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SEMANA EMPRENDIMIENTO.DÍA 2

Decidido a mantener la actividad heredada de su bisabuelo

José María Raso es un joven ganadero de Aguascaldas (La Ribagorza, Huesca) que se plantea ahora robotizar por completo su explotación láctea para salvar su proyecto

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto José María Raso posa junto a sus vacas en los prados de La Ribagorza.

La historia del ganadero José María Raso, de 30 años, ha de comenzar necesariamente por el presente, ahora que su negocio de producción de leche, convertido en un proyecto de vida, afronta un momento crucial.

El esfuerzo de los últimos seis años y las ilusiones de toda una vida en su pueblo de Aguascaldas (La Ribagorza, Huesca) se encuentra frente a una realidad tozuda. José María, el pequeño de cuatro hermanos, se debate entre doblar su apuesta o tirar la toalla y “vivir de otra manera”. Pero se resiste, porque no quiere ser él, precisamente, quien tenga que “plegar” una aventura familiar iniciada por su bisabuelo hace ya muchos años.

El suyo es un valioso testimonio para quienes decidan iniciarse en este salto sin red que es el emprendimiento. Alejado de los mensajes "buenistas" y los "lemas de cartón piedra", Alejandro acumula la enseñanza “fundamental” de casi dos años en el negocio familiar, el entusiasmo de un inicio propio con 32 vacas de leche que ahora son 150, la promesa incumplida de unas ayudas de la PAC que tardaron cuatro años en llegar (y lo hicieron condicionadas a la renuncia de una buena parte), el desgaste por tanto sacrificio en solitario y la crisis de un sector con precios desparramados y costes por las nubes. 

Ferrán, el amigo que ayuda a José María a sacar adelante el negocio.

Soy el único que se ha incorporado al sector en esta zona en los últimos 15 o 20 años y no me extraña. El precio de la leche sigue bajando, mientras que no paran de subir los costes de la luz, el gasoil, los piensos…”, lamenta. Entre enero y agosto de este año, calcula que este desequilibrio le ha supuesto dejar de ingresar unos 245.000 euros. “En la cooperativa somos 40 socios y está plegando uno al mes. Imagina 40 familias y la gente a la que dan trabajo. En 40 meses se acaba la cooperativa”, cuenta pesimista.

Una situación ante la que, según se queja, las instituciones no ayudan precisamente: “Los que están en los despachos exigen cosas, pero no saben cómo es un animal”. Y reclama que, al menos, desde las administraciones deberían "asegurar una solvencia económica a quienes nos dedicamos a un oficio tan sacrificado en el que toda tu vida se puede ir al traste en poco tiempo”.

Vistas con las que se despierta todos los días el ganadero oscense. (JMR)

Pese a las críticas, este joven ganadero no olvida los privilegios de un autónomo, como tener su propio horario (pese a sus jornadas muchas veces interminables), no tener que rendirle cuentas a ningún jefe y “poder despertarse todos los días viendo las montañas y no el frío edificio de enfrente”. Y se siente orgulloso de decisiones como haber apostado por modernizar la explotación mediante la informatización de todos los animales. “Así, hemos aumentado el control y hemos sacado mano de obra porque si no, era inviable”, asegura. Como también tiene muy presente la ayuda que le prestan su amigo Ferrán y, a temporadas, su hermano.

Por eso mismo, ya ha pedido precio para robotizar todo el ordeñado de la explotación. Una inversión cercana a los 600.000 euros para la que tiene claro que necesitará ayudas. “No hay nadie que quiera invertir y arriesgar tanto para un negocio que está terminando”, reflexiona. Una operación de vértigo porque, “si la granja va mal, no la podré rentar porque aquí no va a venir nadie”.