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MEDIO AMBIENTE

Aire contaminado, campos incultivables y sequía: las otras consecuencias de la guerra

Los conflictos bélicos son una importante causa de destrucción del medio ambiente, especialmente cuando se producen en zonas pobres, como el continente africano

ALBERTO MORA /
Vertidos en el río Congo. / Iván Lizaga
icono foto Vertidos en el río Congo. / Iván Lizaga

Conflictos bélicos como el de Ucrania o la Franja de Gaza provocan un desastre humanitario terrible. Víctimas civiles, refugiados, infraestructuras destruidas, falta de alimentos... Son algunas de las peores consecuencias de la guerra y también las más inmediatas. Pero además de todo eso, también se producen daños irreparables en el medio ambiente que pueden degradar el terreno haciendo la tierra incultivable o provocando escasez de recursos como el agua, tal y como ha corroborado en varios artículos el investigador aragonés del CSIC Iván Lizaga, que ha analizado las consecuencias de estos conflictos en África. Problemas que, incluso, pueden acabar creando una chispa que encienda una nueva guerra.

Por todo esto, cuando dos o más países entran en conflicto, el medio ambiente siempre es una víctima. Pero además, los recursos naturales pueden convertirse en un objetivo bélico o ser, directamente, un arma de guerra para hostigar al enemigo. 

Según el programa de Medio Ambiente de la ONU, el 40% de los conflictos mundiales están relacionados con la explotación de los recursos naturales como madera, oro, petróleo, agua o tierra fértil. Además, en los últimos 60 años se han producido conflictos armados en la mayor parte de los principales puntos de biodiversidad del planeta, poniendo en riesgo su conservación. Para llamar la atención sobre este asunto, desde la institución se declaró el 6 de noviembre como el Día internacional para la Prevención de la Explotación del Medio ambiente en la guerra y los conflictos armados.

El medio ambiente es la víctima silenciosa de todas las guerras

La naturaleza y los recursos sufren las consecuencias de todas las acciones militares llevadas a cabo durante una guerra. Las bombas destruyen parajes naturales, contaminan las aguas y afectan a infraestructuras vitales para la conservación del medio ambiente, como presas. Además, el combustible utilizado por los pesados vehículos que se despliegan sobre el terreno, como tanques, camiones de suministros o aviones, elevan la contaminación en la zona. También son habituales los incendios, que pueden acabar afectando a los ecosistemas naturales, o la introducción de especies invasoras.

Lógicamente, todas estas consecuencias aumentan su gravedad cuanto más largo es el conflicto. Por ejemplo, la guerra civil en Mozambique, que duró 15 años, hizo que el Parque Nacional de Gorongosa acabara perdiendo más del 90% de su fauna y redujo la población de elefantes de los 2.000 ejemplares a solo 200.

Para evitar estas desastrosas consecuencias, el Derecho Internacional Humanitario censura el uso del medio ambiente como arma, prohibiendo ataques deliberados contra recursos naturales o exigiendo que las partes en conflicto valoren la posibilidad de causar daños ambientales antes de decidir un ataque. Exigencias que no siempre se cumplen.

Los recursos naturales como arma de guerra u objetivo bélico

Además de sufrir las consecuencias de las acciones bélicas, el medio ambiente también se convierte en un objetivo para las partes en conflicto. Los pozos de petróleo, fuentes de agua o minas se convierten en elementos de alto valor, ya sea para controlarlos o para destruirlos. A lo largo de la historia, los ejércitos han utilizado tácticas como la quema de cosechas, la tala de árboles, la contaminación del agua o el aire o el envenenamiento del suelo para debilitar al enemigo.


Zona deforestada en territorio africano. / Iván Lizaga

Estas acciones, a largo plazo, pueden hacer que el territorio pierda sus recursos naturales, dificultando la recuperación una vez terminada la guerra o, incluso, llegando a provocar otro conflicto ante la escasez de alimentos o elementos de producción.

Las guerras en los países más pobres generan consecuencias más graves para el medio ambiente

Cuantos menos dinero tiene el territorio afectado por la guerra, mayores son los daños a los recursos naturales y más complicada y difícil es su recuperación cuando termina el conflicto. Lo sabe bien el aragonés Iván Lizaga, científico del CSIC que ha escrito varios artículos sobre las consecuencias medioambientales de guerras que han tenido lugar en África, especialmente en la frontera entre Congo y Ruanda. En este continente, el 75% de los conflictos se han financiado parcialmente gracias a la explotación de recursos como minerales, madera o carbón.

