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LINGÜÍSTICA

Paloma Diaz-Mas, la nueva ‘i’ minúscula de la Real Academia Española

La filóloga y experta en cultura sefardí ocupa el sillón que dejó vacío Margarita Salas y se convierte en la mujer número 12 en formar parte de la institución

ARAGÓN CULTURA /
(F. RAE)
icono foto (F. RAE)

Sefarad es el nombre que dieron los judíos a la Península Ibérica, territorio que habitaron desde tiempos antiguos. Su lengua se mantiene viva en romances, coplas, canciones tradicionales y libros aljamiados. Y, si han llegado hasta nuestros días, es gracias a las bibliotecas, estudios e investigaciones que vertebran la carrera de expertos como Paloma Díaz-Mas.

Escritora y filóloga, el pleno de la Real Academia Española acaba de elegirla para ocupar la silla de la “i minúscula”, vacante que dejó Margarita Salas con su fallecimiento.

Publicó su primer libro con tan solo 19 años, ‘Biografías de genios, traidores, sabios y suicidas’, reeditado como ‘Ilustres desconocidos’. Desde entonces, en su currículum como escritora hay libros de ficción, una pieza de textos biográficos y una obra de teatro. "Ahora me voy a aventurar con la primera incursión en literatura infantil: 'Romances de la rata sabia', explica en una entrevista en 'La Cadiera', de Aragón Radio.

La literatura medieval castellana, la tradición cultural judeoespañola y el vínculo entre las comunidades sefardíes y España durante el siglo XIX han sido sus principales campos de estudio. Por ello, será el tema que vertebrará su discurso de ingreso a la Academia, el primero que trate monográficamente sobre la materia. 

Mujeres en la RAE

La Real Academia Española se creó en 1713, pero hubo que esperar 266 años para que una mujer ocupase uno de sus sillones. Fue en 1979. Desde entonces, solo once más han conseguido traspasar sus puertas como académicas. Si hacen las cuentas, supone un total de doce mujeres entre los casi 500 académicos que han pasado por los 46 sillones. 

La primera mujer en ingresar en la institución fue la poetisa, novelista y ensayista Carmen Conde. Integrante del Ejército Republicano, fundadora de la Universidad Popular de Cartagena y enmarcada en la Generación del 27, tomó posesión del sillón K. «Vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria», pronunció en su discurso de ingreso.

Y es que, hasta entonces, tan sólo María Isidra de Guzmán y de la Cerda había conseguido asomarse a la institución en calidad de ‘socia honoraria’. Fue en 1784 cuando tenía 16 años de edad. Y decimos asomarse porque lo único que se le permitió fue leer su discurso de agradecimiento.

Tras el ingreso de Carmen Conde en 1979, hubo que esperar a 1984 para que otra mujer entrase en la Academia. Fue Elena Quiroga, directa al sillón de la “a” minúscula. Ganó el Premio Nadal en 1950 con su novela ‘Viento del Norte’, y fue de la misma quinta que Carmen Martín Gaite o Ana María Matute. Esta última ingresó en la Academia de la Lengua Española en 1998, para relevar a Carmen Conde.

En 2002 le tocó el turno a la historiadora Carmen Iglesias en la E mayúscula. Era la primera mujer académica que no se dedicaba a la literatura propiamente dicha. En su discurso de ingreso defendió la palabra como libertad y afirmó que la historia y la literatura no eran disciplinas opuestas, sino complementarias.

En 2003 llegó la bioquímica Margarita Salas, la primera científica de la Academia y pionera en su campo. Fallecida en 2019, su principal aportación en la institución ha sido seleccionar y adaptar nuevos términos de áreas científicas al Diccionario.

En 2010 la escritora zaragozana Soledad Puértolas ocupó la g minúscula. Ojo porque la cosa coge carrerilla. En 2011 la siguió la filóloga Inés Fernández Ordoñez en la P mayúscula, especialista en dialectología actual e histórica del español. En 2013 llegó la escritora Carme Riera a la n minúscula, en 2014 la filóloga y catedrática de literatura en la Universidad de Zaragoza Aurora Egido a la B mayúscula de Baltasar Gracián, de la que es experta. Egido dijo en su discurso que había llegado a la Academia para aprender, no para enseñar.

En 2016 las puertas se abrieron para la poeta y traductora Clara Janés en la U mayúscula y en 2017 para la lexicógrafa Paz Battaner en la s minúscula, que dedicó su discurso de ingreso a las palabras abstractas y reconoció encontrarse con sorpresa y emoción, gratitud y entusiasmo y un escalofrío de perplejidad.

Ni Rosalía de Castro, ni Emilia Pardo Bazán, ni Rosa Chacel, ni Gertrudis Gómez de Avellaneda, ni María Moliner ni otras muchas. Mujeres que cuidaron de nuestra lengua lejos de los sillones de la Real Academia Española pero que abrieron el camino a otras que siguieron su oficio.

Y es que, si el idioma es patrimonio de todos y de todas, ha de tener guardianes y también guardianas. Las académicas reconocen que “el cambio es lento, porque los cargos son vitalicios”. Pero al menos se nota una voluntad de renovación y opciones, afortunadamente, hay infinitas.

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Entrevista a Paloma Díaz-Mas en 'La Cadiera'
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