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MEDIO RURAL

Pan artesanal y personalizado desde un pueblo de 22 habitantes

Asunción Coyo es la panadera de Noales, un pequeño municipio del Pirineo aragonés, desde el que elabora y distribuye pan a los vecinos de 15 kilómetros a la redonda

TERESA P. ALBERO /
Asunción Coyo con uno de sus 'tiñols'. / Foto: @panesfarredelaigua
icono foto Asunción Coyo con uno de sus 'tiñols'. / Foto: @panesfarredelaigua

Con apenas una veintena de habitantes, Noales, una pequeña localidad de la comarca de la Ribagorza enclavada en el Pirineo aragonés, puede jactarse de mantener abierta una panadería, algo poco usual dada su densidad de población y los tiempos que corren. El despacho de pan Farré de L' aigua lo regenta Asunción Coyo, quien a sus 60 años lleva 31 al frente del obrador.

Nacida en el municipio, aprendió de sus padres los pormenores de la elaboración tradicional y artesanal del pan. "En casa, mis padres tenían un horno moruno desde 1940. Los vecinos del pueblo y de la zona llevaban con sus caballerías el trigo y los cereales para molerlos en el molino harinero de agua que tenían, y se llevaban el equivalente en kilos de pan al de harina que habían llevado", explica.

Siguiendo la tradición familiar, la panadera continúa elaborando los panes con el mismo procedimiento que lo hacían sus progenitores, aunque con ayuda de maquinaria moderna. "Hago las piezas según las directrices y costumbres de mis padres, pero añado cosillas como el uso de una formadora de barras o una pesadora -matiza -. Aunque la base principal es la misma que la de antaño y cada pieza está elaborada de forma manual, una a una".

Con todo, de su panadería salen piezas tradicionales, pero, desde hace cuatro años, también novedosos panes que la propia artesana elabora de forma personalizada para sus clientes. "Añado a la masa del pan, ya sea de harina ecológica o de harina blanca de trigo, los ingredientes que el cliente quiere", señala. 

Una propuesta innovadora que comenzó a publicitar a través de las redes sociales: "Me dediqué a hacer muestras y las publiqué en las redes". Comenzó dando a conocer su pan y su repostería en Facebook y luego dio el paso a Instagram. "Gracias a ellas me conocen. Soy bastante activa y me he ido dando a conocer. Sin eso no habría tenido algunas oportunidades que he tenido viviendo en una esquinita del Pirineo", comenta en referencia a su aparición en el libro 'Pan de pueblo', del famoso panadero Ibán Yarza, o a su participación en la última edición de Madrid Fusión, donde estaba incluida en una mesa redonda gracias a la revista Panorama Panadero.

"Son piezas únicas. He hecho pan de lo impensable, como de lentejas o de gazpacho", recuerda. En la puerta del despacho de pan puede observarse la lista de 'tiñols' (palabra que se utilizaba en la zona para referirse a todo pan que no fuese una barra y que intenta recuperar ahora) personalizados que elabora, entre los que se incluyen de chocolate, de higos, de remolacha o de turrón. "Animo a mis clientes a que me propongan retos. Estos panes tienen mucho éxito y gustan mucho", indica, algo que para ella es una satisfacción, dice.

Pero su trabajo diario -abre la panadería todos lo días salvo el domingo- no acaba en la elaboración y venta de pan. Asunción Coyo también distribuye sus productos entre los pueblos de la zona. "Con los 22 vecinos de Noales no me daría para vivir", señala, por eso hace reparto diario de pan entre las poblaciones cercanas. "Reparto a unos 15 kilómetros en dirección a Cataluña y lo mismo en Aragón. Voy cada día a El Pont de Suert y a Laspaúles, donde dejo el pan en los establecimientos, y otros días reparto puerta a puerta en otros pueblos cercanos", comenta. 

Entre su clientela están los propios habitantes de Noales, para los que la panadería es punto de encuentro y una forma más de socializar. "A veces se juntan varios clientes y hablamos, nos contamos cosas, nos reímos. Es un núcleo de amistad, de encuentro con los vecinos y siempre hay algún tema para conversar", subraya la panadera. Para ella vivir en la localidad es vivir en una zona privilegiada.

Además de su clientela fija, "la de toda la vida", también se encuentran los turistas que en verano o en vacaciones pasan tiempo en la zona. "Tengo clientes desde hace muchísimo años que repiten. Se alojan en campings, casas rurales y hoteles de aquí y vienen cada año a comprar el pan cuando están en la zona", indica. Algo que para ella supone un revulsivo al trabajo bien hecho: "Me deja muy satisfecha que repitan, que me digan cosas buenas del pan. Si el cliente está satisfecho, la panadera está feliz", señala contenta.