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Microrrelatos jóvenes contra el maltrato

Rubén Barreras y Diego Liso se alzaron con sendos accésits en un certamen para la sensibilización y la prevención de actitudes machistas

ARAGÓN CULTURA /
Diego Liso y Rubén Barreras han obtenido sendos accésit en el concurso
icono foto Diego Liso y Rubén Barreras han obtenido sendos accésit en el concurso

Rubén Barreras (15 años) del Colegio Antonio Machado y Diego Liso (16 años), del Condes de Aragón, han obtenido dos accésits en los premios del V Concurso de Microrrelatos contra la violencia de género, que lleva por título 'Jóvenes con mucho que contar'. El certamen, que persigue cooperar en la sensibilización social y en la prevención de actitudes machistas, es una iniciativa del Instituto Aragonés de la Juventud (IAJ) y del Instituto Aragonés de la Mujer (IAM), a la que en 2016 se sumó la Fundación Piquer, a través de su programa PrevenGO, financiando los premios y la edición de las publicaciones.

No es tuya

La conoció por casualidad, una tarta de cumpleaños en casa de un amigo común. Ella derrochaba simpatía y alegría. Se enamoró de su forma de reír, de bailar, de moverse entre la gente despertando sonrisas y miradas de admiración. Sus ojos se encontraron y pensó: “será mía”. Yo le dije: “es Lucía”. Hace dos días celebramos el año nuevo. El mismo lugar, las mismas caras y hasta la misma música. Ella no sonríe, ella ya no baila ni habla con la gente. Su forma de reír “provoca”, su forma de bailar es “obscena”, su forma de moverse entre la gente le “ofende”. Sus ojos se encontraron y ella los bajó. El dijo: “Es mía”. Yo pensé: “No es Lucía”.

Diego Liso

Las reglas del juego

Su inquietante sonrisa se quedó grabada en mi mente mientras me tendía, gentilmente, los dados. Había sido tan amable de dejarme empezar. Los agité un par de veces en mis manos antes de dejarlos caer sobre el enorme tablero que ante mí se abría. Dos seises. Comencé a correr sin mirar atrás, debía aprovechar esa suerte. La casilla doce era una de fortuna. Cogí una carta con un símbolo de exclamación y la moví un rato entre mis manos antes de leer su contenido “tira de nuevo”. La partida siguió su curso durante varias horas. Conforme pasaba el tiempo daba menos pasos, cada vez me costaba más seguir, pero no podía rendirme, no después de haber llegado tan lejos. Solo necesitaba un cuatro para llegar a la última casilla y acabar ese maldito juego. Miré hacia atrás. Él me pasó los dados, los tiré, y corrí, un paso, dos, tres cuatro. Aquella puerta de madera que tantas veces había cruzado era lo único que se interponía entre la libertad y yo, y la carta de fortuna sería la que decidiría mi destino. Al verla no pude evitar soltar un grito ahogado por las lágrimas que empezaron a recorrer mis mejillas como si de ríos se tratasen. En ese momento lo comprendí todo. Nunca había tenido posibilidades de salir de allí; él siempre había tenido la ventaja, siempre había tenido el control, solo estaba jugando. Me di la vuelta como había dicho la carta. Su sonrisa seguía siendo inquietante pero esta vez yo no iba a salir corriendo, y él lo sabía.

Rubén Barreras

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Entrevista a Diego Liso y Rubén Barreras en Despierta Aragón
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