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DÍA DE LAS BIBLIOTECAS

Las bibliotecas aragonesas en el Barroco

El historiador aragonés Juan Postigo Vidal publica 'Lugares de sabios. Bibliotecas privadas y ambientes de lectura en el Barroco' (Prensas Universidad de Zaragoza, 2021)

Aragón Cultura /
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La llegada del mundo moderno trajo la posibilidad de aumentar exponencionalmente los niveles de aprendizaje y de lectura. Todo el que se lo podía permitir disfrutaba adquiriendo nuevos volúmenes impresos y daba cuenta del conocimiento recopilado en lugares específicos de la casa, donde la decoración y los objetos expuestos contribuían a construir una imagen simbólica del propietario: "El mero hecho de poder tener una biblioteca ya era señal de prestigio", explica el historiador Juan Postigo Vidal en una entrevista en 'La Cadiera', de Aragón Radio.

Precisamente de ello habla en su último libro 'Lugares de sabios. Bibliotecas privadas y ambientes de lectura en el barroco' (Prensas de la Universidad de Zaragoza) en el que propone al lector un recorrido por el aspecto físico de estos espacios y en la clase de lecturas que en la Zaragoza barroca se realizaban.

"Es posible que el postureo lo inventase la sociedad del barroco, prestababan demasiado atención a lo que los demás leían, era un escaparate en el que muchas veces no se compraban libros para estudiarlos o leerlos, sino para dar a entender a los demás la cultura que tenían", afirma el historiador.

En Zaragoza, existían en la época bibliotecas con varios miles de volúmenes, cifra que en la época llamaba mucho la atención aunque ahora parezca habitual. Estos libros pertenecían a profesionales liberales, personas que estudiaban en la universidad o religiosos. Entre los coleccionistas famosos, encontramos nombres como Jerónimo Zurita, el primer cronista oficial del Reino de Aragón, nombrado por Carlos V a mediados del siglo XVI.

Para realizar sus anales, tuvo que coleccionar un sinfín de libros y "cartearse con muchos eruditos e intelectuales de toda Europa", recuerda Postigo. Su biblioteca fue enorme en dimensiones, pero también en el contenido. Manuscritos en hebreo, latín, griego y de todas las partes del mundo conformaban su colección, hasta el punto de que muchos intelectuales españoles llegaron a robar algunos de estos ejemplares para sus respectivas estanterías, cuando a su muerte la donó a la Cartuja del Aula Dei.

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Entrevista a Juan Postigo Vidal en 'La Cadiera'
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