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SALUD

Violencia obstétrica: las mujeres piden partos seguros y humanizados

Naciones Unidas publicó un informe en 2019 en el que por primera vez recogía este concepto. La sufre un porcentaje minoritario, pero son prácticas que la mujer ha asumido en silencio

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto Parir y decidir. Objetivo.

Episiotomías sin informar, acelerar los partos para terminar antes de que acabe el turno o el ninguneo de la paciente. Son prácticas que denuncian miles de mujeres en el mundo y que se incluyen dentro del concepto de violencia obstétrica. Se rompe así un silencio secular que se dirige a la estructura actual del sistema de partos. 

En 2019, Naciones Unidas publicó un informe que por primera vez recogía el concepto de violencia obstétrica. Según ese documento, es el maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva y durante la atención del parto. Califica el fenómeno como generalizado y sistemático que se produce en todo el mundo y afecta a mujeres de todos los niveles socioeconómicos.

La violencia obstétrica la sufre un porcentaje minoritario, ya que hay más partos que salen bien que mal. Pero la falta de transparencia y la vulnerabilidad de la mujer en ese momento hacen que no haya estadísticas fiables. Son prácticas que durante siglos la mujer ha asumido en silencio y ahora se rompe el tabú.

Madres primerizas

El parto de Ana García-Castrillón no fue un juego de niños. Hace cinco años, cumplida su gestación, ingresó en el hospital tras una fisura en la bolsa. Sin consentimiento previo, la matrona comenzó a inducir el nacimiento. El proceso evolucionaba muy lento, tuvo fiebre, le administraron la epidural y tuvo fuertes contracciones durante horas. Finalmente le dijeron que había llegado el momento de empujar. "De repente vino una mujer que no sé si sería matrona o ginecóloga porque no se presentó, entró y me dijo: 'No estás poniendo de tu parte. Te vas de cabeza a una cesárea'. En ese momento, con fiebre, porque llevaba muchísimas horas, no podía más y me derrumbé", relata la joven.

María, nombre ficticio, se quedó embarazada al comenzar la pandemia. A las diez semanas manchó y fue al hospital. Tuvo que entrar sola a la consulta y dentro, dos ginecólogas la exploraron. "Hablaban la una con la otra de que no encontraban el latido. Fue la manera en que me dijeron que ese embarazo no iba a seguir para adelante", recuerda. Después la llamaron para realizarle una PCR, en una sala con otras tres madres, lo que acabó por derrumbarla. "En los monitores se escuchaba latir el corazón de sus hijos, justo cuando me acababan de decir que el mío no. No podía parar de llorar, me costaba respirar. Y la persona que me hacía la PCR me dijo que me relajara, o no me la podría hacer, que saliese fuera a coger aire, que así no había manera", comenta.

Algunas mujeres aragonesas denuncian la violencia obstétrica vivida.

Unas prácticas ancestrales

La falta de petición de consentimiento, de información, el maltrato verbal, la infantilización o incluso el chantaje, son algunas de las prácticas que incluye la violencia obstétrica. Es un fenómeno antiguo que desde hace veinte años ha comenzado a hacerse evidente aunque no todo el mundo comparte el término. "Nosotros como profesionales que velamos por la salud de la mujer y que trabajamos por y para la mujer, no podemos aceptar que estamos haciendo algo con voluntad de hacer daño. Es imposible. No se concibe porque nuestro trabajo es absolutamente al revés. Es un término que nosotros rechazamos 'a priori'", explica Laura Baquedano, presidenta Asociación Ginecología y Obstetricia de Aragón.

María José Ramón del Carmen, presidenta de la Asociación Científica de Matronas de Aragón, considera que es algo muy común. "Existe. De hecho ha habido un debate muy profundo en la profesión y hemos estado sensibilizadas desde hace mucho tiempo con que es un aspecto que existe en nuestra sociedad, en la atención al embarazo, al parto y al posparto y que queremos erradicar todos conjuntamente, junto con las mujeres y la administración", añade.

María sigue contando su experiencia, cuando tuvo que volver a la revisión después de un mes de perder a su bebé, descubrieron que habían dejado contenido en su útero y tenía que volver a quirófano. La joven sigue sin entender por qué no se le aplicó anestesia. "No podía parar de llorar. Me dolía. Sólo escuchaba no te muevas, estate quieta, y la ginecóloga me dijo: 'O te relajas o no te pongo anestesia'. Me decían que no gritara porque iba a asustar a las demás", detalla.

Una situación inconcebible para algunos profesionales como María José Ramón del Carmen: "No se puede coartar la manifestación de una mujer en un parto. Todo el personal que trabaja en un paritorio tiene que saber que las mujeres tienen una manifestación de emociones. Que es un proceso duro el parir, que puede ser un proceso satisfactorio".

