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EN EL RECUERDO

Dos décadas de un impacto emocional sin precedentes

Hay experiencias traumáticas tan angustiosas e inexplicables que son imposibles de borrar. El mundo entero recuerda dónde estaba el 11 de septiembre de 2001

ANA MANCHO /
Homenaje en Nueva York a las víctimas del atentado del 11-S.
icono foto Homenaje en Nueva York a las víctimas del atentado del 11-S.

Imposible olvidar lo que el mundo entero vivió el 11 de septiembre de 2001, cuando cuatro aviones suicidas secuestrados por  terroristas de Al Qaeda se estrellaron contra el World Trade Center de Nueva York, el Pentágono en Washington y en Shanksville (Filadelfia) dejando en total 2.992 fallecidos. Fueron experiencias traumáticas, "acontecimientos que se encuentran fuera del marco habitual de las experiencias humanas y marcadamente angustiantes para casi todo el mundo", como lo define la Asociación Americana de Psicología. Dejaron un impacto sin precedentes en la población y pocos de los que lo vivieron han olvidado dónde estaban y qué hacían en ese momento.

La primera reacción para muchos fue de sorpresa. "Nno sabía qué pensar, ni qué hacer", señala un vecino de Zaragoza. A la sorpresa siguió la incredulidad. Una mujer recuerda que estaba en casa y sus hijas le decían "-no puede ser, es mentira, es mentira mamá-". A estos sentimientos se unieron la "impotencia y la vulnerabilidad, la sensación de que en cualquier momento podía pasar algo" señala otro vecino de Zaragoza. Y todo junto llevó al miedo. "Lo vi como un horror tremendo", asegura un señor. "Un poco de miedo pensar que era relativamente fácil que pasase algo así que no habíamos vivido antes", señala otra mujer. 

Y con la reflexión llegaron las consecuencias. "Estaba "preocupado por las consecuencias porque pensaba que podía a desencadenar un conflicto serio", apunta otro vecino de la capital aragonesa. Otro pensó en "la destrucción del ser humano y la maldad".

Como señala Antonio Muñoz Molina recordando a T.S.Eliot, "los seres humanos no somos capaces de soportar un grado excesivo de realidad", porque "no la entendemos, no sabemos abarcarla si supera demasiado lo probable, si nos sumerge de golpe en lo más inesperado, en lo más atroz". Reflexionaba los días posteriores al atentado en Nueva York que "el hecho en sí, íntegro, monstruoso, repetido, imposible estaba en las imágenes de la televisión, casi a cada minuto, pero para nuestra capacidad de percepción de lo real, para nuestra imaginación tan limitada, seguía siendo no ya inexplicable, sino inaceptable. Por eso era tan fácil identificar aquellas imágenes con las de una película, una de tantas películas norteamericanas en las que los efectos especiales convierten a Nueva York en un escenario del apocalipsis".

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