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SOCIEDAD

Aprender a coser, hacer ganchillo o carpintería: los jóvenes se interesan por actividades tradicionales

Los nuevos 'hobbies' de los veinteañeros se centran en la vuelta de las ocupaciones artesanales para alejarse de la rutina y elaborar sus propia ropa, muebles o menú

TERESA P. ALBERO /
Curso de cocina en La Zarola. / La Zarola
icono foto Curso de cocina en La Zarola. / La Zarola

"Siempre he visto a mi abuela cosiendo. Nos apañaba la vuelta de un pantalón, cosía los botones o remendaba agujeros en la ropa. Ahora ya es mayor y no ha podido enseñarme". Es la razón por la que Elisa Navarro, una joven zaragozana de 29 años, se apuntó a clases de costura. Lleva poco tiempo, pero ya ha elaborado sus primeras piezas: "He hecho una funda de móvil y ahora estoy haciendo una bolsa". Su caso no es único. Cada vez son más los jóvenes que optan por aprender actividades tradicionales, como la carpintería, el ganchillo o la cerámica. 

Su interés por este nuevo 'hobby' surgió tras ver como dos de sus hermanos habían aprendido "bastantes cosas" con pocas clases. "Mi hermano me hizo una falda y cosió también una mochila", recuerda. Ahora es ella la que da las puntadas en el Centro Cívico Delicias, donde acude a clases para jóvenes. "Por unos 12 euros al mes nos enseñan a coser. En los talleres hay máquinas de coser y material, nosotros solo llevamos las telas", apunta. 

La joven no es la única menor de 30 años que acude al curso: "La mayoría somos veinteañeros y están todas las clases llenas". "Parece que coser un bolsillo interior, por ejemplo, es sencillo, pero no lo es. Cuando utilizas tus creaciones, las llevas con orgullo porque sabes lo que cuesta hacerlas", reflexiona Navarro, que ve en este aprendizaje una oportunidad para darle una segunda vida a algunas prendas y para poder hacer lo que siempre ha querido: coser como su abuela. "Me relaja mucho. Es muy útil. En el momento que se vaya mi abuela, esto me ayudará un montón", reflexiona. 

Además de coser, tejer es otra de las actividades tradicionales que están en auge. Históricamente, las abuelas y madres transmitían esos conocimientos a sus hijos, sin embargo, ahora se aprende en clase. "Voy dos veces a la semana, dos horas y media cada día para aprender a tejer", indica Sara Ledesma, de 26 años. En su caso, la curiosidad por el punto nació tras ver como las usaba su madre cuando ella era pequeña: "Recuerdo verla y también a mi abuela. Además, cuando trabajé en un colegio de Zaragoza, vi como los niños de seis años aprendían a tejer pequeñas cosas, como una funda para la flauta o un estuche para las gafas, y me decidí a aprender". 

Elisa Navarro junto a dos de sus creaciones. 

"Desde que empecé, tejo mis propias bolsas y bufandas. Cuando necesito algo, lo hago yo si es básico. De hecho, tengo bufandas, pero siempre me pongo la que yo he tejido, tiene un imán especial al ser algo que he tejido con mis manos", comenta Ledesma.

Este aumento de interés por parte de los veinteañeros en actividades que pueden parecer de antaño lo notan en negocios especializados, como La Zarola. En su local, ubicado en el centro de Zaragoza, organizan cursos de cocina de lo más variado. "Tenemos muchas temáticas, como comida tailandesa, sushi, italiana, peruana...", enumera Sara Acero, gerente del establecimiento. 

A sus talleres acuden perfiles muy diversos, pero hay un curso concreto en el que los jóvenes son mayoría: "En cocina para principiantes solemos tener alumnos por debajo de los 30 años, aunque también hombres de más edad, que necesitan aprender las nociones más básicas de la cocina". A lo largo de cuatro días, adquieren conocimientos esenciales sobre preparación de alimentos y uso de utensilios. "Hemos tenido a muchos jóvenes que no saben usar un abrelatas o un exprimidor manual", cuenta Acero, que añade: "Suelen ser personas que se han independizado recientemente y que necesitan cocinar, aunque sea lo básico". Algo que antes enseñaban los padres a los hijos, pero que ahora se va perdiendo. "También hay personas más mayores, sobre todo hombres, que por circunstancias personales se ven obligados a aprender", añade. 

En el taller de La Termita, en Zaragoza, ofrecen diferentes cursos relacionados con la madera, uno de ellos es el de iniciación a la carpintería, al que acuden muchos jóvenes. "Desde hace 10 años, cuando empezamos, se ha interesado mucha gente joven, de entre 25 y 35 años", señala Antonio Espada, cofundador de este espacio. La mayoría de alumnos tiene conocimientos previos y aprenden carpintería por 'hobby'. Todos con el objetivo de aprender a trabajar la madera de forma artesanal.