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Capítulo 12. María de Montpellier y el engaño que engendró a Jaime el Conquistador

'Reinas, damas y señoras'. Mujeres en la historia de Aragón

ARAGÓN CULTURA /
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Antes de convertirse en Reina de Aragon por su matrimonio con Pedro II, María de Montpellier había estado casada dos veces. El primer enlace, con el vizconde Barral de Marsella se celebró en 1194,  cuando  ella  tenía apenas con 12 años. Quedó viuda a los pocos meses y con 15 años estaba casada de nuevo con Bernardo IV, conde de Comminges. Poco después, el conde alegó un lejano parentesco y  un matrimonio anterior no disuelto para repudiarla. Ella estaba embarazada de su segunda hija.

María recurrió al papa y consiguió recuperar el dominio sobre Montpelier al que había renunciado al contraer matrimonio. Montpellier la convertía una vez más en una esposa deseable y siguiendo el consejo del Papado y de su madre, Sancha de Castilla, que vio la ocasión de ampliar los territorios de la Corona de Aragón en el sur de Francia, Pedro II tomó como esposa a María. Su único interés era la rica ciudad mediterránea con todo su señorío que ella aportaba como dote y que se estipuló que pasaría al primogénito varón que de ellos naciera. Para María comenzaba un nuevo matrimonio, que sería, de nuevo, un martirio.

Pedro tomó la decisión de rechazarla casi desde el primer momento ya que él ya había logrado sus objetivos con el dominio sobre Montpellier y nada le impedía distanciarse de su mujer y, aún más, gestionar la nulidad de su matrimonio. La única salvación de María era engendrar un heredero, pero ¿cómo hacerlo si no había relación entre ellos? Según los cronistas, se acudió a una estratagema.

Los cónsules de Montpellier, conociendo la situación de María tendieron una trampa a Pedro II: una cita amorosa con una mujer que le gustaba para la que debía cumplir la condición de que el encuentro había de producirse en la más absoluta oscuridad. El rey accedió gustoso, pero la supuesta amante no era otra que su legítima esposa. Fuera de la estancia se hallaba un séquito importante rezando para que la unión tuviera consecuencias, como así fue, ya que de aquel episodio nacería, nueve meses más tarde en Montpellier, en febrero de 1208, el futuro heredero de la Corona de Aragón, Jaime el Conquistador.

El mismo, años después, narraba el hecho de la siguiente manera:

"Contemos ahora de qué manera fuimos engendrado, y cómo aconteció nuestro nacimiento. Es de saber primeramente, que nuestro padre … desamaba a la sazón a nuestra madre la reina; pero sucedió una vez, que hallándose nuestro padre en Lates y la reina en Miraval, se presentó a aquel un ricohombre llamado don Guillermo de Alcalá, el cual pudo conseguir con sus ruegos que el rey fuese a reunirse con la reina. La noche aquella en que ambos estuvieron juntos, quiso el Señor que Nos fuésemos engendrado. Así que nuestra madre se sintió embarazada, trasladóse a Montpellier, en donde, por voluntad de Dios, se verificó nuestro nacimiento…"

Las crónicas describen a Pedro II como un mujeriego. Antes de casarse mantuvo relaciones continuadas con una dama de la familia leridana de los Sarroca, y sabemos que tuvo tres hijos naturales: Pedro del Rey, canónigo en la catedral de Lérida que aparece citado en algunos documentos como "hermano" de Jaime I; Sancha Petri, que casó con el vizconde de Vilamur; y Constanza, casada con el poderoso Guillem Ramón de Montcada, la cual lució siempre con orgullo su condición de infanta de Aragón.

Otra amante del rey fue una dama occitana llamada Alazais de Boisazo de la que se dice que era "joven, gentil y bella, y muy deseosa de honores y fama". Se cuenta que el trovador Raimon de Miraval, enamorado, le habló tanto de esta dama al monarca que cuando finalmente fue a conocerla, Pedro se prendó de ella.

Curiosamente quien más contribuyó a crear la imagen de mujeriego de Pedro el Católico pudo ser  su propio hijo, el rey Jaime I. En su autobiografía el Conquistador relata que las gentes de Carcasona y Beziers le ofrecían sus mujeres y sus hijas y sus parientes, las más bellas que podían encontrar, como forma de obtener su ayuda militar contra los cruzados que desde  la Francia del Norte se estaban apoderando del Languedoc. Y aún  apuntaló esta mala imagen al contar que la noche anterior a la batalla de Muret (12 de septiembre de 1213) donde Pedro II encontró la muerte y la Corona de Aragón perdió la oportunidad de haber consolidado sus dominios a uno y otro lado de los Pirineos, su padre no estuvo concentrado en cómo enfocar la batalla o las estrategias de combate por haber pasado la noche en amores.

"La noche que precedió al combate la había pasado holgando el rey don Pedro, de modo que, según nos contaron después su repostero Gil…, y algunos otros que lo presenciaron, cuando oyó misa no pudo tenerse en pie, y hubo de sentarse mientras se decía el evangelio"

El rey Pedro intentó en varias ocasiones emprender un proceso de divorcio que siempre fue denegado por el Papado. María, protegida por el Papa, decidió quedarse a vivir en Roma. Pobre y casi olvidada, apenas le quedaban unas prendas de ropa que dejó a sus únicas sirvientas. La reina de Aragón murió al día siguiente de haber testado por tercera vez, el 21 de abril de 1213, cuando ya "la fuerza de su cuerpo estaba disminuida pero con su mente sana". Fue sepultada en el Vaticano, junto al sepulcro de santa Petronila, que, según una piadosa tradición, era hija de san Pedro.

La fama de santidad se extendió rápidamente a la muerte de María. Se afirmaba que, gracias a su intercesión, se producían milagros, llegando a desaparecer la lápida de su tumba por la creencia de que, mezclando polvo de esa piedra con agua o vino se curaban los males.  Fue conocida por el apelativo de la Reina Santa.

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