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OBJETIVO

Los meteorólogos advierten de que la primavera y el otoño tienden a desaparecer

El aumento de temperaturas se dará en todas las estaciones del año y los veranos van a ser más largos y calurosos

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto Los meteorólogos avisan de que la primavera y el otoño tienen a desaparecer.

El cambio climático es un hecho y los períodos de transición de primavera y otoño están desapareciendo. Según las proyecciones para el siglo XXI en España, el aumento de temperaturas se dará en todas las estaciones del año y una de las consecuencias es que tenemos veranos más largos y calurosos. Pero también que se suceden con más frecuencia los episodios extremos como sequías e inundaciones, que afectan a la vida de los seres humanos, animales y plantas. Todo esto lo analiza el programa Objetivo este sábado a las 13.25 horas. 

Este pasado mes de mayo, con tres grados más de media, se han batido récords de temperaturas y junio lleva el mismo camino. Nuestros veranos son cada vez más largos. "Prácticamente todo el mes de septiembre lo podemos considerar como un mes de verano y además también va avanzando hacia atrás porque el mes de junio tenemos temperaturas más altas y hay más horas de luz, pero también las olas de calor están afectando mucho más pronto. De hecho, este pasado mes de mayo no tuvimos una ola de calor pero tuvimos temperaturas de 35 y de 36 grados", explica el meteorólogo de Aragón TV, David Fernández.

Desde los años 70 en nuestro país los veranos comienzan casi siete días antes cada década y terminan unos tres días después del verano. En 50 años, esta estación le ha ganado un mes a la primavera.



Muchas plantas sufren estrés hídrico porque, aunque llueva prácticamente lo mismo, necesitan más agua. Por eso, ya se está experimentando con nuevos cultivos:  "Lógicamente si tenemos temperaturas más altas la planta va a crecer y producir menos. De ahí que los seres humanos nos estemos adaptando y creando variedades que se adapten al calor y que necesiten menos agua", explica Fernández. 

Peor suerte corren especies autóctonas en Aragón como la perdiz nival o lagópodo alpino, reconoce el meteorólogo: "Es un ave que vive a unos 3.000 metros de altitud y necesita unas condiciones climáticas y ambientales muy precisas. Si va subiendo la temperatura, la nieve va a cotas más altas y su territorio se va reduciendo.  Además, al ser blanca parte del año y desaparecer la nieve, entonces no se puede camuflar bien y es presa de otros depredadores como las águilas".

La frecuencia de olas de calor y episodios extremos no son un fenómeno actual. A través de los anillos de los árboles se estudia el clima de los últimos cinco o seis siglos. Así lo explica Miguel Ángel Saz, profesor de geografía en la Universidad de Zaragoza y miembro del Instituto Universitario de Ciencias Ambientales: "Siempre ha habido olas de calor, de frío o episodios de sequía y los sistemas naturales tienen sus propios mecanismos de adaptación. El problema de los procesos de adaptación es si se ven superados por la frecuencia".

Combatir las 'islas de calor' de las ciudades

La diferencia de temperaturas se hace más patente en las ciudades. En Zaragoza se realizan mediciones a través de una red de estaciones de clima urbano que funcionan desde 2015. "En ese momento de la salida del sol y con condiciones atmosféricas estables, puede llegar a haber una diferencia de temperaturas de 5 o 6 grados del centro con respecto a las afueras, pero si analizamos la media de todo el año, también podemos constatar que en el centro de media hay un grado y medio más que la periferia de la ciudad", indica Saz. Este fenómeno se conoce como 'islas de calor': "Es un concepto asociado al cambio climático. Hablamos de zonas pavimentadas de las ciudades y no son porosas, es decir, plazas y calles sin árboles, la radiación incide sobre el pavimento y ese reflejo es lo que hace aumentar la temperatura del ambiente más de la temperatura que ya hace", detalla Carlos Martín, arquitecto urbanista

Para combatir estas 'islas',  las ciudades del futuro han de apostar por la ampliación de zonas verdes, entre otras medidas, según apostilla Martín: "Hay que fomentar la porosidad, es decir, despavimentar. Luego el uso de materiales de baja huella de carbono, o sea, que no sean de origen fósil. Un ejemplo de ello es en calzada poner hormigón en vez de asfalto...Esto por un lado y por otro el tema de aumentar el número de árboles".

En ciudades como Zaragoza se proponen huertos urbanos o la recuperación de la red de acequias. Sin embargo, Martín razona que las mejoras se han de acometer desde la propia eficiencia energética de los edificios: "Que tanto la fachada como la carpintería tengan mejor aislamiento y así no perdamos temperatura y se trabaje la hermeticidad para que no entre el frío y el calor por las ventanas. Por otro lado que los sistemas de generación de energías sean más eficientes. De hecho en breve van a salir las subvenciones 'Next generation' de Europa de eficiencia energética de las edificaciones".

El confort climático dentro de los edificios también es fundamental, por ejemplo dentro de una clase. Un calor excesivo merma nuestras capacidades intelectuales y afecta al alumnado de muchas maneras: "En general las personas están más nerviosas y más enfadas y hay más conflictos. Eso de que 'la primavera la sangre altera', más bien habrá que decir que son las altas temperaturas. Por no hablar de lo que afecta emocionalmente y en general el estado de ánimo de las personas".

Adiós a la pana

La moda también se ve afectada por el cambio de temperaturas. "Ahora se producen y se venden tejidos cada vez más ligeros y las prendas de invierno tienden a desaparecer.  Es dificilísimo encontrar una prenda de pana tipo un pantalón o una cazadora porque la gente no la quiere. Lo mismo sucede con la lana", reflexiona Chus Mompel, propietaria de la tienda Esenzia, que destaca que muchas personas ya no tienen que hacer el cambio de armario, tan solo "se quitan los jerséis de lana y los plumas, pero poco más". 

Desde pequeños cambios en las costumbres a cuestiones trascendentales, las consecuencias del cambio climático son evidentes. Según el Acuerdo de París, impulsado por Naciones Unidas, debemos limitar temperatura media del planeta a una subida de un grado y medio. De lo contrario, no nos podremos extrañar si nos arrebatan la primavera.