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Capítulo 6. Urraca de Castilla y Alfonso I de Aragón. Una reina encerrada

'Reinas, damas y señoras'. Mujeres en la historia de Aragón

ARAGÓN CULTURA /
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En octubre de 1109 contraen matrimonio en el castillo de Muñó, Alfonso I de Aragón y Urraca de Castilla. Alfonso, de 36 años, vive entregado a la guerra y al reino, sin intención alguna de contraer matrimonio. Urraca, viuda de Raimundo de Borgoña y con un hijo pequeño, es la única heredera posible de Castilla. Pero es una mujer. Los nobles castellanos, la iglesia, no conciben que esa joven pueda reinar. No se entiende una mujer en un trono sin un hombre a su lado que sea el que, verdaderamente, reine,

La boda se acuerda no sin problemas. Alfonso dota a Urraca con amplios territorios e importantes villas. Urraca otorga a su marido el dominio de sus caballeros que deberán jurar fidelidad al de Aragón, pero también sus tierras transmitiendo sus reinos a los herederos de ambos, con garantías sobre las dificultades que pudieran surgir.

Y esas dificultades, comienzan a las pocas semanas de la boda.

Mas allá de cuestiones sucesorias, lo cierto es que entre la pareja las cosas fueron mal desde el primero momento y que incluso, hay testimonio escrito de esta mala relación. Urraca llama a Alfonso "celtíbero cruel", "feroz aragonés", "lobo aragonés" y los cronistas castellanos (Crónicas anónimas de Sahagún, la Historia Compostelana o la Chronica Adefonsi) calificaron al aragonés de "impío", "tirano", "maligno" o "reyezuelo cruel".

Urraca decidió alejarse de Alfonso y se refugió en el monasterio de Sahagún, mientras busca una separación. Alfonso I al recibir noticias de que el arzobispo de Toledo estaba maniobrando para obtener la nulidad matrimonial y los rumores de que la reina mantenía una relación amorosa extramatrimonial, decide encarcelar a Urraca en la fortaleza de  El Castellar y dirigir su ejército contra todas aquellas plazas leonesas, gallegas y castellanas que se habían posicionado a favor de la reina.

Urraca, desde el encierro, ordena a sus nobles que no obedecieran a su marido, libera a los rehenes que Alfonso I tenia a cambio de grandes cantidades de oro y plata que invirtió en comprar voluntades en contra del rey. Las crónicas aragonesas y castellanas muestran dos versiones radicalmente distintas de los hechos, pero lo que si parece cierto es que llegaron a existir agresiones físicas entre ambos.

La reina, dejará escrito

"no sólo me había injuriado continuamente con groseras palabras, sino que muchas veces ha llenado de confusión mis mejillas con sus inmundas manos, y hasta ha llegado a herirme con sus pies" (Hª compostelana).

Las crónicas del siglo XII cargaron contra la figura de Alfonso I en sus actuaciones en los dominios de la que fue su esposa y la presentaron como la víctima de su fracasado matrimonio con el rey de Aragón y Pamplona. Urraca consiguió escapar y volver a sus reinos. El matrimonio estaba definitivamente roto y ya no era posible el arreglo.

Las Crónicas del S. XII hablan de que la decisión de la separación fue de Urraca

 “E entonçes la reina, avido su consejo con los suyos, deliberó façer diborçio e separación del marido; e tornóse a León” (1ª Cr. A. Sahagún)

De separación, y no de repudio, se escribe también en la Historia Compostelana:

“Hecha la separación y roto el para mí vergonzoso matrimonio” 

Mientras que las del XIII hablan de repudio aunque realmente no se sabe si fue un acto u otro.

“ viendo don Alfonso el mal camino que la reina llevaba, puso como excusa que eran parientes que no querían vivir en pecado, fue con ella hasta Soria y la entregó a los castellanos" (CrSJP, S. XIV)

Urraca volvió a su reino pero no a un convento. Tras el cese de la convivencia, se ocupó  de gobernar sus reinos. Existe constancia en las crónicas castellanas de que la reina mantuvo varias relaciones sentimentales a lo largo de su vida. La primera, ya viuda y antes de la boda con Alfonso con Gómez González, interrumpidas por la muerte de éste en la batalla de Candespina (26 de octubre de 1110), cerca de Sepúlveda, Segovia, que enfrentó a los ejércitos del Batallador contra una coalición de tropas leonesas, castellanas y gallegas que defendían a Urraca.

Posteriormente mantuvo una segunda relación hasta el fin de sus días con el conde Pedro González de Lara. Fruto de esta larga historia  fueron por lo menos dos hijos de los que hay constancia documental, Fernando Pérez y Elvira. La reina Urraca muere en marzo de 1126 a los cuarenta y cuatro años, a consecuencia de un parto, en el castillo de Saldaña (Palencia).

Por su parte Alfonso I, que nunca volvió a casarse ni se le conoce relación alguna, se volcó  con los avances del valle del Ebro y sus afluentes, ampliando considerablemente sus dominios. Su imagen de guerrero constante contra el Islam quedó fijada para siempre.

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