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'NUEVA NORMALIDAD'

¿Y si sin mascarilla somos ahora más inseguros? Hablan los psicólogos

Estos expertos advierten de que la flexibilización en el uso de la mascarilla debe hacerse "poco a poco" y cada uno "a su propio ritmo". Muchas personas se sienten inseguras ante el hecho de retirar el cubrebocas en exteriores

TERESA P. ALBERO /
Una mujer se hace una foto sin mascarilla.
icono foto Una mujer se hace una foto sin mascarilla.

Incomodaban, rozaban las orejas, dificultaban la comunicación, daban calor, empañaban las gafas, no nos reconocíamos... la llegada de las mascarillas a nuestras vidas no fue fácil. Hubo que adaptarse a llevar tapado la mitad del rostro, prácticamente, en cualquier espacio fuera del domicilio. Ahora, casi un año después (14 de julio de 2020) de su uso obligatorio en Aragón, pasan a ser voluntarias en determinados lugares y situaciones. ¿Nos hemos acostumbrado a su uso?, ¿Cómo enfrentamos su desaparición?, ¿Genera miedo dejar de usarlas? Al igual que sucedió con su implantación, la retirada progresiva de la mascarilla supone un nuevo cambio.

"Las redes que teníamos para interactuar fuera de casa se quedaron bloqueadas en un primer momento y eso fue impactante", señala la psicóloga María González, recordando cómo, de un día para otro, nuestro rostro pasó a estar parcialmente cubierto. "Desde pequeñitos nos enseñan que la boca y los ojos nos van a dar mucha información para saber qué es una persona", indica, y  la mitad de esa información la perdemos al llevar mascarilla. No poder "leer" el rostro completo, ni leer los labios "genera inseguridad, porque hay algo que está oculto", apunta la psicóloga. 

La mirada ha cobrado un nuevo significado

Esa ha sido una de las mayores quejas de los últimos 12 meses. No poder ver la boca dificultaba la comunicación, ya que no solo no se podía leer los labios, también interfería en la escucha. "Al principio, nos dejó paralizados, fue un shock, pero hemos sabido llenar ese vacío con el lenguaje no verbal y los microgestos", explica González. 

La comunicación se ha trasladado de la boca a los ojos, algo que ha derivado en que la mirada haya cobrado importancia a la hora de relacionarnos. "Nos ha tocado buscar formas de compensar las cosas que la mascarilla nos ha impedido hacer y por eso mucha gente se ha centrado en la mirada, porque es el medio que hemos encontrado para interactuar", señala la experta. 

¿Qué pasará a partir del sábado?

A pesar de la incomodidad que pueda suponer llevar la mascarilla, muchas personas se encuentran ante una nueva encrucijada: Quitarse o no el cubrebocas en exteriores. 

"Cuando no te queda más remedio que hacer algo, lo interiorizas y te acostumbras", señala María. Esa costumbre genera también una sensación de seguridad y protección frente a la COVID-19, lo que favorece que, para una buena parte de la sociedad, retirarla suponga un quebradero de cabeza. "La hemos interiorizado de tal forma que ahora quitarnos la mascarilla nos crea inseguridad, porque no sentimos que esté todo controlado o que estemos protegidos", indica. 

La psicóloga explica que esa situación se va a producir fruto de los mensajes contradictorios a los que nos enfrentamos: la vacunación va a buen ritmo, pero yo no estoy inmunizado, en algunas zonas suben los contagios o no todo el mundo va a respetar las normas. La variedad de miedos e inseguridades es amplia, pero es "comprensible", porque "necesitamos volver a nuestra vida de antes, pero necesitamos hacerlo poco a poco para estar seguros", explica González.

"Lo importante es hacerlo cada uno a su ritmo. Está bien no querer quitarse la mascarilla -en exteriores y siempre que se pueda garantizar una distancia mínima de un metro y medio-, porque cada uno debe adaptarse y hacerlo a su propio ritmo", recalca.