Lizaga explica, por ejemplo, que la posguerra cambia la forma de cultivar: como la necesidad de comida es muy importante se prioriza el cultivo al cuidado de la tierra, por lo que no existe una agricultura a largo plazo: "Se erosiona el suelo, se pierden los nutrientes y cada vez la producción agrícola es menor". Esto, además, hace que se exporte mucho más sedimento, por lo que el agua llena los cauces mucho antes, produciéndose desbordamientos y riadas que llegan a provocar cientos de muertos. Civiles que, si bien no han perdido la vida durante un bombardeo o un ataque, no dejan de ser víctimas indirectas de la guerra. Esos desastres naturales, unidos a la falta de infraestructuras que sufren hacen que los países del tercer mundo tengan mucho más difícil recomponerse después de una guerra, cronificando el problema.

Lizaga habla de puentes y pueblos destruidos, y de un ciclo que no para: "La agricultura más pobre produce desastres naturales, pero además el sedimento acaba en el lago y contamina las aguas, por lo que la pesca se concentra en unas pocas zonas, no hay tanto pescado para comer y se genera más inestabilidad, que puede ser la chispa para otro conflicto armado".

En su opinión, la solución está en el cambio de mentalidad agrícola, en el aumento de la ganadería y también en la educación, algo que no siempre es posible debido a las urgencias que genera una guerra. También apunta que la inestabilidad que provocan los conflictos bélicos juega en contra del respeto por el medio ambiente: "Si alguien sabe que no va a quedarse mucho tiempo en una zona porque va a estallar una guerra no se preocupa de tratar bien la tierra".


El crecimiento del cauce del río afecta a edificaciones cercanas. / Iván Lizaga.

Según Iván Lizaga, problemas similares a estos se vivirán en Ucrania, otra zona en guerra, aunque las mejores infraestructuras y apoyo internacional evitarán las consecuencias más catastróficas: "Allí la agricultura no es tan tradicional como en África. La degradación del suelo y de los bosques existirá y habrá pérdida de producción, pero por ejemplo no se producirán desastres naturales".

Consecuencias medioambientales de la guerra de Ucrania

La invasión rusa de Ucrania dura ya más de 20 meses, y sus consecuencias medioambientales afectan, según la OCDE, a bosques, ecosistemas marinos y terrestres y a infraestructuras de agua y de gestión de residuos. Los ataques a refinerías, plantas químicas u oleoductos han contaminado aire, agua y suelo, y esto, según la organización, va a generar "consecuencias inmediatas y a largo plazo para la salud humana y los ecosistemas".

Además, se han depositado toneladas de residuos, algunos de ellos tóxicos, como vehículos y equipos abandonados, fragmentos de proyectiles y escombros. Los restos de munición, en concreto, pueden filtrar, según la OCDE, sustancias químicas y metales pesados al suelo, afectando a la calidad del agua. Según el gobierno ucraniano, 900 de sus áreas naturales, el 30% de sus áreas protegidas, se han visto afectadas por la guerra.

Las guerras que más han afectado al medio ambiente

El daño que se provoca a los recursos naturales depende del territorio que sufre la guerra. Así, aquellos en los que hay más riqueza son los que más la sufren. Según la Fundación Aquae, estas son las guerras que han tenido peores consecuencias para el medio ambiente:

- Guerras mundiales: más de 1,6 millones de toneladas de munición permanecen hundidas en la zona alemana de los mares del Norte y Báltico, poniendo en peligro los ecosistemas marinos.

- Guerra de Vietnam: se utilizaron armas químicas muy contaminantes, como el napalm o el herbicida conocido como 'agente naranja', con el que se deforestaron grandes zonas de bosque.

- Guerra de Afganistán: la guerra provocó la deforestación del 95% de su territorio.

- Guerra de Irak: las tropas de Sadam Hussein drenaron las marismas de Mesopotamia, transformándolas en un desierto. Además, se vertió petróleo a un río para envenenar el agua potable.

- Guerra de Nepal: durante el conflicto se explotaron sin control sus recursos vegetales.