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Marcel Marceu, mimo universal y héroe desconocido

Fascinó al público de los cinco continentes con un arte sin palabras. Pero lo que no muchos conocen de su historia es que, antes de convertirse en el artífice de la gramática silenciosa, fue un héroe que salvó de los nazis a centenares de niños

ARAGÓN CULTURA /
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Imaginen esta escena: una larga fila de niños, caminando por una carretera entre Francia y Suiza y dirigidos por una especie de payaso que bailotea, hace piruetas, no habla y, con un dedo índice cruzado sobre los labios, les pide silencio. Los niños son judíos y los comanda Georges Loinger, y un joven danzarín, miembros de la unidad secreta de la Resistencia Francesa. Un grupo clandestino durante la Francia ocupada por las tropas nazis que con esta original estrategia salvaron a alrededor de 350 niños recluidos en un orfanato.

Este payaso danzarín y silencioso que le acompaña es Marcel Manguel que, después de la guerra pasaría a la historia como “el poeta del silencio”. Su niñez había sido incluso más dramática que la de aquellos niños salvados del Tercer Reich. Esta parte desconocida de su historia, la cuenta la recién estrenada película “Resistencia”, de Jonathan Jakubowicz.

El actor estadounidense Jesse Eisenberg encarna al artista acompañado por Ed Harris, Clemence Poésy, Edgar Ramírez y Bella Ramsey en el reparto. Una cuidada ambientación, un elenco notable y algún momento de épica cinematográfica que, según la crítica, no llega a captar la esencia de Marcel Marceau. Con la excusa, queremos conocer más a fondo su historia…

¿Quién era Marcel Mangel?

Nuestro protagonista nació el 22 de marzo de 1923 bajo el nombre de Marcel Mangel, en la ciudad francesa de Estrasburgo. Pasó su infancia huyendo por la invasión de las fuerzas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Su padre, un carnicero judío, fue apresado por la Gestapo y deportado al campo de concentración de Auswitchz, del que jamás volvió. Para escapar de los nazis, Marcel cambió su apellido a Marceau. Un apellido inspirado en un general de la Revolución Francesa.

Junto a su hermano, se alistó en la Resistencia Francesa de Limoges, donde salvaron a numerosos niños judíos de los campos de concentración. Pero la vida de Marceau dio un giro de 180 grados en la oscuridad de un cine. En la butaca, Marcel. En la pantalla, Chaplin en la piel de Charlot. Cuando se encendieron las luces y Marcel salió a la calle, caminó hasta la Academia de Arte Dramático Charles Dullin. Desde pequeño, expresó su admiración por artistas como Chaplin, Buster Keaton y Harry Langdon, a quienes pretendía imitar. Y el resto es historia….

"El arte del mimo es el grito desaparecido del alma". Así lo afirmaba Marcel Marceau, que cautivó los escenarios de los cinco continentes. En una entrevista de 1980, con Jim Bernhard en The Greenroom, explica cómo el mimo "habla a través de los corazones" desde la época de griegos y romanos. De cómo podemos encontrarlo en el teatro japonés, en las danzas africanas y en otras civilizaciones. Pero en Francia, se inventó un nuevo género, para recuperar la gramática del lenguaje romántico que no calaba en los corazones del siglo XX.

La especialidad de Marcel Marceau fue crear un mundo visible, de lo invisible. Un mundo que materializaba a través del personaje que alumbró en 1947: Bip. Su nombre era un homenaje a la pantomima blanca de la época de Pierrot, en el siglo XIX y al personaje dickensiano de PIP, protagonista de ‘Grandes esperanzas’. Un Quijote que se bate con los molinos de la vida actual. 

Bip, su creación inolvidable

Cara blanca pintada de albayalde, labios rojo intenso, suéter de rayas, y su característico sombrero de copa aplastado por las ruedas de un auto y adornado por una flor roja, algo marchita, que simbolizaba la “fragilidad de la vida”. El personaje de BIP se las veía con mariposas, leones, barcos, trenes o restaurantes y caminaba contra el viento, combinando las dos máscaras del arte dramático: la tragedia y la comedia. Una de sus piezas, titulada “Joven, maduro, anciano y muerte”, logra en dos minutos lo que la mayoría de los novelistas no logran en volúmenes, según los críticos.

Su tierno y trágico personaje subió a escenarios de todo el mundo, en los que jamás pronunció una sola palabra. Marceu hacía más de 300 representaciones por año, casi una por día. Solo rechazaba contratos en países con dictaduras militares o que violasen los derechos de los niños.

Su estilo cambió a lo largo de sus cincuenta años de profesión. De sus primeras obras de expresión muda teatral, pasó a una reflexiva, influenciado por el descubrimiento de dos teatros ancestrales: el kabuki japonés y el mudra hindú. Para perpetuar este arte silencioso, fundó en París una escuela de mimodrama de la que han salido generaciones de artistas del gesto del silencio.

El legado de Marcel Marceau

Marcel murió el 22 de septiembre de 2007, a los 84 años y sin dejar de actuar. Tuvo cuatro hijos, fruto de tres matrimonios. Hoy descansa en el cementerio parisino de Pére Lachaise, junto a otros que destacaron en sus campos: Oscar Wilde, Edith Piaf, Jim Morrison o Chopin.

Por su heroísmo durante la Segunda Guerra Mundial le fue concedida la Legión de Honor. Por su vida y obra como artista, las de Caballero de la Orden de las Palmas Académicas y Comendador de las Artes y las Letras.

Por cierto, Marceau y Chaplin se volvieron a encontrar, esta vez sin pantalla de cine de por medio, en el aeropuerto parisino de Orly en 1967. Los que presenciaron este encuentro, cuentan que ambos, entre risas, comenzaron a hacerse innumerables reverencias mutuamente.

Su personaje, BIP, es un héroe sin edad, sin época y con eterna esperanza. Inmortal en nuestras retinas y en las pantallas. Marcel era un activista de las causas perdidas. Un hombre silencioso, pero de palabra.

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