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La Central Térmica de Aliaga se convirtió en un icono de modernidad e innovación industrial en la España de los 50, hasta que, en 1982, el característico sonido de sus turbinas dio paso al silencio absoluto. Descubrimos su historia y la de sus trabajadores en este reportaje.
La economía tradicional de Aliaga ha sido históricamente agrícola y ganadera, hasta la llegada de la revolución industrial y la aparición de nuevas necesidades energéticas, época en la que la extracción del carbón pasó a un primer plano. Desde 1942 funciona en Hoya Marina una nueva central térmica que va evolucionando. La población de Aliaga aumentó hasta los más de 2.000 habitantes, cuando ahora apenas hay 400 en su censo.
Aliaga llegó a tener tres yacimientos para abastecer a la central térmica, una de las más grandes y modernas de Europa del momento. Otra de las novedades, era la caldera alemana Walter, que recuerdan todavía algunos de sus antiguos trabajadores y vecinos del pueblo.
El barrio de Santa Bárbara evolucionó al mismo ritmo que la central térmica, configurándose como un verdadero barrio proletario. Tras la ampliación de la Central en 1958 no fueron capaces de suministrar todo el carbón que necesitaba para su funcionamiento, iniciándose así el declive de la cuenca minera de Aliaga y el progresivo abandono de las minas de carbón. Hasta su cierre en 1982.
La antigua iglesia que construyó Eléctricas para sus trabajadores en honor a Santa Bárbara, sirve de ubicación para el Centro de Interpretación de la Minería. Desde su apertura en el año 2000, proporciona una completa visión del pasado minero de esta localidad y de los barrios aledaños.
En la actualidad, el ayuntamiento de Aliaga trabaja para dar un nuevo uso a las instalaciones de la antigua central, historia viva del patrimonio industrial de Aragón. Mientras tanto algunos se acercan a admirar lo que queda de lo que para muchos hoy es la central del silencio.