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NUEVAS TECNOLOGÍAS

Exponer a menores en redes sociales: cuando el orgullo de los padres se convierte en un riesgo inapreciado

En el momento en el que la imagen llega a internet, se pierde por completo el control sobre ella. Esta práctica también puede generar problemas en el desarrollo evolutivo del menor

ESTER L. FERNÁNDEZ /
Los riesgos de compartir contenidos, a veces, pasan inadvertidos. / Pexels.
icono foto Los riesgos de compartir contenidos, a veces, pasan inadvertidos. / Pexels.

Una foto o un vídeo de sus primeros pasos, de su primer biberón, de su primer partido... Son momentos que padres y madres suelen compartir en redes sociales para mostrar al mundo lo orgullosos que están de sus hijos. Pero este inocente gesto, puede conllevar riesgos. Este fenómeno, que consiste en compartir fotos de los hijos menores en plataformas digitales, es conocido como 'sharenting'. En este momento, las redes sociales con más riesgo son Instagram, TikTok, Snapchat y Twitch. 

El primero de estos peligros, señala Carla Román, psicóloga y coordinadora de la delegación aragonesa de la Fundación Vicky Bernadet, es que cuando se expone a los menores en redes sociales no se puede controlar a quién le llega esa fotografía o ese vídeo, ni tampoco el uso que se le va a dar. El anonimato de la web propicia que pederastas y depredadores sexuales se escondan con una facilidad escandalosa, pudiendo provocar enormes daños a los niños.

Compartir sus imágenes también puede vulnerar los derechos de la infancia, como el derecho a la intimidad y a la protección de datos. Esto se produce ya que no son ellos los que deciden compartir su imagen, sino que son sus padres quienes lo hacen. 

Evitar sacar el rostro de los niños es una buena forma de preservar su intimidad. / Pexels

Por otro lado, este hábito puede desembocar en problemas del desarrollo evolutivo y del aprendizaje. A este respecto, Román señala que cuando en casa ven que constantemente se está compartiendo todo lo que hacen es "muy complicado" enseñarles lo que es la intimidad y que hay límites. "No lo interiorizan y, para ellos, se genera la obligación de tener que mostrar su vida", añade la psicóloga. 

Como consecuencia, se genera también en los pequeños la necesidad de buscar la aprobación de todo lo que hacen y comparten. Cuantos más 'Me gusta', mejor. "Son plenamente conscientes de ello, lo asocian y además, muchas veces, sin darnos cuenta, los adultos podemos estar reforzando este comportamiento", indica Román. La psicóloga explica también que los profesionales empiezan a percibir que a partir de los cuatro años los niños pueden desarrollar esa especie de adicción a subir vídeos, "esa necesidad de que les digan que lo que hacen es guay, está muy bien y les gusta mucho". 

Conforme van creciendo, las consecuencias también lo hacen. Surgen entonces los problemas de autoestima, las inseguridades, el miedo al rechazo y la vergüenza, porque buscan constantemente la aprobación y el reconocimiento social. Además, construyen su imagen con lo que ven de otros. Y muchas veces, no tienen en cuenta que el contenido que se vuelca está absolutamente controlado. "No hay errores, porque todo está más que medido. Y los errores son necesarios para aprender a gestionar los fracasos y la frustración", indica Román. 

Otro de los perjuicios del anonimato digital es que provoca falta de empatía, lo que puede dar lugar a que los menores se conviertan en acosadores y acosados. Cuando se producen conversaciones a través de la pantalla, no se ve la cara de la otra persona, sus expresiones, sus reacciones... En definitiva, si se está dañando a la otra parte. Esto implica que cuando se dice algo que daña al otro no se si siente malestar inmediato, pero en contraposición, para la víctima el daño es permanente. Por ejemplo, una foto o un vídeo de niños con el que se puede "ridiculizar" a un menor. Si este contenido permanece y aparece una y otra vez, el desgate psicológico es muy importante para la víctima.

¿Los padres son conscientes de esto?

Pero, ¿son los padres conscientes de esto? "La respuesta es no". Román señala que, en la mayoría de las ocasiones, los padres quieren compartir con el mundo esa felicidad que les provocan sus hijos. Por ello, asegura, "hay que dejar de pensar en qué necesito yo para pensar en lo que necesitan mis hijos", porque aunque no se hace en negativo, no son conscientes "de la magnitud" de estas prácticas. 

