patologías físicas cognitivas relacionadas con la edad, como Alzheimer, artrosis o Parkinson.
En definitiva, se abre la puerta a una nueva realidad para los afectados y para sus familias, que no siempre aceptan bien, como nos contaban en el programa Objetivo, de Aragón TV.
Se produce un cambio de roles y los hijos tienen que pasar a ser cuidadores de aquellos que les cuidaban hasta ese momento. Una transición que suele tener resistencias por ambas partes. Y el reto es asumirlo de forma tan natural como la vida misma, apunta el doctor en Psicología Sergio Benabarre. “Por muy tarde que pase, cuando vemos que nuestros padres comienzan a declinar, pasamos de ser hijos a ser padres. Se cae el mito del padre y la madre, y sentimos que perdemos un sustento”, explica. “Todo esto se convierte en un problema cuando no lo vemos de una forma natural. Si nos toca que un familiar nuestro necesita cuidado, vamos a adaptarnos a la situación”, aconseja.
¿En casa, o en una residencia?
Y llega el momento de las decisiones, en las que influyen de forma decisiva las circunstancias de cada familia. En la Comunidad, según los últimos datos del Instituto Aragonés de Estadística, hay casi 20.000 plazas en residencias de la tercera edad. Si la decisión es que el mayor permanezca en su domicilio, hay recursos adicionales, 2.000 plazas en centros de día, o el servicios de teleasistencia, que llega a más de 18.000 usuarios
Ramón Garví, con sus hijas Paula y Alexia. | Objetivo
Y mas de 62.000 mayores de 65 años viven solos, el 21% del total. Es el caso de Ramón Garví, que tiene casi 94 años. Pero en su caso, está acompañado las 24 horas del día por alguno de sus seis hijos desde hace tres años, tras sufrir dos caídas en tan solo diez días. "Yo nunca me lo imaginé. Cuando eres joven no piensas que un día vas a tener que cuidar a tus padres, y ahora con mis amigas solo hablamos de padres, cuando hace diez años hablábamos de hijos”, dice su hija Alexia.
La conciliación familiar, un problema adicional
Una etapa de la vida que no sólo es complicada desde el punto de vista personal, advierte Sergio Benabarre: "La sociedad no lo pone fácil con la conciliación familiar. Cada uno lo hace como puede, porque en esto también hay una parte de culpabilidad si no podemos atender a nuestro familiar porque tenemos que trabajar, o porque estamos en otro lugar”. Un sentimiento, añade, que es difícil de afrontar.
Así se sintió Pilar Alagón cuando tuvo que llevar a sus padres a una residencia. A su madre, que también se llama Pilar, le diagnosticaron demencia hace ocho años. Su padre, Antonio, también había perdido capacidad cognitiva tras varios infartos. Tuvieron asistencia en casa, pero junto a sus hermanos, decidieron que una institución sanitaria era la mejor opción para tranquilidad de todos.
"Al principio lo niegas, te sabe muy malo, por sus despistes, sus maneras de hacer. No asumes que es parte de su deterioro cognitivo, y te enfadas porque no quieres que tus padres estén mal, pero te tienes que ir haciendo a la idea. Es duro; yo soy madre, pero ya no me siento hija. Ese sentimiento es el que me cuesta mucho”, señala.
Pilar Aguarón, con su madre y su hija. | Objetivo
Su padre falleció a los dos meses de llegar a la residencia. Su madre sigue recibiendo allí a sus hijos y nietos cada semana. Y recomienda compartirlo, hablarlo y naturalizarlo, y pedir ayuda, si es necesario.
Cada caso es un mundo y cada familia lo afronta diferente. El objetivo es común, devolver lo que ellos nos ha dado.
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