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REINSERCIÓN SOCIAL

La educación, herramienta para contener la reincidencia y facilitar la reinserción social

Una quinta parte de los internos en los centros penitenciarios españoles deciden formarse, lo que repercute también en su autoestima y confianza en sí mismos

ARAGÓN NOTICIAS /

En España hay 50.000 personas privadas de libertad distribuidas entre los más de 60 centros penitenciarios del país. En el de Zuera se encuentran 1.205 de ellos. La educación en estos centros es una de las claves para contener la reincidencia y facilita la reinserción social. Y una quinta parte de los internos aprovecha su tiempo entre rejas para formarse, lo que ayuda a que no vuelvan a cometer un delito.

Y para ayudarles en esa tarea, nueve docentes  del Centro de Educación para Adultos Margen Izquierda asisten a diario a Zuera para impartir clases de Primaria, Secundaria y español para extranjeros a 300 alumnos y alumnas. Ana Liso, coordinadora de profesores del centro, lleva 11 años impartiendo clases de lengua e inglés. Explica la dificultad con la que se encontró de separar a la persona de sus delitos. “El primer día estaba un poco asustada -admite-. En tu mente, por mucho que vengas aquí de manera voluntaria, al principio es un criminal. Y tiendes a preguntarte sobre los motivos que le han llevado allí, o si es peligroso". 

En el lado opuesto, Santi Ervrad tiene 28 años y calcula que va a pasar seis años en el centro penitenciario. Mientras cumple su condena, estudia para sacarse el graduado escolar como en cualquier centro de adultos. "Ya que tengo que estar aquí un tiempo, pues qué mejor que aprovecharlo y dedicarme a hacer cosas positivas que me van a aportar a mi futuro y a mi trayectoria laboral", expresa.

El derecho a la educación

Carmen Gambaro, directora de la cárcel de Zuera, resalta la importancia de la formación en el tratamiento penitenciario que se les da a estas personas. “Nos ayuda a mejorar el conocimiento de los internos, a desarrollar sus aptitudes y a solventar o compensar las carencias que presentan”, señala.

La labor del docente en la cárcel implica más que recurrir a los libros de texto, y tienen que contribuir a desarrollar otras competencias. "Participamos en un programa de innovación que se llama 'Aulas Felices, en el que intentamos trabajar ciertas fortalezas para que ellos, cuando salgan o vuelvan a la sociedad, tengan más habilidades para relacionarse o para trabajar”, explica.

Por su parte, Santi Ervrad destaca, además, que también se les enseña a saber perdonar. “Creo que esto también es muy importante", apunta. "Y también es importante perdonarse a uno mismo en este tipo de situaciones, porque la educación es fomentar aptitudes físicas, psicológicas y sociales de una persona e incrementar su personalidad”, añade.

En el caso de Violeta, una de las 59 mujeres internas en la cárcel de Zuera cumpliendo condena desde hace un año y tres meses, las clases se han convertido en una zona de distensión. Expliqa qu se apunta a todas las actividades que hay "porque estar sentada en una silla sin hacer nada, hablando con las compañeras, no se puede aguantar sin más durante un año".

José Manuel De Frutos, director del Centro Público de Educación de Personas Adultas, subraya que su situación cambia en las aulas: “La principal motivación que tienen los alumnos para venir aquí es encontrar un espacio que está fuera del centro penitenciario. Cuando están en el aula no se sienten presos, se sienten alumnos”. Liso añade que, en muchas ocasiones, el trato recibido ha sido diferente: “Me han tratado de una manera a veces como si fuera ya no una profesora sino una amiga, una psicóloga, la única persona que los escucha. A veces yo decía "parezco el cura del pueblo" porque no los escuchan muchas veces ni sus propias familias porque ya han renegado de ellos".

Muchos de ellos eligen la formación, precisamente, para conectar con la familia. Juan Ortega Gutiérrez ingresó en la prisión hace 17 años, cuando no sabía leer y escribir y aprendió por su hija y su mujer. "Me escribían cartas y en aquel entonces me las tenían que leer los compañeros y me las tenían que escribir los compañeros para yo tener información. Decidí apuntarme a la escuela para aprender a leer y escribir y las cartas leerlas yo y escribirlas yo", explica.

 Juan Ortega decidió apuntarse a la escuela de la prisión para aprender a leer y escribir.

Formación para la reinserción social

El analfabetismo entre internos es bastante común. El año pasado, más de 13.000 internos de los 50.000 que hay en España estudiaron. Del total, 7.400 asistieron a clases de Primaria y 3.300 más, de Secundaria. El acceso a la educación también es una "exigencia para la integración social, sobre todo, si tenemos en cuenta que muchas de las personas que se encuentran en prisión no han podido acceder a él”, expresa Gambaro.

El centro de Zuera también cuenta con seis grupos de educación para extranjeros para personas que, como Youssef, cometieron un delito en España pero no conocen el idioma. Su condena es de dos años y seis meses, y necesita aprender el idioma para comunicarse. “Me entiendo bien con mi profesora, Vanesa. Me ha explicado bien y muchísimo. Antes, cuando entré aquí no entendía nada, ni  'hola', ni 'buenos días'. Ahora estoy bien. Puedo conectar con la gente o puedo comprar cosas”, declara.

Además de formarse, también trabajan para superar obstáculos de formación y eso es terapéutico. El resultado, más allá del título, es una mejora considerable en la autoestima. “Muchas veces, llegan con la idea de que no sirven para nada, y al final, ganan mucha autoconfianza, que es muy importante porque muchas veces el concepto que tienen de ellos mismos es nefasto”, destaca Ana Liso. Juan también notó la falta de confianza en sí mismo: “Me dieron un cuaderno de caligrafía de Rubio en el 2006 y aprendí a poner mi nombre en el 2007, y decía que no era capaz. Ha afectado mucho mi autoestima en todos los sentidos. Pero ahora todos los días escribo y leo. Para mí es muy diferente a no saber hacer nada”, explica.

Todo esto, a su vez, ha mejorado sus posibilidades de inserción social: "Conozco a alumnos que han empezado en primaria, en formación inicial que se llama. Luego han cursado la secundaria y me los he encontrado por la calle, porque me han dado las gracias porque han conseguido una forma de integrarse en la sociedad de nuevo", comenta De Frutos.

El objetivo principal es estudiar para ser libres en la cárcel y autónomos para poder volver a la calle. Sin embargo, el estigma de la sociedad sigue latente según señala la directora del centro penitenciario. “El 80% de las personas que se encuentran en prisión no van a volver a delinquir. El estigmatizarlos sería un doble castigo para esta persona, ya que no solamente cumplen la pena privativa de la libertad, sino que luego se les castiga de diversas formas, no aportándoles un trabajo o estigmatizándolas por su condición", concluye.