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Andrés Burrel, primeros pasos de la profesión fotográfica en España

El Espacio Pirineos de Graus acoge una exposición que saca a la luz el legado de este fotógrafo de Torres del Obispo que desarrolló su actividad profesional desde finales del siglo XIX

ARAGÓN CULTURA /
Vista de Graus de Andrés Burrel (1985, aproximadamente)
icono foto Vista de Graus de Andrés Burrel (1985, aproximadamente)

Las imágenes de Andrés Burrel y Sopena (1874-1956) constituyen uno de los testimonios visuales mejor conservados y más antiguos de la provincia. Este comerciante natural de Torres del Obispo se inició en el oficio con apenas 20 años y desde este pequeño núcleo rural de Graus llegó a ser uno de los fotógrafos más adelantados de Aragón con la configuración de un estudio y laboratorio en el que trabajó hasta los últimos años de la década de 1920.

Hasta el 28 de septiembre, en el Espacio Pirineos de Graus ve la luz buena parte de este legado en una exposición donde también se recrea el estudio del que logró disponer este inquieto joven en casa Mariano. La muestra descubre algunas fotografías inéditas de un fondo que, con la aplicación de la tecnología en el proceso de digitalización desde la Fototeca Provincial, se muestra como nunca antes se había visto.

La muestra 'Andrés Burrel. La aventura de la imagen' está compuesta por cerca de doscientas fotografías, abundante documentación, material original y prácticamente todo el material fotográfico con el que contó. En la exposición se recogen algunos de los acontecimientos más importantes de la vida local de Torres del Obispo, Graus, Benabarre y toda la Baja Ribagorza en un recorrido que también incluye retratos individuales y colectivos que suponían todo un acontecimiento para la época.

Para Andrés Burrel, la actividad comercial familiar iniciada en Torres por su abuelo, fundador del colmado 'El Fénix' a mediados de siglo XIX, sigue siendo la primera dedicación. Además de atender el mostrador y manejarse en la ebanistería, empleaba su tiempo en otras aficiones como la relojería, la imprenta, la jardinería o la apicultura, que acabarán siendo absorbidas por aquella a la que párroco de Calasanz, José Salinas, le pone tras la pista: la fotografía.

Pronto se convertirá en su mayor pasión ligada tanto a la técnica como al proceso de obtener la imagen que aprenderá a perfeccionar a finales del siglo XIX, tras pasar varios meses en Barcelona para aprender el oficio de relojero. Su siguiente paso será el de poner en marcha el primer laboratorio y estudio fotográfico que comienza por ser un cuarto oscuro en su propia habitación a adquirir todos los elementos necesarios, con un apreciable desembolso, de más de 400 pesetas, en máquinas y artículos para el revelado.

La figura de Burrel se relaciona con la de otros fotógrafos que desde la comarca de la Ribagorza quisieron dedicarse a un oficio como la fotografía y que pretenden ser objeto de estudio a partir de ahora desde la Fototeca de la DPH por considerarse los pioneros de la Ribagorza. Los Aguilar de Graus, o el farmacéutico Vicente Castán y el propio mentor, el padre Salinas, son algunos entre quienes circulaban los catálogos y publicaciones especializadas. No obstante, será la ambición y el trabajo de Burrel el que permitirá asentar la profesión lejos de los circuitos comerciales mediante el uso de la prueba y error y en continua mensajería con amigos y profesionales para salvar ciertas dificultades del sector.

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