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MÚSICA

El Monegros Desert Festival cumple 30 ediciones con todas las entradas vendidas

50.000 personas aguardan ya la apertura del festival, a las 14:00 horas. Por delante, 22 horas del mejor tecno del mundo, a cargo de 150 artistas, en en medio del desierto fraga

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto Uno de los conciertos del Monegros Desert Festival 2022. / Toni Villén

Este sábado se celebra el Monegros Desert Festival, uno de los festivales de música tecno más importantes del planeta, que celebra su 30 aniversario. Sus cifras lo dicen casi todo: 60.000 metros cuadrados, más de 50.000 asistentes procedentes de más de 80 países, 150 artistas repartidos en 11 escenarios, 22 horas de música ininterrumpida, 2.500 personas trabajando para que todo salga bien, siete millones de euros de presupuesto y todas las entradas vendidas.

Además, el impacto económico en toda la zona se cifra en unos 30 millones de euros, con todos los alojamientos al completo en un radio de 150 kilómetros. Este Pero lo que no pueden reflejar los números es que se trata de una experiencia diferente, aseguran, para los músicos y los miles de espectadores que llegan cada edición gracias a la magia del desierto.

La familia del desierto

Detrás de todo esto hay una historia familiar que cumple ya 30 años, y que nos trae este sábado el programa Objetivo, de Aragón TV. El relato lo inicia el fundador del festival, Juan Arnau. “En aquellos tiempos no existían locales donde se pudiera escuchar música electrónica, por eso que nacen las ‘raves’ en toda Europa. Cruz, mi mujer, con muy buena visión, después de estar en una ‘rave’ en Liverpool  y después de correr delante de la policía, porque nos desalojaron, me dijo: ‘Esto lo tenemos que hacer en Fraga, en la finca de tu familia’". Y así ocurrió. “Nunca pensé que sería lo que es ahora, por supuesto, sino que creí seguiría como empezó, una fiesta entre amigos”, admite.

Cartel de esa primera edición del Monegros Desert Festival. | Objetivo

Una historia que tampoco es un hecho aislado. Esta familia se ha dedicado al entretenimiento desde el año 1880, cuando José Satorres abrió el café Josepet en Fraga. Después llegaron un café-teatro, cines, salas y clubs de baile y una discoteca icónica: Florida 135. Ahora, los hijos de Juan y de Cruz, que se llaman como ellos, son ya la sexta generación, están al frente de los espectáculos de El Row y desde la jubilación de su padre, también del festival.

“Es una suerte para mí y para mi hermano, porque a los dos nos gustaba y lo hemos vivido muy muy muy de pequeños; lo llevamos en la sangre”, apunta Cruz. “El hecho de heredarlo de nuestros padres da más presión; así como El Row lo hemos creado nosotros y es nuestro bebé, el festival  es un producto que nos gusta mimar más, porque no es nuestro y la idea es que crezca e intentarlo hacer mejor, que es difícil", añade Juan.

Más que un festival

Y todo, con un protagonista omnipresente, el desierto imprevisible, que marca cada paso, de la planificación y la logística, al montaje y las actuaciones. Y que da razón de ser a uno de los lemas de la cita: “Yo sobreviví al Monegros Desert Festival”.

"No es un festival cómodo, es una batalla, es una guerra. Es la madre de todas las fiestas; mucha gente viene pensando que aquí va a encontrar comodidad y no, aquí se viene a lo que se viene", asegura Andrés Campo, uno de los DJs con más recorrido internacional del panorama tecno.

Natural de Huesca, en 2011 pasó de ser asistente del festival a uno de los artistas del cartel. Y este año va a cerrar el festival. “Es como si fuera la final de la Champions para un futbolista; es el sitio donde cualquier artista de tecno o de electrónica más ‘underground’ quiere estar”, asegura con orgullo.

¿Qué es, entonces, el Monegros Desert Festival? “No se puede explicar con palabras, creo que hay que vivirlo, es una experiencia muy bonita. También dura, pero al que le guste la rave, la fiesta, la música y los festivales es una experiencia mágica", asegura Cruz. Una magia que ha viajado de generación en generación, a través del desierto y del tecno, y que ha hecho que la ilusión de esos pioneros se haya convertido en una historia aragonesa épica.