María explica que esa situación la convirtió en otra persona. "Una pérdida te cambia por completo, por lo menos a mí. Y esas intervenciones, la primera no, porque estuve anestesiada y no me enteré, pero la segunda me quedé hecha polvo". En ocasiones como esta, los avances son necesarios. "Se han establecido protocolos de duelos gestacionales pero hay que revisar las infraestructuras. No es normal que una mujer haya sufrido un aborto y tenga que escuchar el latido de otro feto que sí está en vida", incide Ramón del Carmen.

Mercedes Puntes, psicóloga de profesión, apunta que no es un momento de defensa sino de acompañamiento. "Es un momento de especial vulnerabilidad para tener un trauma. Hay estudios que entre el 7-35% han sufrido trauma en el parto. Cuando sufres un trauma, puede resolverse solo en el primer mes después de acontecido pero si un mes después hay síntomas, lo más interesante es tratarlo", indica.

Experiencias difíciles de olvidar

Después de casi un día de proceso y varias horas de pujos, los sanitarios decidieron que el bebé de Ana saldría con ventosa. Para ello tuvo que pasar a quirófano, sin su pareja y, bajo los focos, más de una decena de personas. "Un hombre a mi lado que se sube a una banqueta y me pone el brazo aquí y me empuja. Yo ahí me quedé como 'ay madre'. Me hicieron la maniobra de Kristeller", relata la madre.

Ramón del Carmen, como matrona, no recomienda esa maniobra. "Ninguna guía recomienda. Ni por la guía práctica de atención al parto ni por la reciente de la Organización Mundial de la Salud. En muchos paritorios españoles se sigue haciendo y, en algunos casos, no consta en el informe de alta pero las mujeres te lo siguen relatando", comenta.

Desde el otro lado, la ginecóloga Laura Baquedano comenta que es algo muy puntual: "Siempre intentamos explicar primero a la mujer que ella esté de acuerdo, solicitar consentimiento para realizarla y la función que tiene es ayudar al expulsivo en los últimos pujos cuando la madre está muy agotada cuando queda poco para el nacimiento del bebé. Pero no está en la rutina ni muchísimo menos".

También le hicieron la maniobra de Kristeller a María en su segundo embarazo. A pesar de haber cambiado de hospital para no repetir la mala experiencia, volvió a estar sin su marido y con 16 personas en quirófano. "Nadie me explicó nada. Se apoyaron en mi tripa y me dijeron no te preocupes, que yo no voy a hacer fuerza, la fuerza la vas a hacer tú. Eso es una maniobra que no se debería de hacer. Pero en ese momento eres tan pequeña. Estaba horrorizada, tenía miedo. No le podía decir no te subas encima de mi tripa. Y sabía que estaba mal".

María es una de las madres que ofrecen su testimonio como víctima de violencia obstétrica.

Apoyo para decidir y parir

El primer viernes de cada mes se celebra reunión en Zaragoza de la ONG 'El parto es nuestro'. Ofrecen información a futuras madres y parejas, y también escuchan a las que han parido y han tenido buenas y malas experiencias. Quieren que las mujeres tengan toda la información posible sobre sus derechos, entre ellos, el plan de parto.

Ana acudió porque recapitulaba su parto con desconsuelo. "Me acordaba y era una tristeza interior, no quería ni pensar. Buscando conocí el grupo de El parto es nuestro y conté mi experiencia. Hay otras mujeres que cuentan la suya y te das cuenta que no es normal lo que te está pasando".

La coordinadora grupo local de la ONG en Zaragoza, Mireia Andreu, comenta el derecho de los padres a decidir: "La mujer o la pareja expresa lo que quiere en su parto, tanto en ella (pruebas diagnósticas) en su bebé cuando nace, porque hay gente que no quiere que le echen gotas en los ojos, como el plan de cesárea". Elena Castellón, segunda coordinadora, comenta que el parto es un proceso fisiológico que debería abandonar los hospitales. "No es una patología. Hay casas de parto anexas, otras estructuras que empiezan a existir en otras partes de España y aquí en Aragón desgraciadamente no tenemos. Pero hay que hacer inversión en estructuras, formación y sensibilización del personal sanitario", ratifica.

Desde 2007, el Ministerio de Sanidad publicó una renovación de los protocolos en la estrategia de atención al parto normal. 15 años después, queda mucho por aplicar de ese documento. Las comunidades más adelantadas son Cataluña y la Comunidad Valenciana, donde se han creado unidades similares a las que hay en  el Reino Unido. Son casas de nacimiento, anexas a los hospitales, creadas y diseñadas para favorecer el parto.

Ana se repuso de la experiencia de su primer alumbramiento con su segunda hija con un parto natural en casa. María comienza ahora a hablar de lo que le ocurrió, porque no quiere que le pase a nadie más. Las dos han roto un silencio que afecta a varias mujeres y empezar a hablar de la violencia obstétrica es un paso para erradicarla.

Servicio nacional de salud de Reino Unido. Fuente: NHS- National Health Service.