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CICLISMO

¿Cómo se vive la Quebrantahuesos desde dentro?

Aragón Deporte ha vivido en primera persona una de las grandes citas del deporte aragonés

Juan Pablo Montaner /
icono foto Imagen de la carrera desde el coche de Aragón Deporte.

¿Cómo es la Quebrantahuesos? ¿Qué ambiente se respira? ¿Qué sensaciones tienen sus participantes? Aragón Deporte ha completado el recorrido junto a los participantes para vivir desde dentro y poder contarles cómo es en su interior una de las grandes citas de deporte aragonés. Les invitamos a descubrirlo con nosotros.

La salida: Emociones a flor de piel

La Quebrantahuesos es una cita emocionante. Más aún para aquellos que la viven por primera vez. Desde minutos antes de las seis de la mañana ya se respira un ambiente diferente en Sabiñánigo. Hace frío, el sol todavía no ha despuntado y ya hay valientes apostados en las primeras filas de sus respectivos cajones de salida, sin importarles que todavía quede una hora por delante. "Hay que coger buen sitio", comenta Javier. Es su tercera 'Quebranta' y la vive con la ilusión del primer día aunque una caída hace tres meses no le haya permitido entrenar a fondo. Los focos no les apuntarán a ellos, pero la prueba esta llena de historias como la suya. O como la de Pascual, que regresa al Pirineo después de tres años de diversos avatares personales. O la de Alex, que debuta en la prueba después de varias 'Trepas' y ya ha pasado por el baño dos veces antes de las 7:15 de la mañana. Ellos no están en primera fila junto a los Contador, Indurain, Beloki y compañía, pero la carrera la han forjado ellos con sus ilusiones y entrega. Arranca la prueba.

Sabiñánigo-Somport: Momento de risas y canciones

La Quebrantahuesos lanza a más de 11.000 corredores hacia un trazado largo y exigente. Larga es también la salida, ya que el último corredor en cruzar la línea del suelo que activa su cronometro particular en la salida lo hace a las 8 de la mañana tras 45 minutos de tensa espera. La Quebrantahuesos es amable en su inicio. Un amplio tramo de autovía para empezar que sin embargo no evita que el infortunio se alíe con algún corredor en forma de pinchazo. Tras pasar Jaca, se acaba la cómoda autovía, se entra en un terreno sombrío y frío y el asfalto comienza a levantarse. El puerto de Somport espera unos cuantos kilómetros más allá. Cuando la carretera pica es el momento en que los dubitativos prueban sus fuerzas e ilusiones, donde los más animados tiran de bromas y risas y donde alguno se pone a cantar. Todos como queriendo convencerse de que todo irá bien, que esta primera gran subida les recargará la fuerza y la moral. Ayuda, y mucho, el hecho de que ésta sea la cima más animada de toda la carrera. Es aquí donde espera más público para empujar con sus gritos a los valientes que aún deben afrontar 150 kilómetros más.

Somport-Marie Blanque: Bienvenido, Monsieur Mazo

Da la impresión que de algunos alcancen terreno francés como si llegaran a la tierra prometida. Los que van bien preparados, contentos porque el cuerpo responde según lo previsto. Los que llegan más justos, alegres al ver que han salvado el primer escollo. Francia recibe al corredor con un descenso sinuoso y acaracolado. De esos que gustan a los bajadores, con curvas de herradura infinitas y muchos árboles en los costados. Hay otros, sin embargo, a los que no les va tan bien ese terreno y es aquí donde la carrera comienza a cobrarse sus primeras víctimas. Algunas incluso tienen la mala fortuna de tener que abandonar la carrera en camilla y con collarín. Afortunadamente, solo una. El día acompaña, las carreteras son amplias y con buen firme y dan ganas de pedalear hasta si vas en coche. Pero todo se tuerce al tomar una curva a la derecha que lleva a la dama implacable de esta prueba: Marie Blanque. La carretera se estrecha, los árboles ocultan el paisaje y de repente el silencio lo domina todo. Nadie habla. Solo se oye el sonido de las ruedas girar y de los cambios de marchas saltando hacia los piñones más altos en busca de alivio. El silencio es sepulcral y a uno le da por recordar a Monsieur Mazo, aquella figura a la que siempre aludía Pedro Delgado en las tardes de Tour de Francia para definir a los ciclistas que agonizaban en las subidas. Marie Blanque tiene ese poder de enmudecer al corredor, de matarle, de cabrearle. Son varios los ciclistas que gruñen al paso del coche de Aragón Deporte. No haya sitio para todos en las duras rampas finales con desniveles superiores al once por ciento. Avanzamos lento, pedimos disculpas y tratamos de no molestar, pero todos tenemos que avanzar. La cima ya es mitad de carrera.

