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Las borrajas de 'El jardín de las delicias' de 'El Bosco'

Eduardo Barba publica "El jardín del Prado" con la editorial Espasa

ARAGÓN CULTURA /
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Al botánico y jardinero madrileño Eduardo Barba lo conocimos, como no podía ser de otra manera, una primavera. La del 2019 cuando publicó un documento en el que había catalogado todas, absolutamente todas, las plantas y flores que aparecen en las obras que guarda el Museo Nacional del Prado. Había logrado unir sus dos pasiones (botánica y arte) tras registrar las plantas de las 1.050 obras del museo que contienen motivos vegetales.

Ahora ese documento se ha convertido en libro. Se titula “El jardín del Prado. Un paseo botánico por las obras de los grandes maestros”

El propósito de este libro es dar un paseo por el jardín del Prado de la mano de un jardinero, investigador botánico en obras de arte, y paisajista. Como no todo el mundo puede disfrutar de un trozo de tierra para criarlas, todas las plantas seleccionadas en este libro pueden crecer en una maceta colocada en un pequeño balcón o ventana de nuestras casas. De este modo, podemos llevarnos una parte viva de un cuadro del Prado a casa. 

La borraja del tríptico del Jardín de las delicias

Si lo miramos desde el lado botánico, el Jardín de las delicias de El Bosco es una sorpresa continua. Parece que todo se queda en la gran cantidad de frutos de colores rojizos, azulados y negruzcos, pero hay mucho más, tan rico y extraño como correspondería a la imaginación del Bosco, que también en la parte vegetal es capaz de traer la singularidad a la colección del Museo del Prado. Este pintor disfruta creando quimeras vegetales, y mezcla para ello trozos de distintas plantas para crear una sola. Por eso nos vamos a fijar en la parte baja de la tabla central, a la izquierda, donde una pareja parece estar en actitud de besarse dentro de un fruto gigante de color rosado, mientras la mujer sujeta delicadamente al hombre por la barbilla. Justo encima del fruto, vemos a un hombre cargar con una fresa enorme a las espaldas. De ella nace una cola, casi animalesca, y en la punta encontramos la extrañeza de una flor del intenso color azul del cielo. Es la flor de la borraja, una planta que decían Dioscórides y Plinio que, echando sus hojas en vino, era capaz de alegrar a hombres y mujeres y alejar toda tristeza. Sea por el efecto del vino o de la borraja, incluso se conservan referencias antiguas a cómo daba bravura a aquellas personas que la consumían.

Un par de características curiosas de esta planta nos pueden llevar a elegirla para su cultivo en maceta. La primera es que se trata de una planta que atrae a muchos insectos polinizadores. Es todo un espectáculo quedarse un rato contemplando el ir y venir incesante de muchos de estos trabajadores impenitentes. La segunda característica es que se trata de una planta entera-mente comestible, si bien con moderación, ya que puede no ser del todo beneficiosa para nuestro hígado. Pero la parte comestible más interesante y segura son sus flores, consumidas crudas, ideales para decorar platos como las ensaladas. Tienen un ligero gusto a pepino, y a mí siempre me recuerdan esos sabores de Grecia y de Oriente, esos viajes, lugares, albergues.

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Entrevista a Eduardo Barba en La cadiera - 23/02/2020
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