El legado de Angelines Villacampa en Susín

En las faldas del Monte Oturia, moldeadas por el antiguo glaciar que dio forma al valle de olivan se encuentra la pequeña aldea de Susín. Sus calles y casas son un símbolo de la despoblación de las tierras de Sobrepuerto. Unos parajes de dura climatología que el éxodo rural de mediados del siglo pasado ha ido poco a poco dejando en el olvido y donde aún es visible la huella de sus antiguos habitantes, aunque ni las carreteras ni las redes modernas de electricidad, agua corriente y teléfono llegaron hasta ella.

Angelines Villacampa se rebeló contra el forzado abandono del lugar de sus orígenes y, durante décadas, fue la única vecina y guía de este núcleo del Alto Gállego, porque asumió la labor de contar la historia de la localidad a todos sus visitantes. Ella sola impulsó la creación de la Asociación Mallau y emprendió la restauración del núcleo. La de Villacampa fue una lucha que empezó en la década de los ochenta.

En Susín se mantienen en pie construcciones tradicionales como la ferrería, el lavadero o la ermita de Nuestra Señora de las Eras del siglo XVII, pero Casa Mallau es, en sí misma, un tesoro patrimonial. El edificio más destacado es la iglesia de Santa Eulalia, declarada Bien de Interés Cultural y enmarcada en las del reconocido estilo del Serrablo.

Susín se convirtió en lugar de culto para montañeros, naturalistas, fotógrafos, o escritores. A todos ellos abría Angelines las puertas de casa Mallau. Su legado continúa hoy en día materializado en la labor de la Asociación Mallau. Una lección contra el paso del tiempo y el respeto a la naturaleza, en estos tiempos de prisas, derroche, y plástico.