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EFICIENCIA ENERGÉTICA

Diez grados menos de temperatura en casa es la diferencia entre un edificio con y sin aislamiento térmico

Cambiar las ventanas, repintar la fachada y colocar toldos son otras formas de mitigar la canícula estival en los domicilios

I. ANSA /
Las fachadas con orientación sur son las que más se ven afectadas por el calor estival. / Canva
icono foto Las fachadas con orientación sur son las que más se ven afectadas por el calor estival. / Canva

Las altas temperaturas a las que se enfrenta Aragón esta semana hacen que quedarse en casa sea una opción para sobrellevar el calor exterior, que puede rondar o superar los 40 grados. El problema viene cuando las viviendas no cuentan con un aislamiento adecuado y el calor se instala en los domicilios. En esta coyuntura, muchos ciudadanos se preguntarán cómo se puede conseguir que en el interior de una vivienda, en plena ola de calor, la temperatura pueda pasar de los 35 a los 25 grados.

La respuesta más sencilla y obvia es recurrir a un aparato de aire acondicionado. Una decisión coyuntural que, por sí misma, no ofrece una buena eficiencia energética y que supone más un parche que una solución. Para reducir esos 10 grados de temperatura lo mejor es buscar un remedio a largo plazo, como es renovar las fachadas de los edificios más antiguos con materiales aislantes, cambiar su color, sustituir las ventanas viejas por unas de PVC y colocar toldos.

Arquitectos y constructores coinciden en señalar que para mitigar las altas temperaturas dentro de casa, la clave está, más allá del material de la construcción, sobre todo, en un buen aislamiento.

"En el año 2023 se construye de manera distinta que hace, por ejemplo, 50 años", confirma Rafael González, del Colegio de Ingenieros Industriales de Aragón y La Rioja. Medio siglo atrás no se tenían en cuenta factores como la orientación de una vivienda. "Una casa, cuya fachada da al sur, está expuesta de manera directa, la práctica totalidad del día, a la radiación solar", advierte este experto en eficiencia energética. Para estos edificios las soluciones no son las mismas que para uno que apenas tiene incidencia. Cada caso se estudia de manera exhaustiva para saber si es más conveniente retranquear las ventanas, diseñarlas más grandes o pequeñas, o saber si conviene incluir en la fachada aleros que protejan del sol. 

Los aislantes térmicos, la madre de las soluciones

Los edificios más viejos también pueden mejorar su eficiencia energética, pero las soluciones son más complejas. Existen dos formas de ponerle remedio, en ambas los aislantes térmicos son el pilar de la reforma. La primera es a través un tratamiento integral de la fachada. José Bailach, director técnico del estudio zaragozano Metro 7, especializado en construcciones 'passivhaus', señala que la inercia térmica de los materiales juega un papel básico, porque evitan los cambios bruscos de temperatura entre la exterior y la interior. Aislantes que también deben aplicarse a los tejados.

"Lo que buscamos es conseguir en verano el efecto bodega, de casa de pueblo o el de una planta -1. Esa sensación refrescante. Para lograrlo se necesita construir de forma diferente. No hacemos muros anchos, como en las construcciones de casas antiguas, sino muros de alto nivel aislante y de inercia térmica (que no cambia tan drásticamente a lo largo del día) que consigue mantener ese efecto termo y aislante, sobre todo en lo referente a fachadas y tejados", explica Bailach.

Dos edificios idénticos de Zaragoza con y sin reforma exterior. / Google Maps

Asimismo, existe una solución individualizada, si la opción de arreglar toda una fachada de un bloque de viviendas es imposible. En este caso, reconoce Susana Embid, arquitecta de la Diócesis de León, se puede añadir al interior de las paredes de la casa unas planchas de pladur con lana. Una solución que garantiza la bajada de la temperatura interna de la vivienda. 

Otro punto importante, en el que inciden todos los expertos, son las ventanas. Materiales como el PVC, que se inventaron hace un siglo, se han convertido en elementos básicos en favor de la eficiencia energética. "Es un material no conductor y el aluminio sí", sentencia Isabel Sánchez, gerente de Dikter, empresa zaragozana especializada en ventanas. Estas deben ir acompañadas de cristales de vidrio bajo emisivos, que impidan el paso del calor.

En la actualidad, la tecnología se ha puesto al servicio del confort en el hogar. Opciones como la instalación de celosías motorizadas o de persianas que, al llegar a cierta temperatura el interior de la casa se bajan, forman parte del catálogo de muchas empresas de reformas.

Arquitectos y expertos en la materia coinciden en señalar que es difícil que el calor produzca grandes daños en la fachada de un edificio. "El problema no es el material de construcción, sino la forma en la que se ha utilizado", advierte Embid, para justificar un posible deterioro. 

Todos los edificios nacen con las llamadas juntas de dilatación. Ellas son las responsables de amortiguar la expansión y contracción de los materiales en función del frío y el calor. "Solo un incendio y sus temperaturas extremas pueden poner en peligro una fachada", concluye Rafael González.