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Los cuadros de Goya tras el discurso de Año Nuevo

El presidente del Gobierno, Javier Lambán, elige el Museo de Zaragoza para pronunciar su discurso de Año Nuevo. Repasamos algunas de las piezas que aparecen a lo largo del recorrido

ARAGÓN CULTURA /
Retrato de Luis María de Borbón y Vallabriga, 1783
icono foto Retrato de Luis María de Borbón y Vallabriga, 1783

El Museo de Zaragoza ha sido el escenario elegido por el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, para pronunciar su tradicional discurso de Año Nuevo. Un año en el que se cumplen 275 años del nacimiento del genio aragonés. Entre sus fondos, alberga una colección de obras de Francisco de Goya y Lucientes muy significativa.

Las salas reúnen más de una veintena de lienzos y una gran cantidad de estampas y grabados de las cuatro series del maestro de Fuendetodos. Así como varias piezas en depósito de otras instituciones como el Museo del Prado o la Confederación Hidrográfica del Ebro

Luis María de Borbón y Vallabriga, 1783

Una de las piezas más interesantes representa al sobrino del rey Carlos III, Luis María de Borbón y Vallabriga, hijo del infante Luis de Borbón y de María Teresa de Vallabriga. Desde niño recibió una esmerada educación de la mano de grandes maestros con los que estudiaba materias como geografía, matemáticas o ciencias naturales, así como música o danza. Más adelante su tío Carlos III envió a Luis María a estudiar a Toledo bajo la tutela de un eclesiástico humanista, viviendo el niño en el palacio Arzobispal donde empezó a interesarse por los asuntos de la Iglesia decidiendo finalmente ser sacerdote, llegando a ser arzobispo de Sevilla en 1799 y designado cardenal por el papa Pío VII en 1800.

El retrato representa al infante a la edad de seis años, centrado en la composición, en el interior de una estancia (un gabinete de estudio), de pie y con el cuerpo levemente girado hacia su derecha, mientras la cabeza mira de frente al espectador. Viste traje de corte, con camisa y medias blancas, chupa o chaleco, casaca y calzón de llamativo color azul Prusia (indicativo de su pertenencia a la familia real), y enriquece su vestimenta con puntillas de encaje en puños y pechera, un gran lazo que recoge su pelo a la altura de la nuca y hebillas en las abotonaduras del calzón y en los zapatos de tacón rojo que señalan discretamente su elevada alcurnia.

Lleva en la mano derecha una pieza de un puzzle geográfico y con la otra sostiene un compás. En un segundo plano se sitúan, a la derecha del espectador, un sillón sobre el que apoya un mapa de Europa en soporte rígido con la inscripción citada; y al otro lado una mesa labrada y dorada sobre la que se disponen varios mapas en papel y el puzzle que se dispone a completar. El fondo es neutro y sobre él se recorta nítidamente el rostro del infante, que adquiere una mayor presencia y cercanía perceptiva debido al cromatismo frío del traje.

Goya volvió a pintar a Luis María de Borbón y Vallabriga en otras dos ocasiones, de cuerpo entero y vestido de cardenal, obras que se encuentran actualmente en el Museo de Arte de Sao Paulo (Brasil) y en el Museo Nacional del Prado (Madrid). La obra formaba pareja con la que representa a su hermana, María Teresa de Borbón y Vallabriga, futura condesa de Chinchón, en un jardín con fondo de paisaje (National Gallery de Washington, EE.UU.).

Los cobres de la familia Goicoechea

Goya realizó siete retratos en miniatura sobre planchas de cobre en formato circular con motivo de la boda, el cinco de julio de 1805, de su hijo Francisco Javier con Gumersinda Goicoechea. Además de este retrato de la novia realizó los de los padres de Gumersinda, las tres hermanas de ésta y el novio e hijo de Goya, Javier Goya.

Gumersinda Goicoechea era la esposa de Javier Goya, hijo del pintor. El matrimonio, sin ocupación profesional conocida, generó grandes preocupaciones a Goya quien, gracias a sus contactos, les procuró diversas rentas anuales para su manutención. Un años después de su boda nació el primer y único nieto de Goya, Mariano. En este pequeño retrato Gumersinda, ataviada con un sombrero de mimbre decorado con un lazo rosa y con un vestido con ligero escote, mira directamente al espectador sin demasiada alegría, con mirada distante. De nuevo Goya supo "captar magistralmente la psicología de los personajes que retrataba", explica la conservadora del Museo de Zaragoza, Marisa Arguís.

En el retrato en miniatura de su hijo, Javier, es la primera vez, al menos que se sepa hasta la fecha, en la que Goya utilizó la técnica empleada, partiendo de una fina lámina de cobre cubierta de una gruesa capa de imprimación rojiza sobre la que daba unas precisas y finas pinceladas para la realización del retrato aplicando las mismas técnicas que utilizaba en sus pinturas sobre lienzo.

Javier Goya, nacido en 1784, fue el único que sobrevivió de los siete hijos que tuvieron el pintor y su mujer Josefa Bayeu. No se le conoce actividad profesional alguna y, aunque parece ser que quiso dedicarse a la pintura, no hay testimonio de ninguna obra realizada por él, lo que a la larga provocaría el desencanto de su padre.

Todos los medallones se caracterizan por la profunda captación psicológica del personaje. En este caso, Javier Goya aparece retratado de busto, con la cabeza levemente girada hacia la izquierda, vestido con levita abotonada y el cuello levantado por donde asoma la camisa blanca que le cubre hasta la barbilla. El cabello peinado hacia delante se confunde con el tono oscuro del fondo. De rostro juvenil, Javier tenía diecisiete años cuando Goya le retrató, y manifiesta un gesto melancólico y de enfado a la vez.

Juan Martín de Goicoechea y Galarza, 1790

Juan Martín de Goicoechea y Galarza Ziordia y Albizu (Bacaicoa, Navarra, 1732 - Zaragoza, 1806) fue uno de los mejores amigos de Goya en Zaragoza. Tras realizar sus estudios en esta ciudad se desplazó a Lyon, donde estudió comercio y aprendió el arte de la sedería, y a su regreso a Zaragoza fundó en 1772 una fábrica de hilados y pronto se convirtió en el comerciante y hombre de negocios más importante de la capital. Personaje ilustrado y liberal, fue miembro fundador de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y mantuvo a sus expensas una Escuela de Dibujo creada por esa institución que se mantuvo en activo entre 1784 y 1792, año de creación de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. En 1789 le fue concedida la Cruz pequeña de la Real Orden de Carlos III.

Sobre un fondo negro se dispone la imagen de medio cuerpo del retratado, en postura de tres cuartos, la cabeza girada y mirando al espectador, vestido con una casaca marrón de la que pende la cruz pequeña de la Real Orden de Carlos III, y con la mano derecha metida parcialmente en la casaca a la altura de la condecoración.

La tez clara del personaje y las carnaciones de la mano destacan en un primer golpe de vista por su contraste con el negro uniforme e intenso del segundo término, y tras su limpieza de 2008 se observan en la obra las sutiles calidades aterciopeladas de la casaca, así como el tratamiento vaporoso de las puntillas que asoman por pechera y puños. Goya pudo tomar apuntes del natural para este retrato durante los 23 días del mes de octubre de 1790 en que permaneció en Zaragoza, aunque lo terminó en Madrid en diciembre de ese mismo año.

Marisa Arguis, conservadora del Museo, concluye: "Goya era un pintor de corte al que le daban unas pautas, pero siempre rompe ese academicismo. No es tan formalista, busca la captación psicológica de los personajes. Algo que no se había hecho hasta la fecha".

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