Marie Blanque-Portalet: En busca de la tierra prometida

Marie Blanque es el segundo puerto más corto de la Quebrantahuesos después de la breve ascensión a Hoz de Jaca, pero es el tramo que más prisioneros hace. A los pocos kilómetros de bajada se encuentra el tercer avituallamiento del recorrido y parece que sea el campo base de un ejercito recién derrotado en una batalla. Caras de cansancio, corredores tirados en el suelo tratando de recuperar el aliento, agua, mucha agua, y plátanos y frutos secos. Es el momento de reponerse. Un lugar donde muchos deciden invertir un tiempo para recuperarse o esperar a los caídos en la subida. La bajada es sinuosa pero no tan técnica como la del puerto de Somport. Un buen momento para recuperar piernas antes de tomar el desvío hacia Laruns y encarar la tercera subida: Portalet. Se trata de un puerto amable pero engañoso. "Estoy por bajarme de la bici ya..." grita con sorna una participante al ver el primer cartel que habla de la subida: 27 kilómetros para la cima. Portalet no castiga con grandes desniveles tanto como con su distancia. La subida es ágil, la carretera amplia y con buen firme y las vistas del valle excelentes. Pero las piernas ya pesan y eso diluye todo lo anterior. Aquí sí los corredores se agolpan en el carril derecho y permiten que avancemos ágiles por el lado izquierdo viendo caras de sufrimiento y resignación. El silencio sigue mandando más allá de los eternos optimistas que siempre animan la carrera. También se anima desde los costados. Hay pocos pero con mensajes muy valiosos: "Olvida las piernas, ahora está todo en la cabeza". Sabias palabras antes de coronar Portalet y ver el objetivo de cumplir el reto mucho más cerca.

Portalet-Hoz de Jaca: La traca final

El avituallamiento ubicado en el parking de Formigal también tiene su público. Aunque algunos valientes lo pasan de largo sabiendo que apenas restan 50 kilómetros para finalizar. Otros, los más, comen, beben, se acuestan sobre el asfalto buscando el aire perdido o se acercan al puesto de avituallamiento técnico para tratar de solucionar el problema de ese radio roto que les ha llevado a maltraer en la subida. En la bajada hacia Hoz de Jaca se corre poco. No es como otras. Uno guarda los últimos cartuchos para la traca final que espera en Hoz de Jaca. Una subida corta, apenas dos kilómetros, pero con rampas explosivas. La última de ellas sobre un firme diferente, rugoso, cruzado por raya longitudinales que mueven aún más la bicicleta. Salir de ese punto airoso es saber que tienes la Quebrantahuesos en el bolsillo.

Hoz de Jaca-Sabiñánigo: Camino a la gloria

Al retomar la carretera que bordea Biescas camino de Sabiñánigo se aprecia que muchos han recuperado fuerzas. O están echando el resto, según se mire. Es un tramo bonito. Una larga recta en la que muchos encuentran el compañero desconocido que esperaban para formar un grupo que tiré a más de 40 kilómetros por hora en busca de la meta. Parece que muchos no lleven cuatro puertos y 170 kilómetros en las piernas. Los grupos van absorbiéndose unos a otros hasta formar un pelotón notable, en el que no se deja de tirar. La gloria está al caer. Apenas les separa de ella un cuesta inesperada en el desvío hacia Sabiñánigo que a no pocos se les hace bola y un recorrido triunfal por las calles de la localidad altoaragonesa hasta alcanzar el arco de meta. Punto en el que gritar, celebrar, chocar con el compañero o simplemente agachar la cabeza hasta el manillar con orgullo, pero derrengado. Incluso hay lugar para la épica, como la del corredor que se cayó en la última curva y entró en meta cojeando, bicicleta en mano. El éxito está aquí. Cuesta y hay que sufrirlo, pero todos los tiene claro: "Merece la pena".

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