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‘Antecessor’ reconstruye el rostro real de Agustina de Aragón

Los restos de la heroína de los Sitios de Zaragoza descansan junto con los de un niño que ha sido identificado como su nieto Carlos Atienza, fallecido a los cuatro años de edad

La fama y la gesta de Agustina Zaragoza Doménech, Agustina de Aragón, quedó plasmada en infinidad de pinturas y obras gráficas. La tecnología 3D ha permitido al programa de Aragón TV ‘Antecessor’ reconstruir su rostro real a partir de la morfología de su cráneo. El resultado concuerda con las descripciones de la fisonomía de la heroína de los sitios de Zaragoza que han quedado para la historia, como la del propio general Palafox que, tal como recuerda el historiador Daniel Aquillué, la describió como una joven que “no era guapa, pero sí atractiva, alta, de gran vivacidad y estaba bien hecha”.  

El equipo científico del programa ha podido confirmar que Agustina media cerca de 170 centímetros, una talla alta en una mujer para la época. Su muerte se produjo en torno a los 71 años, como acredita la historia y, aunque se sabe que murió por una bronconeumonía, esa afección no ha dejado rastro en los huesos.

Lo que sí han podido averiguar los antropólogos forenses es que fue una mujer con una importante actividad física y en los últimos años de su vida debió caminar con dificultad por el desgaste que muestran sus extremidades inferiores. Francisco Etxeberría, médico antropólogo forense destaca la existencia de un hundimiento en la meseta tibial, posiblemente por la edad.

El forense Salvador Baena, que confirma la existencia de periostitis artrósica en sus huesos, señala que este tipo de estudios “nos hace al sujeto más real y nos pone más cerca. A los científicos nos apasiona ya  los ciudadanos les da luz sobre el pasado que permanecía oscurecido”.

Una de las mayores sorpresas de la investigación fue descubrir que los restos de Agustina de Aragón reposan junto a los de un niño. La genetista Eva Barrio ha podido obtener ADN en la cantidad suficiente para determinar “que son familia con un grado de parentesco cercano” muy posiblemente “abuela y nieto”. Hace tan solo diez años, sin la tecnología actual, según indica la genetista, habría sido imposible realizar un estudio de estas características.

Elena Rivas, archivera del Ayuntamiento de Zaragoza, localiza documentación sobre el traslado de los restos de Agustina desde Ceuta, donde falleció, hasta Zaragoza en la que se pone nombre a ese niño que fue enterrado junto a la heroína: Carlos Atienza Cobos. El pequeño, cuyos huesos revelan desnutrición e indican que pudo morir de raquitismo, fue el cuarto hijo de Carlota Cobos, la hija que tuvo Agustina con su segundo marido, a la que estuvo muy unida. Agustina murió cuando su hija estaba embarazada sin llegar a conocer a su nieto, pero cuando el pequeño murió a los cuatro años decidieron enterrarlo con ella.

Los historiadores que han participado en este programa repasan la vida de la que fuera la heroína más famosa de la historia de España. Nació en Barcelona y vivió cerca del parque de artillería donde conocería a un joven cabo con el que se casa. Al año tienen un niño al que llaman Juan con el que viaja a Zaragoza donde espera encontrar la paz. El historiador Daniel Aquillué señala que esa llegada pudo producirse en torno al 8-10 de junio de 1808, pocos días antes del inicio del primer asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad. Se aloja cerca de la puerta del Portillo, el lugar que le daría fama.

El asalto que dio fama a Agustina comenzó con 27 horas seguidas de bombardeo. El 2 de julio el puesto artillero al que ella llevaba municiones y víveres fue asaltado por una columna que dejó el suelo alfombrado con los cuerpos de los defensores. La entrada a Zaragoza quedó abierta cuando cayó el último artillero. Pero Agustina no lo dudó, arrancó el botafuego de las manos de un caído y disparó el cañón. La metralla hizo que las tropas francesas abandonaran el asalto. Su fama se extenderá desde ese mismo momento por España y Europa y hasta Lord Byron le dedicaría un poema. Se convirtió en un personaje muy popular y en años siguientes fue invitada a fiestas y actos sociales para satisfacer la curiosidad de quienes desean conocer cómo fue aquella resistencia heroica de los zaragozanos. Incluso lord Wellington la agasajó en Gibraltar.

Mariano Martin explica desde la Asociación Sitios de Zaragoza que cuando Agustina es hecha prisionera por los franceses en febrero de 1809 se cambia de nombre y viaja en una cuerda de presos hacia Pamplona aunque logra escapar y llega a Ólvega (Soria) donde su hijo fallece. Llega a Teruel en mayo para solicitar su reincorporación al ejercito, el 30 de agosto es condecorada como subteniente de artillería por la Junta Central y lucha en Tortosa en 1810. En 1813 anima a las tropas en el sitio de Vitoria.

Poco después se reencuentra con su marido, nace su segundo hijo y queda viuda en Valencia en 1823, donde se vuelve a casar a los pocos meses con el médico andaluz Juan Cobos, con el que se mudarían a vivir a Sevilla. Acabaría sus días en Ceuta y en 1870, apenas diez años después, viaja hasta allí una comisión que se encarga de exhumar sus restos y trasladarlos a Zaragoza, primero al Pilar y posteriormente al panteón construido en la iglesia del Portillo de Zaragoza.