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UNA SEMANA

Vivir con el volcán, una semana de desolación y silencio

El volcán de La Palma cumple una semana activo y este domingo ha derribado la iglesia y el consultorio médico de Todoque, entre otros edificios

ARAGÓN NOTICIAS / EFE /
icono foto La nueva colada de lava del volcán de Cumbre Vieja, a 25 de septiembre de 2021, en La Palma.

La comarca este de La Palma ha amanecido este domingo cubierta de la ceniza del volcán en Cumbre Vieja, nacido hace una semana en la vertiente oeste de la isla. Pero la jornada se cierra con más daños:  La nueva colada de lava que emerge de uno de los focos de emisión de la erupción ha entrado de forma agresiva en el núcleo de Todoque y ha derribado, entre otros inmuebles, la iglesia, el consultorio médico y la asociación de vecinos. La irrupción de la lava llegó en el momento en el que algunos vecinos se encontraban recogiendo de sus viviendas algunos enseres por lo que tuvieron que salir con rapidez.

Una semana después, vivir con el volcán comienza adquirir cierto sabor de normalidad resignada. "Por mucho que haya vivido el otro volcán, el Teneguía, no me acostumbro al rugir de este", relata Jorge González, vecino de El Paso, que confiesa que no puede dormir por el miedo que le provoca el incesante ruido volcánico.

Se estima que podría haber unas 400 edificaciones dañadas, o parcialmente dañadas, dentro del perímetro de las coladas -esta cifra incluye viviendas, cuartos de aperos, piscinas o embalses, así como otras instalaciones aún por definir-.

Por su parte, los equipos intervinientes en el operativo ascienden a casi 800 efectivos de seguridad y emergencias de diferentes instituciones de los Ayuntamientos, Cabildos insulares, del Gobierno de Canarias y del Gobierno de España, además del voluntariado.

Las calles, vacías de gente y llenas de silencio

Caminar una mañana cualquiera por las calles de El Paso antes del volcán era descubrir una pequeña población de gente amable, viva, con sus charlas cotidianas. Era ver al animado grupo de mayores sentados en el banco próximo al hipermercado haciendo bromas y recordando felices épocas pasadas.

Pero este fin de semana, se percibe la desolación de unas calles desiertas cubiertas de cenizas; se percibe un sordo silencio, solo roto por los bramidos del volcán. Pocos establecimientos están abiertos y, en los que lo están, el silencio es aún mayor. En los bares y cafeterías los locales apenas hablan. Se percibe cierto duelo por aquellos que lo han perdido todo bajo la lava del volcán.

"Son vecinos, amigos, desconocidos, en definitiva palmeros, de los nuestros", comenta la camarera de una de las pocas cafeterías que están abiertas.

Carmen es una de esas personas que lo han perdido todo. Quizás representa a aquellas que con la constancia de la fuerza de los palmeros seguirá adelante luchando, porque sigue trabajando en su dulcería. Unas amigas entran al local, intentan animarla. Su casa quedó sepultada por la lava el primer día del volcán. Carmen está allí, trabajando, llena de fuerza y esperanzas por continuar con su nueva vida. Al salir de la dulcería, hay una humilde hucha para recaudar dinero para los damnificados.

En la calle, tres taxistas hablan. Uno de ellos muestra en su teléfono móvil la última grabación del dron de la Unidad Militar de Emergencia. "Ya se la llevó, hace un rato", dice. "La casa, la huerta... lo enterró todo", repite Antonio, taxista de El Paso que ahora vive en una autocaravana.

"Para los que ya conocen el triste devenir de sus fincas o viviendas, no hay consuelo ni promesas que en estos momentos alivien su dolor", dice María, una joven que junto a otras amigas colaboran como voluntarias en el Pabellón Camilo León de Los Llanos de Aridane. "He visto el rostro desencajado de estas gentes, y es muy duro".