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AFGANISTÁN

Kabul cumple una semana bajo control talibán entre el miedo y el caos

La incertidumbre cunde en unas calles controladas por las patrullas de los insurgentes con las mujeres en el punto de mira

ARAGÓN NOTICIAS/AGENCIAS /
icono foto Dos hombres pasan delante de un salón de belleza de Kabul en cuyo escaparate aparecen varios rostros femeninos que han sido desfigurados. (EP)

Kabul cumple este domingo una semana bajo dominio talibán, tras tomar el control sobre la mayor parte de Afganistán sin apenas oposición y la huida a Emiratos Árabes Unidos del presidente, Ashraf Ghani. Desde entonces, y en paralelo al caos que se vive en el aeropuerto por el bloqueo que las fuerzas insurgentes están ejerciendo sobre la operación de rescate que, a toda prisa, llevan a cabo los países occidentales, los talibanes han querido demostrar al mundo que su régimen será tolerante e inclusivo.

Algo que no se compadece con la represión ejercida contra las recientes y minoritarias protestas surgidas en ciudades como Khost y Jalalabad, en las que diversas fuentes apuntan a la muerte de varias personas. Tampoco con las denuncias que llegan desde diversas partes del país de purgas y búsquedas de colaboradores casa por casa ni por el hostigamiento ejercido contra los pocos corresponsables occidentales que todavía quedaban en el país, ni por la prohibición de que las mujeres puedan seguir trabajando. 

Precisamente este domingo, Abdulqahar Balji, portavoz del grupo islamista y miembro de la Comisión Cultural Afgana, ha afirmado en una entrevista en la cadena de televisión catarí Al Yazira que los derechos de las mujeres serán establecidos en el diálogo con otras fuerzas del país, aunque ha afirmado que la ley islámica es clara. "La ley islámica es conocida por todos y no hay ambigüedades sobre los derechos de las mujeres, y también los de los hombres y los niños, y ahora estamos en una situación en que esperemos que durante las consultas queden más claros cuáles son estos derechos". 

Desesperación en las calles

Mientras tanto, el miedo se ha apoderado de la población de Kabul. Los talibanes ejercen un control férreo en las calles que impide la huida de aquellos que temen por su vida y la de sus familias por haber colaborado con Estados Unidos y el resto de las fuerzas desplegadas en la zona durante las dos últimas décadas. También bloquea la salida de aquellos que cuentan con la documentación necesaria para salir del país por el caos que se ha generado en las inmediaciones del aeropuerto, que ya ha provocado varias avalanchas y tiroteos con más de una docena de muertos. Pese a ello, cada día son muchos los que sin éxito tratan de acercarse hasta la terminal arriesgando su vida.

En los alrededores de la capital se hacinan miles de ciudadanos que vienen huyendo de los talibanes desde otras partes del país. Muchas de ellas, mujeres que han dejado sus trabajos por miedo a las represalias de los nuevos amos del país. "La situación es muy compleja. Hay mucho miedo en las calles, los talibanes están por todos lados y la gente está desesperada", contaba hace unos días el documentalista chileno Jorge Said, quien decidió quedarse en el país pese al avance talibán. Su testimonio refleja un panorama "desolador" en el que abundan las zonas "sin agua ni luz" y las mujeres viven "una situación terrible". "Algunas llevan el hiyab y se cubren enteras. En los campos de refugiados se te tiran encima para conseguir dinero, están desesperadas y no les importa morir".  

En las calles, la presencia de las mujeres es muy minoritaria y los escaparates de aquellos locales que exhibían rostros femeninos ya han sido vandalizados para ocultar sus rasgos. La gente desea volver a su vida rutinaria, pero la incertidumbre ante la ausencia de un Gobierno y la amenaza constante de las patrullas de los talibanes lo impide. Tampoco ayuda a disipar las enormes dudas el hecho de que los cajeros automáticos lleven días sin suministrar billetes, y que los bancos estén cerrados. Y en los bazares, los tenderos que hablan a los medios se quejan de lo que les ha bajado la venta. "La gente no compra como antes, cogen lo imprescindible y se marchan", lamenta un vendedor.