Fiestas, picnics y barbacoas a ritmo de blues

Fiesta, cachondeo y juerga. Las ganas de pasarlo bien son universales y el pueblo del blues era experto en divertirse y en animar las fiestas con buena música. Cualquier excusa era buena para sacar algo de comida y animar con música al personal, desde picnics a barbacoas.

Montaban grandes fiestas en los pantanos de Lusiana donde había comida, bebida, buenos amigos y, de fondo, siempre música. Para los músicos, tocar en estos eventos era una manera de ganar algo de dinero y era una tradición ya enraizada desde la época de los esclavos, cuando los patronos de las plantaciones prestaban a sus esclavos con habilidades musicales para que tocasen en eventos del vecindario. Algunos de los más grandes músicos de blues comenzaron sus andanzas en estas fiestas, como Blind Lemon Jefferson o Charley Patton, aunque una de las imágenes más habituales en estas fiestas en la segunda mitad del siglo XX era ver a Otha Turner y su banda de fife (un tipo de flautín) y tambores.

Estaban también las llamadas House Rent Party. Como en las ciudades, las dificultades de la gente para poder llegar a final de mes habían aumentado, esto les hizo agudizar el ingenio y se empezaron a celebrar estas fiestas en apartamentos en las que la recaudación de la entrada y de la venta de comida y bebida iba destinada a pagar el alquiler. Así encontramos a Bessie Smith que al cantar pedía en una de estas fiestas que le diesen una manita de cerdo y una botella de cerveza para recuperar fuerzas al amanecer en un buffer flat (unos apartamentos del Harlem solo para negros).

Sobre el autor

Héctor Martínez González es todo un amante del blues que en 2019 publicó "Comer y cantar, Soulfood & Blues" un manuscrito lleno de blues, de recetas y de anécdotas sobre la comida afroamericana de los esclavos en Norteamérica. Ahora se lanza a realizar una sección semanal en la que desgranará canciones de este estilo musical.