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HUIR DE LA GUERRA

"Le dije que salieran de allí, y que aquí tienen su casa y a su segunda familia"

Miguel Jiménez ha acogido a su hermana adoptiva, Iryna Gygrenko, y a su hijo que huyen de la guerra en Ucrania

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto Iryna junto a su hijo y a Miguel en Zaragoza.

Iryna Gygorenko, de 38 años, está al fin a salvo en Zaragoza junto a su hijo. Atrás ha dejado una vida en Kiev, la capital de Ucrania, donde hasta el pasado jueves vivía junto a su marido. Él se ha quedado allí. La ley ucraniana es clara: los hombres de entre 18 y 60 años deben permanecer en el país para luchar si es necesario. 

Con una maleta, sus documentos y algo de ropa llegaron el jueves a la estación de Delicias. Su periplo para salir de Ucrania fue el de los miles de desplazados que desde que estallara el conflicto con Rusia han abandonado el país. Iryna, por suerte, contaba con una familia, su segunda familia, esperándola en la capital aragonesa. 

"Desde el momento en que vi la invasión de Rusia y que el objetivo era Kiev tenía claro que debían salir de allí", recuerda Miguel Jiménez, que por su experiencia como militar anticipó el conflicto y las consecuencias. 

Su historia con Iryna comenzó en la navidad de 1995, cuando ella participó en el programa "Niños de Chernóbil", en el que pequeños ucranianos pasaban temporadas en otros países con familias de acogida. Justa y Agripino, padres de Miguel, fueron esa familia para la joven, que por aquel entonces tenía 12 años. 

"Hace cinco años, a través de las redes sociales nos volvimos a encontrar", cuenta ella. Desde entonces, han mantenido un estrecho contacto, gracias al cual Miguel ha podido ayudarles en su huida de Ucrania. 

"Les dije que salieran de allí, que aquí tenía a su hermano mayor y que trajera a su hijo, mi sobrino que todavía no conocía. Aquí tienes tu casa y a tu segunda familia", cuenta Miguel.

"Cuando supimos que estaban ya en Perpiñán, desmontamos rápidamente la salita que teníamos y fuimos a comprar algunos muebles y ropa", explica. La labor de Miguel ahora es ayudarles y hacer que consigan una tarjeta sanitaria y acceso a la educación. "Lo primero que hice fue ver cómo podía hacerlo. Hablé con el IASS, con Cruz Roja y con la Asociación de Ucranianos en Aragón". 

Tres días y cuatro países después

Tres días, cuatro países y varios trenes después, Iryna y su hijo están al fin a salvo, pero el camino ha sido duro y todavía lo ha sido más dejar a los suyos atrás. "No estábamos preparados para lo que iba a pasar", indica. "No quería dejar a mis padres mayores allá, ni a mi marido, a mi amor, pero el me dijo que debía salvar a nuestro hijo. Y lo hice", recuerda.

"Dormíamos cuatro horas cada día por el miedo. No podías comprar pan, ni medicinas y salir a la calle era algo de riesgo porque podían matarte por ir al coche", recuerda. 

Los trenes llenos de madres, abuelas, niños y mascotas. Todos con poco más que lo puesto para abandonar toda una vida y empezar otra nueva. "Tengo un hijo y debo comenzar de nuevo mi vida", señala, al tiempo que recuerda a los suyos: "Mi madre quería marchar, pero no quería dejar solo a mi padre. Él dice que no se va, que si va a morir lo hará en su casa. Mi marido está ayudando a los voluntarios que sacan a la gente del país".

Iryna espera poder regresar, aunque admite que la ciudad que dejo atrás tardará mucho en volver a ser la misma tras los bombardeos. Lamenta que el presidente ruso, Vladimir Putin, esté asolando su país. "Somos ucranianos, tenemos derecho a hablar ucraniano, a tener costumbres ucranianas, pero ellos no quieren que sea así. Putin quiere reunificar todos los países que compusieron la Unión Soviética", señala Iryna. 

Entre sus planes estaba el viajar a España en septiembre de este mismo año y hacerlo junto a su marido y sus padres. "Teníamos mirado el hotel, ibamos a ir a un parque de atracciones... pero ya no", comenta. 

Iryna no se atreve a adivinar su futuro, pero tiene claro su presente. "Lo más importante no es el dinero o el trabajo. Lo importante es la vida y la salud", señala.