Aragoneses en el 11S: "Parecía que estábamos en una película de guerra"

No sabemos cuántos, pero varios aragoneses se despertaron en Nueva York el día de la tragedia. Francisco Berné tenía 29 años. Se había casado el día 7 de septiembre y había aterrizado el día 10 con su mujer para pasar la luna de miel. Se alojaban en un hotel a 300 metros de la Zona Cero. "Estábamos vistiéndonos en la habitación y oímos un ruido estridente", recuerda. 

Otro aragonés, Ramón Abad, era el jefe de la biblioteca del Instituto Cervantes de Nueva York. Su hija cumplía ese día 11 meses. "Yo había pedido unos meses de excedencia y, entonces, por eso no estaba en el trabajo, sino en mi casa. Vi el humo y comencé a encender todo: la televisión, el ordenador", señala.

También vivía allí Pedro Carboné, uno de los grandes pianistas aragoneses en el extranjero, y Carlos Galtier, que trabajaba en el Edificio Chrysler, concretamente en el ICEX.  "Había llegado a la oficina media hora antes, sobre las 8:30 horas. Oí un avión que volaba muy bajo, lo vi pasar encima de nosotros y le seguí el vuelo antes de estrellarse", recuerda.

Los primeros momentos fueron de confusión. Francisco recuerda "las ambulancias, los coches de bomberos, las sirenas... La calle estaba cubierta con ceniza, como si se hubiera ido la luz o si hubiera habido un eclipse". Una muchedumbre comenzó a salir del Downtown y, en ese grupo, estaba Carlos Galtier: "No se piensa lo que estaba pasando, íbamos todos como zombies. Había mucha incredulidad porque no sabíamos qué había pasado y por qué había pasado", señala.

A Pedro le impactó ver derrumbarse las Torres Gemelas: "Es como una vista mítica en Nueva York, como las Torres del Pilar aquí, y de repente ver que estaban ardiendo, y poco después ves que se caen y dices: ¿Pero qué está sucediendo?", recuerda. 

Cristina Puente, mujer de Francisco Berné, se cubre la nariz para evitar respirar el humo generado tras los atentados.

Francisco recuerda "los papeles volando por el aire y un olor que nunca se nos olvidará como de plástico quemado. Estábamos en shock, parecía que estábamos en una película de guerra y que estábamos en medio". Y con la confusión, la huida. Pedro explica que había manadas de gente con maletines, "colas tremendas de personas que querían coger el ferry para ir a Nueva Jersey. Era como una película de ciencia ficción y me dije: "Pedro, ¿qué estás haciendo aquí?".

Los días siguientes llegó la angustia, "y lo que tienes que hacer es hablar, hablar y no dejarse nada dentro", señala Ramón. Asegura que todo estaba lleno de fotos de desaparecidos y "todo el mundo preguntando si alguien los había visto, pero miles y miles... La gente sentada hablando y cantando... Y mientras, se hablaba de la guerra, en Nueva York era todo lo contrario, la gente decía: ¡Por favor, que no monten una guerra con todo esto!".

Carlos recuerda que quedó con un grupo de amigos para poder apoyarse entre ellos y al pasar delante de un hospital vieron que solo había personal médico delante, "no había accidentados porque había solo muertos". 

Francisco volvió a Zaragoza siete días después en un avión: "No pegué ojo en todo el vuelo, ese viaje no estuve relajado", asegura. Carlos también se subió a un avión diez días después: "Teníamos previsto un viaje y decidimos hacerlo. Abandonar nuestra vida normal era darles motivos". 

20 años después, Carlos Galtier sigue viviendo allí, Francisco Berné y Ramón Abad, en Zaragoza y, Pedro Carboné, en Alicante. Los dos últimos viajan a menudo a Nueva York. Pedro evita ir por la zona del WTC porque, dice, "le produce una sensación de tristeza y enojo". Lo que sucedió cambió "su forma de ver las cosas, la vida, la sociedad...", asevera. Ramón opina que todavía "no hemos asimilado lo que pasó, pero todos no solo los que lo vivimos allí".