Aunque las intenciones son buenas, las consecuencias pueden ser fatales. / Pexels

La psicóloga explica también que es importante hablar con el resto de la familia (abuelos, tíos, sobrinos, primos...) para que cuando haya este tipo de contenidos tampoco los compartan en sus redes sociales o plataformas digitales. 

La responsabilidad parental es clave

Para Carla Román, en todo esto, la responsabilidad parental es vital. No solo para vigilar y controlar sus propios contenidos o los de los menores, sino también para educar, enseñarles las claves que tienen que hacer saltar sus alarmas. En definitiva, educar adultos críticos que sepan diferenciar conductas normales de otras que no lo son. Porque la red es un entorno perfecto para que pedófilos y delincuentes sexuales puedan encontrar contenido. Incluso para ponerse en contacto con los niños, engañarles, pedirles fotos o vídeos, extorsionarles e incluso intentar quedar con ellos. 

Román indica también que si los menores se encuentran en una situación de este tipo y dan la voz de alarma, siempre hay que reforzar y premiar este comportamiento, para que vean que no están solos y que hay que combatir estas actitudes y delitos. 

Por último, Román señala que compartir fotos o vídeos sin abusar no es nocivo, en fotos con más gente, desde la lejanía o sin que se aprecie el rostro del niño. Lo que nunca hay que hacer, explica, es subir contenidos en los que los menores salgan desnudos o con poca ropa, como en el baño o en la piscina. O lo que también está muy de moda ahora, vídeos sexualizados, de música y con ropa que no corresponde con las edades de las niñas. "No hay que pensar en quién va a mirarlos con amor, sino en quién puede hacerles daño", asevera. Recomienda también no hacer estas publicaciones a tiempo real, ya que esto facilita la geolocalización de los menores. 

No compartir imágenes a tiempo real es otra medida de precaución. / Pexels

Policía Nacional y centros educativos

Para que los padres sean conscientes de toda esta realidad, que en muchas ocasiones avanza y cambia a una velocidad de vértigo, la Policía Nacional imparte formaciones en colegios e institutos, a padres y a alumnos. El inspector Carlos Franco, delegado de Participación Ciudadana de Policía Nacional, explica que han notado un aumento en la preocupación de los centros educativos en estos asuntos. Este asegura que cada año son más las solicitudes que reciben para acudir a dar charlas. 

Tanto en niños o adolescentes como en adultos, los peligros, en muchas ocasiones, pasan desapercibidos. "Son conscientes de que los riesgos existen, pero piensan 'no me va a tocar a mí'. Como estamos en casa con el móvil o la tablet, lo asociamos con un entorno seguro y esa percepción de riesgo desaparece", explica el inspector. "Es muy importante que les enseñemos a los niños que en la web también existe ese desconocido con el que siempre le decíamos que no se tenía que ir", indica.

La Policía Nacional imparte charlas en colegios e institutos. / Europa Press

Para Franco también es relevante que los padres hagan un esfuerzo para conocer las redes o juegos que usan sus hijos o dónde vuelcan sus contenidos, si hay chats o para qué edad están recomendados. No obstante, recuerda que no deberían tener redes sociales si son menores de 14 años. "Con toda la información que se vuelca, con esa huella digital que dejamos, después será muy complicado hablarles de privacidad o de intimidad cuando somos nosotros, los adultos, quienes los estamos exponiendo", señala el inspector. 

Más allá de esto, Franco apunta que hay otros peligros: las tecnoadicciones, el 'sexting' (enviar contenido íntimo a la pareja) o el 'grooming' (adultos que se hacen pasar por menores para después extorsionarlos). En los dos últimos casos, señala que son prácticas de riesgo y que siempre hay que denunciarlas, así como hacer ver a la víctimas que no están solas para evitar que, en situaciones extremas, puedan llegar incluso a quitarse la vida.  

Para concluir, el inspector Franco señala: "No se trata de vivir con miedo, sino de ser conscientes". Y, para ello, asegura que la educación es clave.