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'Bric-à-brac', las baratijas de Javier Aquilué

El artista oscense expone en la galería librería La Casa Amarilla de Zaragoza

ARAGÓN CULTURA /
'El rito', 2020 (F. Javier Aquilué)
icono foto 'El rito', 2020 (F. Javier Aquilué)

Las composiciones de objetos variopintos que adornaban los hogares burgueses del siglo XIX y que todavía resisten en vitrinas y repisas de muchos domicilios se engloban en el término francés bric-à-brac. De este concepto parte el artista Javier Aquilué (Huesca, 1978) para reunir una combinación heterogénea de imágenes despojadas de "un continuo narrativo, abiertas a desajustes, desequilibrios y vulnerabilidades".

Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Castilla la Mancha, Aquilué investiga el potencial alegórico de objetos y situaciones cotidianas a través de la pintura figurativa, como una relectura del realismo pompier decimonónico. Nos atiende por teléfono apenas tres horas antes de la inauguración de su exposición en la Galería Librería La Casa Amarilla de Zaragoza.

La interpretación de una obra es cosa del espectador, pero ¿qué esencia universal destilan las obras de 'Bric-à-brac'?

Todos hemos visto en las casas de nuestros padres y abuelos esa miscelánea heterogénea de recuerdos, figuritas, plumas, medallones o fotos antiguas. La exposición pretende contagiarse de ese espíritu. Es un intento de rebuscar en el pasado, en la tradición de la pintura y del arte desde una visión contemporánea, rescatando ciertas visiones del ser humano que igual se nos han perdido por el camino.

¿Por qué ha llamado tu atención este concepto?

Encontré este término en un libro para hablar del coleccionismo y de ciertas maneras de coleccionar con la mirada y de recrear el pasado mediante la colección de historias. Me intresa cómo se ha creado la ideología burguesa que heredó el siglo XX. Hay una idea de la modernidad y de la civilización occidental que parte de ella. También Walter Benjamin habla mucho de las baratijas y productos de bajo coste que cuentan la historia de una manera que no cuentan los libros o la historiografía hegemónica. Esto quiere decir de un modo mucho más parecido a cómo vivimos las personas.

¿Y cómo plasma uno esta idea en lo plástico?

Pinturas figurativas, un guiño al realismo burgués. La mayoría son óleos sobre lienzo pero también hay "dibujo borrado", una práctica que llevo investigando desde hace dos o tres años y que consiste en dibujar sobre un papel frágil -como por ejemplo de strazza- para borrarlo y que solo quede el escaneo. A veces exhibo el papel borrado y manchado junto al calco y también hay veces en las que escaneo los dibujos en diversas fases del proceso, lo borro y a su lado pongo un gif animado en una tablet en la que el dibujo se rehace en un bucle constante. Así, lo que queda físicamente es el papel borrado y un testimonio digital de lo que ha sido.

¿Son obras realizadas para la ocasión o forman parte de tu trayectoria artística?

El arco temporal es bastante amplio. Las obras más antiguas son de hace unos siete años y las más modernas de hace unos meses. Con la ayuda de Chus y de Juanjo hemos buceado en mi producción para extraer aquello que conceptualmente fuera en esta dirección.

¿Qué música suena en tu cabeza cuando observas el conjunto?

Es mi primera exposición desde hace un tiempo en la que no hay sonidos. Siempre trabajo alguna pieza en la que la dimensión sonora es importante pero en este caso no ha sido necesario. Las obras en sí mismas funcionan bien sinestésicamente, ya que los personajes bostezan, gritan y están en posiciones forzadas en las que no cuesta imaginar sonidos como el chirrido de una zapatilla contra el suelo de mármol. Es una exposición muda a la que me resulta difícil encontrarle una música, pero cuya dimensión sonora es sinestésica.

Una llamada al lector, ¿qué va a encontrar en tu libro 'El Ojo Vago. Aspectos productivos de lo disfuncional en el arte contemporáneo'?

Es un extracto de lo que fue mi tesis doctoral pero despojado de la parte más académica. El libro aborda asuntos que tienen que ver con lo que se considera productivo en una industria cultural, concretamente de las artes visuales. Reflexiono sobre qué define a un arte o artista productivo y funcional en la actualidad y si quizá precisamente el habitar en la duda, en la crisis o en el malentendido sea lo único que le queda de identitario al arte.

Un deseo para el arte, la música y la cultura en 2020

Como ocurre con tantas cosas, el propio deseo de subsistencia me parece lo más adecuado. La cultura en general y las artes visuales en particular son gremios difíciles y precarios y esta situación ha empeorado lo que ya era una crisis sistémica de las artes. Mi deseo es que siga siendo viable en este país seguir haciendo arte e incluso que pueda seguir siendo un modo de vida para los que queremos dedicarnos a ello.

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