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El cine español a comienzos de los años 70

'La Moviola' de 'Escúchate' recuerda el trabajo cinematográfico de directores aragoneses como Querejeta, Borau y Saura

ARAGÓN CULTURA /
Fotograma de 'Furtivos' (1975, José Luis Borau)
icono foto Fotograma de 'Furtivos' (1975, José Luis Borau)

Desde el terreno del séptimo arte, los años setenta se vivieron con gran intensidad y preocupación. La década comenzaba con una enorme crisis en el sector, que dio como resultado una gran disparidad de propuestas, desde las más contestatarias hasta los productos más comerciales.

Reflejo de este malestar, es el libro titulado El cine español en el banquillo (1974), donde se recogen diversas entrevistas a los cineastas más importantes de aquellos momentos. La mayoría coincidía en que no existía ya cine español, que la industria cinematográfica se encontraba en quiebra y que no había productoras que pudieran sacar las películas a flote.

A todo ello es necesario sumar la pérdida de espectadores por culpa de la televisión, así como el recrudecimiento de la censura entre 1969 y 1973 -sobre todo política, no tanto sexual-.

Cine contestatario
La grave crisis que atravesó la industria fílmica a comienzos de la década dio paso a unos años donde el cine español acogió propuestas de muy diversa índole. Desde proyectos más intelectuales (Víctor Erice o Carlos Saura) hasta comedias costumbristas (Pedro Lazaga), sin duda la variedad fue la seña de identidad de la cinematografía nacional en los años setenta. 

Por un lado, se desarrolla un tipo de cine claramente contestatario, que denuncia al propio Régimen. Cine muy demandado por el público, y por ello un cine con éxito. Papel fundamental de Elías Querejeta. Será el responsable de las películas de Carlos Saura. Se hablaba de los males endémicos del país valiéndose de símbolos y metáforas, instrumentos con los que pudieron contar libremente historias que descansaban en la realidad más dolorosa del país.

Cine metafísico, onírico, abstracto, fuertemente contestatario, cine muy inteligente: Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1974), Cría cuervos (1976), Elisa vida mía (1977). En esa línea destaca también Víctor Erice con El espíritu de la colmena (1973) y Furtivos (1975) de José Luis Borau, parábola crítica del Régimen franquista.

Después del thriller Hay que matar a B. (1974), Borau decidió abordar desde su productora el rodaje de Furtivos, compartiendo guion con uno de sus alumnos en la Escuela Oficial de Cinematografía: Manuel Gutiérrez Aragón. En su escritura, ambos continuaron con la parábola de la persecución de animales, ya iniciada en 1966 por Carlos Saura en La caza.

Aparentemente se trata de una historia de género, un melodrama ambientado en el bosque en el que viven una madre y su hijo. No obstante, esconde mucho más. Detrás de ella hay una terrible visión de la violencia y sus consecuencias, extrapolable al modus operandi llevado a cabo durante la dictadura franquista.

Cuenta la historia de Ángel (Ovidi Montllor), un cazador furtivo que vive en el bosque con su madre Martina (Lola Gaos), una mujer con un fuerte carácter y sentimiento de posesión respecto a su hijo. Un día éste acude a la ciudad, donde conoce a Milagros (Alicia Sánchez), a quien decide llevarse a su casa.

El largometraje funciona en sí como una adaptación cinematográfica del mito de Edipo, en el que Martina -construcción metafórica de la madre patria- se erige como la progenitora obsesiva que, ante la posibilidad de tener que separarse de su hijo termina, cual Saturno, devorándolo. La hegemonía femenina como sinónimo de poder vuelve a aparecer en otros largometrajes coetáneos, como Ana y los lobos (1972) o Mamá cumple 100 años (1979).

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