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OBRA SELECCIONADA

Los imprescindibles de Goya: las pinturas elegidas por los expertos

"Goya se considera un pintor de su tiempo pero, sobre todo, uno de los padres de la modernidad", señala José Ignacio Calvo, patrono de la Fundación Goya

ANA MANCHO /
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Goya ha pasado a la historia como el artista aragonés más universal. Como señala José Ignacio Calvo, patrono de la Fundación Goya, "es un artista de su tiempo, pero también uno de los padres de la modernidad, porque sus cuadros van a proyectarse más allá en el tiempo". Un autor que, según Juan Carlos Lozano, profesor titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, "nunca pasa de moda. Tiene pasado, presente y futuro, porque tanto su obra como su personalidad están siempre presentes, para artistas actuales y para los del pasado". Pero Goya es, ante todo, un autor "curioso, con sentido crítico, que valora la libertad del individuo", señala Amparo Martínez, profesora titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza. 

Hemos preguntado a estos tres expertos de la Fundación Goya cuáles son sus diez obras imprescindibles.

1. Regina Martyrum (1781). Basílica del Pilar de Zaragoza

Goya pintó la cúpula Regina Martyrum, Reina de los Mártires en la basílica de El Pilar en 1781. Un encargo del Cabildo Metropolitano a su cuñado Francisco Bayeu, que contó con él y con su hermano para llevar a cabo todo el conjunto de la obra que comprendía varías bóvedas. Según Lozano, Goya "ya había vuelto de Italia, donde había participado en un concurso que no llegó a ganar, pero que le sirvió para recibir encargos de entidad, como las pinturas del Aula Dei que realizó en 1774".

Su forma de trabajar en El Pilar le condujo a un enfrentamiento con Bayeu y con el Cabildo. Como señala Calvo, Goya entendía la pintura como "manchas de color, de pincelada muy suelta, pensada para ver a varios metros de distancia". Un estilo de "pintura más moderna, que contrasta con el neoclasicismo más estricto de Francisco Bayeu" apunta Martínez.

La representación de la alegoría de 'La Caridad' fue otro motivo de enfrentamiento. En su primer boceto, la representó con los pechos al descubierto, algo que fue considerado indecoroso, por lo que tuvo que pintarla completamente vestida. Estos conflictos provocaron tal enfado en el artista, que decidió que ya nunca volvería a pintar en Zaragoza, recuerda Martínez. A los pocos días marchó a Madrid.

2.  La Pradera de San Isidro (boceto) (1788). Museo Nacional del Prado, Madrid

Una década después, haría el boceto de la Pradera de San Isidro, pensada para convertirse en cartón para tapiz. Finalmente, se quedó en boceto, impidiendo la creación del que podría haber sido el lienzo más grande jamás pintado por el artista.

"Refleja el ambiente de Madrid, cosmopolita, con una actividad cultural intensa", señala Martínez. Técnicamente, la obra ha sido muy bien considerada, hasta el punto que el historiador de arte José Camón Aznar llegó a decir que "ni los venecianos dieciochescos habían creado un conjunto tan delicado". 

3.  La familia del infante don Luis (1783 - 1784). Fondazione Magnani Rocca, Parma, Italia

Otra de las facetas de Goya es la de retratista. Su primera gran composición es La familia del infante don Luis (1783 - 1784). En el centro, María Teresa de Vallabriga, mirando directamente al espectador mientras su peluquero, Santos Gracia, le arregla el cabello. Frente a ella, su esposo, el Infante don Luis de Borbón, jugando a las cartas. En la esquina inferior izquierda, agachado y en la sombra, vemos al propio Goya pintando el cuadro, una referencia a Velázquez en Las Meninas. Para Martínez, "este cuadro es una joya, porque son retratos individuales, pero no oficiales. Goya introduce al peluquero, al infante y a los niños". La niña que mira al frente es la condesa de Chinchón, a la que retrató embarazada a los 21 años.

4.  La condesa de Chinchón (1800). Museo Nacional del Prado, Madrid

En este imprescindible, Goya va más allá de la mera representación física para captar la psicología de los personajes. En este caso, "la condesa de Chinchón está embarazada y retratada en un cuarto oscuro y sin cortinas, dando sensación de fragilidad y debilitamiento, acordes con la situación que estaba viviendo. Un retrato que técnicamente es excepcional", señala Lozano.

5. La familia de Carlos IV (1800). Museo Nacional del Prado, Madrid

En 1800 Goya ya era primer pintor de cámara, lo que le valió el encargo de retratar a la Familia de Carlos IV. Un cuadro presidido por los reyes María Luisa de Parma y Carlos IV, y con la presencia del Príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII. Fue la primera obra de Goya que entró en el Museo del Prado, siendo valorada en 80.000 reales de 1834. “Es un homenaje a la familia real y a sí mismo, porque también se autorretrata de forma discreta en un segundo plano" asegura Calvo. 

