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HISTORIA

Miguel Servet, Miguel de Molinos o el papa Luna, aragoneses herejes que escapan al olvido

La Iglesia católica señaló a los tres personajes históricos por su labor y creencias. Ahora, se lucha por su restitución y por dar a conocer su legado

ARAGÓN NOTICIAS /
Figura de Miguel Servet en la puerta del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
icono foto Figura de Miguel Servet en la puerta del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

El arzobispado de Zaragoza y el Gobierno de Aragón han iniciado un proceso para que el Vaticano deje de considerar como antipapa y hereje a Benedicto XIII, más conocido como el papa Luna. Es uno de los nombres de aragoneses ilustres, malditos o excomulgados de la Iglesia católica. No es el único, hay otros aragoneses proscritos por la Iglesia, cuyas obras han caído el olvido. 

Un ejemplo es el de Miguel de Molinos. Nació en Muniesa (Teruel), en 1628, y en Roma desarrolló la parte más importante de su carrera como sacerdote, convirtiéndose en un influyente predicador. Reflejó su conocimiento en un libro que fue todo un éxito. "En un momento determinado decide escribir 'La guía espiritual', un libro que en 15 años tuvo 20 ediciones y fue traducido a todos los idiomas de Europa. Lo que llamaríamos hoy un 'best seller'", indica José María Lomba, coordinador del Centro de Estudios Miguel de Molinos. 

Busto de Miguel de Molinos en Muniesa (Teruel).

Pero el aragonés cayó en desgracia y la Iglesia lo condenó por herejía. Una suerte que también corrió Miguel Servet, quemado en la hoguera por los calvinistas. El poder espiritual fue, durante siglos ,mayor que el terrenal, como explica el catedrático de Historia Medieval y escritor José Luis Corral: "Podías ser condenado a larguísimos años de cárcel y, en algunos casos, a pena de muerte".

Ser señalado como hereje era una de las más terribles condenas. "Significaba ser separado de la salvación eterna, es decir, arder eternamente en el fuego del infierno", añade Corral. 

La sentencia de la Iglesia iba más allá. Los libros se destruían, los nombres e imágenes se borraban, condenando a las generaciones siguientes a no saber. "La excomunión también puede convertirse en un instrumento político para satisfacer unas necesidades que se considera que se pueden alcanzar a través de la misma", comenta el profesor de Derecho de la Universidad de Zaragoza Guillermo Vicente.