#LaMoviola La imagen de la mujer española en la cultura popular

A través de la Sección Femenina, el Régimen había implantado en la sociedad un ideario represivo hacia la mujer: su destino era la dedicación exclusiva a su familia, contemplándose de forma negativa el trabajo fuera del hogar.  Eran consideradas el sexo débil, delicadas físicamente y dependientes siempre del varón. Se exaltaba su destino como esposas y se las animaba a la búsqueda del hombre ideal, que acabaría convirtiéndose en su marido.  

Fiel reflejo de esta situación puede verse en películas como Cielo negro (1951, Manuel Mur Oti), donde una humilde empleada de una casa de modas, Emilia (Susana Canales), no duda en apropiarse de un vestido movida por su amor por Fortún (Luis Prendes), un compañero de trabajo. También en Calle mayor (1956, Juan Antonio Bardem), donde su protagonista, Isabel (Betsy Blair), se convierte en el objetivo de todo tipo de burlas al encontrarse soltera con 35 años.

La protagonista vive en una ciudad de provincias, un círculo muy cerrado que contribuye a acentuar el malestar que sufre con sus acosadores y que acaba por convertirla en una persona infeliz. La humillación del personaje femenino llegó hasta los carteles publicitarios de la obra, que se anunciaba bajo el eslogan: “El gamberrismo haciendo presa en una infeliz que vive tardíamente las ilusiones de los dieciocho años” (La Vanguardia Española). 

Un año más tarde, Pedro Lazaga ironizó también sobre este tema en Las muchachas de azul (1957), película coral en la que se muestran las distintas maniobras ejecutadas por las empleadas de unos grandes almacenes (Galerías Preciados) para conseguir novio.

Adoctrinamiento machista a través del cómic

Entre sus muchas vías de adoctrinamiento el Régimen franquista promovió la realización de comics genuinamente femeninos, que ensalzaran los valores que, desde su punto de vista, eran propios de la mujer. En los cómics las mujeres estaban relegadas al segundo plano. En el caso español eran indefensas, alejadas de los comics extranjeros.

Por lo general aparecía como novia del héroe, y su papel era ser rescatada por éste. Al peligro que éste atravesaba por ella, se le unía otra amenaza: el miedo a perder la honra. El final de todos los cómics femeninos era una boda, o lo que es lo mismo, la aspiración de la potencial lectora era contraer matrimonio. Un auténtico manual de educación sentimental en la posguerra española.   

Al principio lo que triunfaba sobre todo eran los tebeos de historias de hadas. Las niñas españolas se refugiaron en un mundo de color de rosa. El que mayor éxito tuvo fue el de Azucena (1946-1971, editorial Torai).  En 1949 se lanzó otro tebeo dedicado a un público femenino adolescente: Leyendas de Florita. En ella participaron los principales dibujantes de la época, destacando Pili Blasco. Adelantan cierta evolución en las costumbres femeninas.

También hubo cómics humorísticos para chicas, como Las hermanas Gilda (1949, Manuel Vázquez). Su único objetivo vital era el de conseguir un esposo, convirtiéndose en el paradigma del deseo no consumado. En el fondo se critica el papel de sumisión que se les otorgaba a las mujeres.

A mediados de los 50 se produce un cambio de tendencia. Empiezan a proliferar revistas que inciden en lo romántico, incluyen pasajes de las fotonovelas y reportajes sobre las estrellas de cine, música… Un ejemplo fue Sissi (1958).  A finales de los 50-principios de los 60 se pasa a historietas donde empieza a haber chicas que son profesionales (azafatas, modelos,…). Empiezan a plantear lo que ocurrirá más adelante en la sociedad española. Una de las más populares fue Claro de Luna (1959-1972), donde se planteaba la narrativización de las canciones de moda.