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Confinados en la historia: Jovellanos, Miguel de Unamuno o Ramón Acín

Tiempo para seguir repasando los confinamientos que experimentaron personajes de nuestra historia. Hoy nos centramos en los que pagaron con su libertad la fidelidad a sus valores morales, políticos y religiosos

ARAGÓN CULTURA /
Miguel de Unamuno
icono foto Miguel de Unamuno

La palabra de moda, la más escuchada y leída durante las últimas semanas ha sido causa de un gran desasosiego a lo largo de la historia de España. El confinamiento ha sido empleado a menudo como una forma más de represión hacia las personas consideradas peligrosas para el régimen, fuera este monarquía, república o dictadura.

Gaspar Melchor de Jovellanos

Jovellanos había intentado hacer de España un país más avanzado, pero fue apartado por Carlos IV con el inicio de la Revolución Francesa. Momento, en el que se vio obligado a abandonar la Corte y exiliarse a su ciudad natal, Gijón. Las secuelas de este episodio fueron inmortalizadas por Goya en un retrato que hoy cuelga en las paredes del Museo del Prado. Lo que todavía no sabía Jovellanos es que sería víctima de un segundo confinamiento, esta vez en Mallorca.

Y es que las islas españolas fueron escenario recurrente para los confinamientos durante las dictaduras de Primo de Rivera y Franco e incluso en la II República, gracias a su lejanía de los grandes núcleos políticos y sus precarias comunicaciones. A Fuerteventura, en las Canarias, fue a parar el filósofo y escritor Miguel de Unamuno.

Miguel de Unamuno

Doce años antes de su famoso discurso en la Universidad de Salamanca y bajo la dictadura de Primo de Rivera, Unamuno tampoco se reprimió un ápice a la hora de criticarle a él y su régimen dictatorial. El Directorio Militar se movilizó para borrarle del mapa. O más bien trasladarlo unos cuantos cientos de kilómetros hacia el oeste.

El Hotel de Puerto Cabras en el que permaneció casi cuatro meses, alberga hoy su casa museo. En este espacio, podemos leer la primera postal que envió a la península, que describía la isla como “unas Hurdes marítimas, una desolación parecida a La Mancha”. Por sus biógrafos, hoy sabemos que acabó cautivado por este paisaje, la comida y el clima, que definía como “una eterna primavera”.

Ramón Acín

Y en la lista de aquellos que por sus diferencias políticas y sus ideas propias tuvieron que permanecer aislados, no podemos olvidarnos del pintor, escritor y pedagogo oscense Ramón Acín.

El hombre que sustituyó a su canario por una pajarita de papel, por aquello de dejar libre lo que nació de la misma manera; que pintó un bozal en el hocico de su perro, por lo de cumplir las leyes sanitarias sin molestar a nadie; y que donó el dinero ganado en la Lotería a su amigo Buñuel para hacer un documental, permaneció oculto en el armario de su casa de la calle las Cortes de Huesca, durante las últimas horas de su vida, un 6 de agosto de 1936.

Junto a los confinados, en la historia de España abundan ejemplos de otros condenados al ostracismo, a la deshonra e incluso a la muerte, por discrepar contra el poder y no comulgar con la política o religión del momento. Pensadores, escritores, poetas o políticos cuyos cuerpos yacen en cunetas o enterrados en países en los que ni nacieron, ni soñaron con un mundo distinto.

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