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Confinados en la historia: Voltaire, la princesa de Éboli o los Romanov

Nuevo repaso a los confinamientos que experimentaron personajes de la historia

ARAGÓN CULTURA /
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En el repaso semanal a los confinamientos que experimentaron personajes de la historia, hemos comprobado que los motivos son muy diversos. Hoy nos centramos en aquellos con una lengua demasiado afilada, los que pagaban por su adicción a las conspiraciones, o los que suponían un estorbo para la causa revolucionaria.

La Corte de Versalles y Voltaire

Qué sería una de una corte del siglo XVII sin conspiraciones ni intrigas. Luis XIV, “El rey Sol” ideó una manera de evitar este problema. Para ello transformó un pabellón de caza a las afueras de París en un modesto palacio real, conocido como Versalles.

Visitar este lugar nos retrotrae a un pasado glorioso de la monarquía borbónica en Francia. No obstante, su uso en el día a día era mucho más prosaico. Luis XIV trasladó allí a toda la Corte, y Versalles llegó a alojar a unas 10.000 personas. La idea, era tenerlos a todos cerca y controlados.

Para ello, diseñó un minucioso e intenso protocolo que los mantuviese ocupados. A unos se les encomendó sujetar velas o espejos, otros ayudaban al rey a vestirse y, los que gozaban de la simpatía del monarca, tenían el privilegio de vaciar su regio orinal. La atención de tareas les impedía abandonar la corte y urdir conspiraciones.

Aunque este confinamiento camuflado bajo un regio estilo de vida tenía sus desventajas, te mantenía alejado de los problemas de la gente con libertad. A Voltaire, por ejemplo, le tocó vivir un confinamiento más común. A la muerte del rey Luis XIV en 1715 el duque de Orleans asumió la regencia del país. El joven erudito escribió una sátira sobre los amores del nuevo regente con la duquesa de Berry. Su castigo, 11 meses recluido en la prisión de la Bastilla, tiempo que aprovechó para estudiar literatura.

La princesa de Éboli

El poder real y las conspiraciones palaciegas han sido una de las principales causas de confinamiento a lo largo de la historia. Un ejemplo lo encontramos en la corte de Felipe II, “El Prudente”, rey de España, Nápoles, Sicilia, Portugal y los Algarves hasta su muerte en 1598.

Felipe II se topó con Ana Mendoza de la Cerda, una mujer adelantada a su tiempo, rebelde, inteligente y apasionada, perteneciente a una de las familias castellanas más poderosas de la época y casada con uno de los validos reales. Esta mujer pasó a la historia como la Princesa de Éboli.

Durante su tiempo en la corte, no dudó en enfrentarse al poder político y eclesiástico. Se dice que era la amante del propio Felipe II y, una vez viuda, de su secretario, Antonio Pérez, con el que además negociaba asuntos de Estado con los rebeldes flamencos y portugueses. Conspiraciones que no pasaron desapercibidas para Juan Escobedo, secretario de Juan de Austria, que no salió muy bien parado.

Harto de sus intrigas, Felipe II decidió encerrar a la princesa en el Torreón de Pinto y después en su Palacio en Pastrana, donde estuvo acompañada y atendida por su hija menor y tres criadas. Solo tenía permitido asomarse durante una hora al día a uno de los balcones del palacio, ahora conocido como “balcón de la hora”. Despojada de la custodia de sus hijos y de la administración de sus bienes, permaneció allí hasta su muerte, el 2 de febrero de 1592.

Los Romanov

Tras la Revolución de Febrero de 1917 y antes de su fatal desenlace, el zar Nicolás II y su familia, los Romanov, fueron estrictamente aislados en la casa Ipatiev, propiedad de un comerciante de la ciudad rusa de Ekaterimburgo

La vivienda estaba rodeada por una empalizada doble de 4 metros de altura que la ocultaba desde las calles. Sus ventanas se cerraron herméticamente y se cubrieron con periódicos. Los prisioneros debían tocar el timbre cada vez que deseaban salir de sus habitaciones para usar el baño y tenían el agua y la comida racionada. No podían recibir visitas, leer periódicos, ni recibir o enviar cartas. 300 guardias les custodiaban constantemente que, por la noche, cantaban canciones revolucionarias rusas mientras bebían y fumaban.

El confinamiento de la familia Románov acabó la noche del 16 al 17 de julio de 1918, cuando todos sus miembros fueron asesinados en el sótano de la residencia. Y es que, la historia nos demuestra que, ni siquiera la sangre azul escapa a los confinamientos provocados por la lucha por el poder.

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