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PATRIMONIO HISTÓRICO

Aparece un nuevo torreón de la muralla de Albarracín

El hallazgo se localiza en el extremo sur del recinto, donde han comenzado los trabajos de restauración de este año

Aragón Cultura /
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Continuando con el proceso de restauración de la muralla de Albarracín, este año se pretendía concluir su intervención más meridional, incluido el acondicionamiento de su entorno.  Es aquí donde ha aparecido, como remate final de la muralla conservada, un peculiar torreón medieval, que en atención a los restos cerámicos de su relleno podría ser de los siglos XIII o XIV.

Precisamente para darle continuidad  a las mejoras del entorno de la muralla, acompasando la intervención de la misma, se decidió acometer, en primer lugar,  el extremo sur del recinto a fin de poder intervenir en el saneamiento de los muros defensivos y su área contigua, avanzando  en el tramo del acceso desde la explanada de San Juan. Este  sería el sector pendiente de mejora, justo por facilitar el acceso rodado hacia las obras de este extremo meridional.

En este límite sur, nos hemos encontrado con un pequeño torreón de 12.5 m2,  y entre 40 cms.  y 1 metro de alto hasta el actual nivel afianzado de suelo. Si bien el ancho de los muros alcanza casi los 90 cms, la muralla que le cierra  en los dos laterales exteriores está francamente degradada, con la cara exterior del muro totalmente desaparecida, como ya nos hemos encontrado el algún tramo del recinto previamente intervenido. Estos muros, aunque amarrados parcialmente por el tapiz vegetal que le cubría, corren un serio peligro de desprendimiento hacia  el paseo fluvial  que recorre el encajado lecho del río. Provisionalmente, el andamio montado para su restauración  protege del riesgo de desprendimientos del material suelto de esta muralla antigua.

Esta pequeña torre pone límite al desarrollo de la muralla  en todo el lateral oeste-sur en el que venimos interviniendo desde el año 2010.  El torreo da paso paso a un escarpe muy verticalizado que  pone en duda la necesidad de protección murada y en consecuencia, la propia  existencia de la muralla que debió perimetrar la primera medina de Albarracín, con  sucesivas mejoras a lo largo de todo el Medievo, y que es la que cierra  el escarpe alto del paseo fluvial.

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