6. El sueño de la razón produce monstruos. Serie 'Los Caprichos' (1797-1798)

Uno de los aspectos fundamentales de Goya "es su faceta como dibujante que, sin embargo, no está suficientemente reivindicada", señala Martínez. En estas obras es donde "se muestra más libre, ya que sus obras no responden a un encargo previo", señala Lozano.

Una de las series imprescindibles es la de 'Los Caprichos', en la que el artista realiza una sátira de la sociedad española, especialmente de la nobleza y el clero. En estos grabados, "juega con las luces y las sombras, yendo más allá de lo que otros creadores habían hecho, tanto a nivel artístico como conceptual", señala Calvo. 

Uno de los grabados de la serie es El sueño de la razón produce monstruos. Según Martínez "es una aportación fundamental para el arte, porque anuncia el romanticismo, el expresionismo y el surrealismo. Aquí Goya se atreve a ahondar en los limites entre lo imaginado, lo soñado y lo vivido".

7. Estragos de la guerra. Serie 'Los Desastres de la guerra' (1810-1812)

Otra serie de grabados imprescindible es 'Los Desastres de la Guerra', realizados entre 1810 y 1812, en los que plasma la crueldad, el fanatismo, el terror, la injusticia, la miseria y la muerte provocada por la Guerra de la Independencia. Goya la vivió en Zaragoza. Los Sitios se libraron de casa en casa y de calle a calle, como muestra Goya en este grabado, que representa la destrucción de un bombardeo en el interior de una casa. Goya crea un espacio oscuro, quizá como alusión a que este acontecimiento está teniendo lugar de noche, lo que habría sorprendido a los moradores de la casa vestidos con camisones. 

8. El tres de mayo de 1808 (1814). Museo Nacional del Prado, Madrid

La Guerra de la Independencia también es protagonista en este otro cuadro imprescindible del genio aragonés. Refleja los fusilamientos de los sublevados que siguieron al ataque contra los franceses. Un cuadro que forma pareja con otro lienzo, "El 2 de mayo de 1808".

En el centro de atención, los condenados que esperan la muerte. A sus pies, los cuerpos de los que ya han sido asesinados. A la derecha, los soldados que empuñan sus bayonetas. Sin rostro, porque no importa quién mata a quién, sino la violencia irracional. Lo fundamental de esta pintura son las distintas actitudes con que cada uno de los que van a morir afrontan su destino. El miedo se apodera de todos ellos, pero encontramos también rabia en el personaje de puños cerrados, angustia en el de camisa blanca y brazos abiertos, desesperación por conseguir clemencia en el que cruza sus manos o arrepentimiento en el que se lleva las manos a la boca, localizado en el grupo que se aproxima tras los fusiles.

9. La romería de San Isidro (1820-1823). Pinturas Negras. Museo Nacional del Prado, Madrid

La situación política y la sordera que poco a poco se apoderó de Goya provocaron cambios drásticos en el artista, que quedaron reflejados en las 'Pinturas Negras', plasmadas en la Quinta del Sordo. En un primer momento pintó obras más alegres, pero el avance de la enfermedad hizo que tapara esas pinturas iniciales, para dejar las actuales, apunta Lozano.

La escena actual está ligada a la romería de la fiesta de San Isidro en Madrid, que Goya había pintado 32 años antes de forma completamente diferente, con vivos colores. En este caso, representa unos siniestros romeros, que no parecen estar de celebración, sino embargados por la desesperación y el espanto.

Es un lugar dominado por las sombras y la oscuridad. La pincelada es enérgica y violenta, y la gama cromática es oscura, a base de colores terrosos, grises y negros, a los que se le añade algún toque de carmín. Son pinturas que, según Calvo, "se pueden calificar como expresionistas".

10. Mucho sabes y aún aprendes (1816-1820). Museum of Fine Arts, Boston, Estados Unidos

El último imprescindible es este dibujo que realizó en Burdeos, donde vivió los últimos años de su vida. Muestra la figura de un anciano que toma un libro en el que se puede leer en italiano: "Tuto he mestier" (todo lo necesito o todo me es necesario). Está considerado como un autorretrato del artista, que refleja una de sus facetas vitales: "la del aprendiz nato, siempre planteándose renovar, innovar... En esa época incluso realiza dibujos de los primeros aparatos precinematográficos" señala Martínez. 

Este espíritu, el del Goya aprendiz hasta el final, explica cómo su arte fue evolucionando hasta convertirse en una de las figuras más influyentes de la Época Moderna. 

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